El 25 de julio de 1938, a las 0,15 horas
La operación del cruce del Ebro, en varios puntos de la curva que se forma alrededor de Gandesa, por parte de las tropas del Ejército Popular, comenzó exactamente a las 0,15 horas del día 25 de julio, festividad de Santiago Apóstol, patrón de España y símbolo militar tradicional. El teniente coronel rojo, Juan Modesto Guilloto León, fue el que ultimó los preparativos para llevar a cabo el cruce del río. Aliándose con la oscuridad, se deslizaron silenciosamente las barcas, sorprendiendo a las guarniciones nacionales, que debido a su escasez de efectivos a lo largo del frente invadido, estaban muy diseminadas. Al cruzar los frentepopulistas el río Ebro y amenazar a la retaguardia de las tropas desplegadas contra Valencia, los nacionales sufrieron un tremendo sobresalto.
El presidente del Gobierno y ministro de Defensa Nacional, Juan Negrín López, llevó a cabo una ingente reorganización que desembocó en la mayor embestida lanzada por el Ejército Popular, con abundancia de medios, con versiones muy mejoradas de cazas soviéticos y unos 120.000 soldados en tres cuerpos de ejército mandados por comunistas (Enrique Líster, Manuel Tagüeña y Etelvino Vega), bajo el mando de Juan Modesto. Dada la biografía de sus principales jefes y la historia de sus unidades, no es extraño que el Ejército del Ebro denotara una carga ideológica y una disciplina considerables. Manuel Azaña escribía: Casi todo el Ejército del Ebro es comunista. Hay una especie de disciplina interior en cada unidad. Las tropas habían estado sometidas a un entrenamiento intensivo. La instrucción había comenzado entre abril y mayo de 1938, con un objetivo definido: el paso de ríos. Las marchas y ejercicios nocturnos se hicieron habituales.
El punto débil era que sólo podían retener la superioridad aérea unos días, hasta que reaccionaran los nacionales. Así pues, la operación, al principio exitosa, fue contenida sin haber profundizado demasiado en territorio enemigo, para desembocar en la batalla más sangrienta y prolongada de toda la guerra, pues duró cuatro largos meses.
En el sector de Amposta, la ofensiva la llevó a cabo la XIV Brigada Internacional “La Marsellaise” –brigada francesa por antonomasia, mandada por Marcel Segnier–, pero fue rechazada por la tarde del 25, por fuerzas de la 105 División, el Tabor Tiradores de Ifni, el Batallón 262 de la 13 División y el Tabor de Ifni nº 297. Fue en el Sector Centro donde la operación alcanzó mayor éxito ya que las divisiones frentepopulistas ocuparon los pueblos de Ribarroja, Flix, Ascó, Mora de Ebro, Miravet, la Fatarella, Corbera y Pinell, es decir, en una longitud de cerca de setenta kilómetros, había desaparecido todo el frente enemigo. La XXXV División había llegado hasta las puertas de Gandesa, Villalba de los Arcos y Pobla de Masaluca, con la también ocupación de las sierras de Caballs y Pándols, el macizo de San Marcos y los montes de la Fatarella y Puig Gaeta hasta el río Matarranya. La máxima penetración alcanzada fue la ermita de San José de Bot, deslizándose los combatientes de la 11 División por las Valls dels Navarros, que separaba el macizo de Puig Cavaller de la sierra de Pándols y, a través del túnel del ferrocarril de Val de Zafán, a zona de ermitas de Bot, con el objeto de interceptar las carretera de Bot a Gandesa y la general de Tarragona-Alcolea del Pinar. Ese espectacular paso del río y los avances que le siguieron proporcionaron a los populares, una gran esperanza y euforia. En una jornada habían rectificado el frente, cortando completamente la curva del Ebro. La vanguardia de la operación se había confiado a los Cuerpos XV (Tagüeña) y V (Líster). El mismo día 25 tuvo lugar un grave incidente en el bando rojo, ya que en pleno combate, Valentín González El Campesino fue relevado del mando de la 46 División, a causa de sus enfrentamientos con Líster y Modesto, aunque esta tensión entre ellos no empañó el triunfo republicano.
Mientras tanto, la 4ª. División de Camilo Alonso Vega recibió la orden de desplazarse a la zona de peligro, pero la falta de camiones impidió momentáneamente su transporte hasta el campo de batalla. La aviación nacional tuvo por misión hundir los puentes, barcas y pasaderas, para desbaratar las comunicaciones del Ejército Popular y machacar sus tropas. La aviación de bombardeo de Franco era mucho más importante que la de los rojos, mientras que el número de cazas estaba bastante equilibrado. La diferencia estribaba en que los pilotos nacionales era un personal muy cualificado, no así los aviadores frentepopulistas. Inexplicablemente el jefe de Estado Mayor, Vicente Rojo Lluch, subvaloró la importancia de la aviación, no organizando la cobertura aérea para el paso del Ebro ni para la batalla posterior, cuyo éxito dependía de las tropas, armas y pertrechos llegados a través del río.
