Debe tenerse en cuenta que, debido a la Ley Electoral vigente, la mecánica de adjudicación de las actas de diputados era complicada y necesitaba pasar por tres momentos sucesivos pero bastante separados en el tiempo:
- Escrutinio general.
- Discusión de las Actas en las Cortes.
Cualquier interferencia, por pequeña que fuera, en alguna de estas fases influye directamente sobre los escaños asignados, siendo especialmente delicado el escrutinio pues se distribuían los puestos previamente atribuidos a mayorías y minorías bastando una ligera modificación en el número de votos computados para provocar el vuelco del resultado electoral en toda una provincia. La ley electoral vigente reproducía y agravaba todos los defectos del decreto que reguló las elecciones a las Constituyentes y había sido aprobada por las izquierdas que confiaban en sus fuertes mayorías[1].
En realidad, la ausencia de garantías que se produjo tanto en el escrutinio como en la segunda vuelta y el número de diputados que fueron privados de sus actas en las Cortes para atribuirlas a candidatos frentepopulistas, permite concluir que todo el mecanismo se condujo al margen de la ley. La vulneración del marco democrático resulta característica del proceso revolucionario iniciado el 16 de febrero.
En la noche del día citado, las primeras noticias acerca del resultado eran parciales: victoria del Frente Popular en Cataluña, Madrid y otras grandes ciudades y de las derechas en numerosas provincias. Hacia las diez, el presidente del gobierno, Manuel Portela Valladares, comunicaba el triunfo de la izquierda en Cataluña y la dimisión de Escalas, gobernador general de Cataluña y presidente de la Generalidad.
Inmediatamente, comienzan los desórdenes en la calle promovidos por los partidarios del Frente Popular. Es una situación que se mantendrá a lo largo de estos días, logrando influir en los cargos públicos de una manera parecida al 14 de abril de 1931, es decir, provocando la euforia por una victoria que todavía no existía y desmoralizando cualquier posibilidad de resistencia.
Aunque algunos periódicos afirmaban rotundamente que las izquierdas habían logrado la mayoría absoluta, el 18 de febrero todavía se tiene la impresión de que va a salir una Cámara en la que el Frente Popular se encontraría en equilibrio o con una ligera ventaja sobre la derecha y con la práctica desaparición del centro. En cualquier caso, era imposible decir cuál había de ser la composición definitiva de las Cortes: faltaba por conocer el resultado del escrutinio general del 20 de febrero; en algunas provincias habría que esperar a la celebración de la segunda vuelta y quedaba por desarrollar la labor de la Comisión de Actas para que tuviera lugar la constitución definitiva de la Cámara.
El nuevo Gobierno de Azaña y la manipulación de las actas electorales
En circunstancias normales —como había ocurrido en 1933— el Presidente del Gobierno hubiera dirigido la segunda vuelta y se habría presentado al Parlamento para dar cuenta de la misión recibida. En este caso, su dimisión el 19 de febrero va a permitir al Frente Popular la ocupación del Gobierno para, desde él, acabar de redondear los resultados y forzar la mayoría.
Portela Valladares había resistido a todas las invitaciones que se le habían hecho para restablecer el orden público, sobre todo por parte del general Franco, jefe del Estado Mayor Central, y de Gil Robles. Si esta cesión se debía al puro pánico o fue fruto de un pacto con los dirigentes del Frente Popular —como afirma Gil Robles en sus memorias— es cuestión difícil de discernir.
En las consultas, casi todos los políticos aconsejaron que se formara el Gobierno que pudiera deducirse de la composición de las nuevas Cortes, pero la imposibilidad de crear un Gobierno de acuerdo con la representación parlamentaria de unas Cortes cuya composición aún no se conocía, nos pone de relieve lo absurdo de la situación.
La dimisión de Portela arrastró el éxodo en masa de muchos gobernadores provinciales y otros funcionarios locales que dimitieron aterrados sin esperar la llegada de unos sustitutos adecuados. Apenas tomó posesión el Gobierno presidido por Manuel Azaña, y sin esperar a la transmisión normal de poderes, procedieron los dirigentes revolucionarios a apoderarse de los edificios y cargos públicos con la posibilidad de actuar así sobre la documentación electoral trasladando a las candidaturas de izquierda el triunfo logrado por las derechas. Así se hizo en provincias como Cáceres, La Coruña, Valencia, Pontevedra, Lugo y Orense.
Veamos con detalle lo ocurrido en la provincia extremeña
El fraude electoral en Cáceres
La Comisión sobre Ilegitimidad de Poderes Actuantes en 18 de julio de 1936, fue creada en 1938 y reunía a un prestigioso grupo de juristas y políticos, monárquicos y republicanos, bajo la presidencia de Ildefonso Bellón Gómez, Magistrado del Tribunal Supremo.
De acuerdo con su investigación, publicada en 1939[2], el de Cáceres fue un caso muy semejante al de la provincia de La Coruña de sustitución y falsificación de actas. El hecho quedó plenamente demostrado por las numerosas actas notariales de presencia presentadas por los candidatos de derechas y por el resultado que arroja la documentación obrante en la Junta Central del Censo.
“En Cáceres a 23 de diciembre de 1936, comparece el señor anotado al margen […] dijo llamarse como queda dicho, mayor de edad, viudo, natural de Valencia de Alcántara, vecino de esta ciudad y Secretario de la Diputación Provincial. Preguntado si en la noche del 19 al 20 de febrero último hubo alguna reunión en el Gobierno Civil, qué personas la formaban y que fines perseguían, dijo: Que la expresada noche fue llamado a eso de las tres horas para que acudiera al Gobierno Civil, por haber sido llamado por el Gobernador; que al llegar al edificio del Gobierno y cruzar los pasillos, vio en ellos a varias personas, entre las que recuerda a don Indalecio Valiente, Telesforo Díaz Muñoz, Luis Martínez Carbajal, Jacinto Herrero (?), y al entrar en el despacho del Gobernador le indicó éste que el objeto de la llamada era para que diera posesión al nuevo Presidente de la Diputación por haber sido destituido el anterior, don José Bulnes. Y al efecto le presentó a don Santiago Sánchez Moras, a quien el declarante no conocía, y al cual veía por primera vez; pasaron al despacho contiguo al del señor Gobernador y allí vio y le fue presentado don Faustino Valentín candidato a Diputado a Cortes […] Preguntado manifieste si sabe el objeto que llevaban dichos señores a estar esa noche en el Gobierno Civil, dijo que era la sustracción de la documentación electoral, dice que no puede asegurar que todas las personas que se encontraban allí, y que eran más que las citadas, pero cuyos nombres no recuerda, llevara la finalidad a que se refiere la pregunta, aunque supone que sí, por los indicios que pudo recoger durante el tiempo que permaneció en el Gobierno Civil; solamente puede hacer afirmaciones categóricas respecto a las personas que intervinieron en los hechos que a requerimiento del Juzgado va a referir. Después de dar posesión al nuevo presidente de la Diputación […] Al quedarse solo en el despacho con el señor Sánchez Moras, éste le requirió, invocando su carácter de presidente de la Diputación Provincial para que le entregara la documentación electoral, que debía obrar sus efectos al día siguiente en el acto de escrutinio general para las elecciones de diputados a Cortes. A lo cual se negó el declarante; insistió el presidente, diciendo que eso era un acto que no tenía importancia alguna, que nadie lo sabría y que no había de envolver responsabilidad alguna para el que dice. Éste insistió también terminantemente en su negación, y en vista de ellos, fue llamado al despacho el señor Valentín, el cual trató de convencer al que declara de que debía acceder a las pretensiones del señor Sánchez Mora, empleando para ello distintos argumentos, entre otros el que el declarante no tendría responsabilidad alguna porque obraba en virtud de obediencia debida, que, además el hecho no sería por nadie conocido, que él traía a Cáceres la misión especial del Gobierno de la República de sacar triunfante la candidatura de izquierdas en el acto de escrutinio, cualquiera que fuera el procedimiento que tuviera que emplear, pues la documentación que había llegado a la Junta Provincial del Censo había sido amañada por las derechas y había que destruir esta labor. Que el Gobernador Civil estaba detenido en el mismo Gobierno, que el señor Gil Robles había huido de Madrid; a pesar de todas estas manifestaciones el declarante insistió en su negativa, y dijo terminantemente que el cumpliría con su deber en todo momento y que no llevaba veinticuatro años de probidad profesional para perderla en una noche, pues bastaba para ello a impedirlo el concepto que tiene de su responsabilidad moral, aún cuando le asegurasen que estaba libre de cualquiera otra; entonces el señor Valentín le indicó su propósito o resolución de destituirle del cargo de Secretario de la Diputación diciendo el declarante que sólo así entregaría la documentación, puesto que cesaba en sus funciones. Acto seguido le entregaron unos oficios en que se le suspendía del cargo, manifestándole que el nuevo secretario era don José Herrera Quiroga, quien se presentó ipso facto, levantándose el acta correspondiente. Y haciendo entrega de la las llaves del arca de