Contratacadas al norte y al sur, las Brigadas Internacionales sufrieron graves pérdidas. Franco había aceptado el combate. Los críticos militares se sorprendieron. La penetración no había sido tan importante como para modificar los planes, y creían que mejor habría sido frenar la ofensiva roja y continuar triunfando en otros frentes. Los acontecimientos probarían el acierto del Caudillo, optando por la destrucción del Ejército Popular. La batalla del Ebro, que él no había buscado, le brindaba excelente ocasión. Sólo que la lucha sería más dura de lo que en principio se había pensado.
El éxito inicial del cruce del río Ebro elevó el prestigio de Juan Negrín, pero cuando el avance se detuvo a primeros de agosto, y se hizo evidente que la masa del Ejército Popular podría quedar atrapada y aniquilada en una bolsa con el río a sus espaldas, aumentaron las críticas contra el presidente del Gobierno.
A los mandos del Ejército Popular les surgió un nuevo peligro para cruzar el Ebro, ya que el Ejército Nacional, en sus últimas ofensivas pirenaicas, había tomado muchos embalses. A las 8 de la tarde del 25 abrieron las compuertas del pantano de Barasona, y la crecida arrastró los puentes y pasaderas tendidos río abajo. No obstante, algunos pequeños puentes de campaña pudieron ser instalados, permitiendo el paso de automóviles y pequeños camiones. Al amanecer del 26, Tagüeña contaba con pasaderas en Flix y Ascó.
Ataques a Gandesa y a Villalba de los Arcos
Por espacio de varias jornadas, la 35 División Internacional pugnó por apoderarse de Gandesa, desarrollándose terribles combates en torno a Puig de l’Aliga, cuya cota 481 los legionarios de la Sexta Bandera bautizaron con el nombre de “Pico de la Muerte”, debido al gran número de bajas registradas en su defensa, y los soldados ingleses del Batallón Británico la denominaron “El Grano”, por lo costoso en sus intentos de ocupación. Los ataques a la plaza de Gandesa se sucedieron sin interrupción hasta el 3 de agosto, alcanzando los combatientes polacos el Sindicato y Bodega Cooperativa, junto a la carretera de Corbera, en la tarde del 31 de julio. Al final de la jornada del día 3 de agosto permanecían firmemente en poder nacional las plazas de Gandesa, Villalba de los Arcos y Pobla de Masaluca, quedando el frente establecido a lo largo del Matarranya hasta su confluencia con el Ebro, con Fayón, asimismo en manos nacionales.
Contraofensiva nacional para reducir la bolsa Fayón-Mequinenza
Detenida la ofensiva republicana, el Cuartel General de los nacionales ordenó la primera contraofensiva dirigida a eliminar la bolsa Fayón-Mequinenza. En la mañana del día 6 de agosto, después de una fuerte preparación artillera, seguida de acciones aéreas, facilitó a la Agrupación Nacional, al mando del teniente coronel Lombana, la ocupación del Vértice delsAuts, emprendiendo los rojos su retirada en dirección al Ebro, tras haber sufrido graves pérdidas.
Terribles combates en Pándols: calor, sed y falta de suministros
Con gran rapidez, las tropas nacionales que habían intervenido en la bolsa Fayón-Mequinenza, fueron trasladadas a las estribaciones de Pándols, próximas a Prat del Comte, con el objetivo de expulsar las fuerzas de la 11 División del macizo central, primero, y de las estribaciones Este, después. Los combates fueron terribles, pues la naturaleza rocosa del suelo impedía la construcción de trincheras y refugios, estallando sobre la misma superficie las granadas de artillería, con el consiguiente aumento del área de dispersión de la metralla. Cabía añadir las altas temperaturas que superaban los 30 grados en las horas diurnas, para descender en picado durante la noche. El tormento de la sed y las irregularidades en los suministros, convertían aquel paraje en un verdadero infierno.
La ofensiva de la IV de Navarra comenzó el día 10 de agosto, ocupando la ermita de Santa Magdalena y la cota 705, para descender después hacia el barranco de Pándols, donde quedaron detenidos, haciendo crisis la ofensiva en la noche del 14 al 15 de agosto, cuando un contraataque a cargo de la 35 División Internacional, restableció la situación. Las bajas republicanas superaron el número de 5.000, entre las que se contaban dos jefes, 10 comandantes de batallones, 43 capitanes, 147 tenientes y 4.600 clases y tropa. Por su parte, la IV de Navarra registró a lo largo de los combates 341 muertos y 2.641 heridos, contando las pérdidas de las 16, 17 y 18 Banderas de la Legión, agregadas a la gran unidad.