la Diputación en donde estaba guardada la documentación, manifestando antes que la otra llave del arca estaba en poder del señor Depositario de fondos, pues el que declara, temiendo el asalto de las izquierdas para sustraer la documentación había adoptado la precaución de cerrar ésta en la caja de caudales de la Diputación en la tarde anterior, pidiendo este favor al señor Depositario, en cuyo poder quedó la otra llave, lo cual tenía por objeto demostrar que durante el tiempo que la documentación estuvo bajo la custodia del secretario de la Diputación no había sufrido alteración alguna en previsión de que ésta se hubiera hecho antes de llegar a la Junta en algún otro lugar. Acto seguido abandonó el local del Gobierno Civil, debiendo advertir que la entrega de las llaves se la hizo al Depositario de la Diputación, que había sido llamado”[3].A partir de este momento se improvisan las actas necesarias para alterar el resultado de las elecciones, que había sido favorable a las derechas. El hecho se llevó a cabo con tal impunidad y tuvo tan fácil comprobación que se informaba de él en la prensa, aunque, posteriormente la censura gubernamental puso sordina al asunto:
“En las elecciones de Cáceres los resultados oficiales que concuerdan con las certificaciones que tienen en su poder los candidatos de derecha, dan el triunfo a éstos por noventa mil votos contra setenta y tantos mil de los izquierdistas triunfantes, que son tres. En vista de ello, los candidatos de izquierda, capitaneados por el Sr. Díez Pastor, en el momento en que dejó el Gobierno civil el gobernador saliente y después de tomar posesión del cargo un conocido socialista, a las tres de la mañana abrieron la caja de la Diputación donde estaban encerradas las actas cuyo escrutinio empezaba hoy, y eligiendo los pueblos en que las derechas tienen mayoría, colocaron en lo sobres unas actas burdamente falsificadas con los resultados cambiados y en otros unos papeles en blanco para que esos votos no les fueran computados a la derecha”[4].Prueba de todo lo que venimos diciendo, es la misma acta de escrutinio general de la Junta Provincial de Cáceres, firmada no solamente por los componentes de la misma, sino también por los Interventores de los diversos partidos, y en la que se consignan aparecieron abiertos en el acto del escrutinio los sobres correspondientes a las actas en que más claramente se advierte luego la falsificación referente a los pueblos de Alcuéscar, Alía, Ceclavín, Mohedas, Montehermoso, Aceituna, Santíbáñez el Bajo y Torre de Don Miguel.
En las actas correspondientes a estas Secciones aparecen en numerosos casos todos los candidatos de izquierdas con cifras iguales y elevadísimas de votaciones, y los de derechas con cifras iguales y mínimas o se omiten totalmente sus resultados. Faltan en muchas de esas actas las firmas de los interventores. Actas de diversas secciones de un mismo pueblo, y, a veces, de pueblos diferentes, aparecen escritas con idéntica letra y tinta, y, sin embargo, todas estas actas se escrutaron en la Junta Provincial sin tener en cuenta las certificaciones presentadas por los candidatos derechistas y expedidas por las mesas respectivas, en las que figuraban los votos realmente obtenidos. Así ocurre, por ejemplo, con varios distritos del pueblo de Torre de Don Miguel y del de Alía[5].
Bastaría el hecho de aparecer abiertos los sobres correspondientes a las actas de numerosas secciones para deducir que se abrieron con una intención de falsificación y a ello se agrega que las actas correspondientes a estos sobres son aquellas en que, en contra de los certificados de escrutinio autorizados por las mesas respectivas, se atribuye a las derechas votación insignificante o nula y a las izquierdas, por el contrario, votación que alcanza en algunos momentos el 98% de los votos emitidos.
En la documentación presentada al Congreso por algunos candidatos se acredita también que, ordenada por el Presidente de la Junta Central del Censo al de la Provincial de Cáceres mediante dos telegramas oficiales, la entrega al señor Rodríguez Jurado de los testimonios notariales o certificación de los documentos electorales que sirvieron de base para la proclamación de diputados, solicitados por aquel candidato, se negó el presidente de la Junta Provincial a enviarlos, pretextando no haber sido entregada aún la documentación por el secretario interino de la Junta al secretario propietario.
Pero como las secciones enviaron la documentación auténtica en cumplimiento de lo dispuesto por la Ley electoral no solamente a la Junta Provincial sino también a la Junta Central del Censo, es en ésta donde obran los documentos originales de cuyo cómputo únicamente puede deducirse el resultado exacto de las elecciones celebradas el 16 de febrero en aquella provincia. Hecho este cálculo se puede calibrar con toda certeza la entidad del fraude.
Debieron, por tanto, ser proclamados diputados todos los candidatos de la Coalición de Derechas, a excepción de Morata, por las mayorías, y por las minorías, Giral, Díez Pastor y Martínez Carvajal, o sea, seis contra tres, y como lo fueron dos por siete, respectivamente, se privó indebidamente de cuatro actas a la Coalición de Derechas, siguiendo el mismo procedimiento empleado en relación con las actas de la provincia de La Coruña, de sustitución de las verdaderas por las falsas con anterioridad a la celebración del escrutinio provincial.
Otros testimonios historiográficos
Fernando Ayala Vicente (actualmente, Secretario Para la Historia Socialista de la Ejecutiva Provincial del PSOE de Cáceres) publicó en 2001 un estudio acerca de las consultas electorales en la provincia de Cáceres durante la República[6] y, aunque trata de difuminar las responsabilidades del Frente Popular en el fraude cometido en el resto de España, reconoce que “aquí se produjo una modificación en los momentos del recuento que alteraría decididamente el resultado final”. Como hicimos notar, en su momento, estas afirmaciones no suponían ninguna novedad aunque sí merece destacarse su reconocimiento por una historiografía que, fácilmente, acude al recurso de deformar la realidad y que en este caso reconoce los hechos aunque no estime que por ellos se cuestione la legitimidad de Gobierno frentepopulista.
Lo que no justificaba Ayala era el motivo último que condujo a los republicanos a la maniobra cacereña, más allá del objetivo común al fraude con otras provincias de incrementar el número de diputados frentepopulistas. Ha sido el historiador Antonio Manuel Barragán Lancharro, en un trabajo publicado por Historia en Libertad[7], el que ha añadido oportunas precisiones al respecto, al hilo de las memorias de Niceto Alcalá Zamora y de la documentación consultada.
Según el que fuera Presidente de la República Española, Portela Valladares le había confesado que tenía conocimiento de la maniobra del Frente Popular para que la candidatura izquierdista en Cáceres pasara de perdedora a victoriosa ilegalmente. La clave está en un cuadro explicativo del avance de resultados provisionales que envió a Madrid el Gobernador Civil, el último a las 14,10 del 19 de febrero de 1936. A falta de hacerse un recuento definitivo se corría el peligro de que perdiera su escaño el propio José Giral Pereira, íntimo amigo de Azaña y unos de los prebostes de Izquierda Republicana. Con la maniobra empleada, el que estaba llamado a ser presidente del Gobierno en la Guerra Civil y uno de los principales responsables del terror provocado por la entrega de armas a las milicias frentepopulistas, ocupaba en febrero de 1936 la candidatura a la que, fraudulentamente, se atribuyeron más votos en la provincia de Cáceres.
En realidad hay que hablar de un proceso de ocupación del poder por parte del Frente Popular y del inicio de una ofensiva revolucionaria que conducirá, en los primeros momentos de la Guerra Civil, a la completa implosión política de un sistema.
78 años después, seguimos esperando a que la izquierda, española en general y cacereña en particular, que utiliza los trágicos episodios de la Guerra Civil para hacer política partidista a los gritos de “¡Viva el socialismo! ¡Viva la república!” y al ritmo de "La Internacional", empiece a reconocer sus propias responsabilidades y llegue a la conclusión de que no existía "la legalidad republicana".
[1] Cfr. Ley electoral, Gaceta de Madrid, 28-julio-1933
[2] Cfr. Apéndice I al dictamen de la Comisión sobre ilegitimidad de poderes actuantes el 18 de julio de 1936, Editora Nacional, Barcelona, 1939, págs.29-38.
[3] Ibid., p. 33-35.
[4] ABC (Madrid, 21 de febrero de 1936; edición de la tarde), p.29.
[5] Pueden verse los dictámenes periciales sobre dichas falsificaciones en Apéndice I al dictamen..., . ob. cit., págs. 36-38.
[6] Cfr. Fernando AYALA VICENTE, Las elecciones en la provincia de Cáceres durante la Segunda República; Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2001.
[7]
Antonio Manuel BARRAGÁN LANCHARRO, “Hace 75 años… José Giral y el
pucherazo del Frente Popular en Cáceres (1936)”, en Ángel David MARTÍN
RUBIO (coord.), Extremadura: de la República a la España de Franco (Una visión historiográfica); Madrid: Ediciones Barbarroja, 2012, págs. 29-38. [Pulse sobre este enlace para más información sobre el libro]
Ángel David Martín Rubio |
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