Ofensiva nacional en Cuatro Caminos
Estabilizadas las líneas en lo alto de Pándols, el Mando nacional planeó una nueva ofensiva en Cuatro Caminos, confluencia de las carreteras de Gandesa a Villalba, la de Villalba a la Fatarella y el “CamíVell” de Corbera, siguiendo por Valdecanelles. Con el cruce de la Venta de Camposines constituían los puntos clave en orden al control de las comunicaciones y red viaria, de singular importancia para los desplazamientos de ambos Ejércitos. El 19 de agosto las fuerzas del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat se lanzaron al asalto de la “Punteta de Targa”, pequeña prominencia que dominaba la encrucijada de Cuatro Caminos, pero la fuerte resistencia de las tropas republicanas de la Tercera División, impidió ocupar el objetivo, replegándose el Tercio con fuertes pérdidas, 58 muertos y 170 heridos. Al día siguiente se reanudan las operaciones ofensivas, con la progresión nacional por el camino de Villalba a la Fatarella. Debido a las condiciones del terreno, muy apropiado para la defensa y la fuerte resistencia del Ejército Popular, el avance se hizo cada vez más lento y con cuantiosas bajas por ambas partes. El día 22 de agosto ocupan los nacionales el Puig Gaeta, la cota más elevada del sistema montañoso de la Fatarella.
La iniciativa continuaba en manos nacionales, limitándose el Ejército del Ebro a una tenaz acción defensiva. En los últimos días de agosto se procede a una reagrupación de fuerzas en las proximidades de Gandesa, con la llegada de la Primera División de Navarra, mandada por el general Mohamed Ben KasemMizzian. Por una orden del Ejército del Norte, al mando del general Fidel Dávila Arrondo, se constituye el Cuerpo de Ejército del Maestrazgo, mandado por Rafael García Valiño. El objetivo no era otro que aligerar la presión ejercida en torno a Gandesa, ocupar Corbera de Ebro y avanzar después por el valle del RiuSec hacia Venta de Camposines.
Con suerte alterna y siguiendo la misma táctica empleada en Pándols y Puig Gaeta –ofensiva nacional diurna con fuerte apoyo artillero y aéreo, y contraataques nocturnos a cargo de las fuerzas republicanas–, prosiguieron los combates a lo largo de septiembre, salvo la última semana, en que se interrumpieron las operaciones debido al intenso temporal de lluvias. El 3 de octubre la Sexta Bandera de la Legión de la 13 División asaltaba el “Coll del Coso”, defendido por el 905 batallón de la División 42, con lo que quedaba batido a tiro de fusil el cruce de Camposines. Prosiguieron los combates en torno a la carretera que conducía a la Fatarella.
Asalto a la sierra de Caballs. Terrible golpe para la República
A partir de mediados de octubre la 13 División nacional fue relevada por la 53 División mandada por el coronel Sueiro, perteneciente al Cuerpo del Ejército de Aragón. Se impuso una calma relativa debida al tremendo desgaste de los Ejércitos en pugna y favorecida por el temporal de lluvias que se desencadenó durante la segunda quincena de octubre. El día 30 de octubre fue elegido para intentar el asalto a la sierra de Caballs, iniciándose con preparación artillera a cargo de 91 baterías, cañoneo que duró cuatro horas. La infantería de la Primera de Navarra coronó las primeras crestas de Caballs, cayendo en manos de los nacionales 19 posiciones fortificadas y toda la red de defensa republicana. Los nacionales dieron parte de 1.000 prisioneros, 500 muertos y 14 aviones derribados. La pérdida de Caballs supuso un terrible golpe para la República, ya que aquellas posiciones dominaban toda la región. En la jornada del 31 de octubre, la Segunda Bandera de Burgos, Tercio de Montserrat y Séptimo Batallón de San Quintín, ocuparon el Vértice San Marcos, pese a la tenaz resistencia de las unidades de la 43 División. En la noche del 1 al 2 de noviembre, el coronel Alfredo Galera Paniagua, al mando de la 84 División, asaltó las alturas de Pándols, la única cota de terreno que permanecía en manos de los enemigos. El día 3 de noviembre, avanzando a través del pueblo de Pinell, llegó al Ebro.
Prosiguió la persecución de las tropas republicanas, ocupando las fuerzas nacionales Benisanet, así como las alturas al sur del río Sec y la carretera de Mora. Mediante una maniobra envolvente fue tomada la Sierra de la Picosa, defendida por las Brigadas Mixtas 12, la llamada “Garibaldi” y la 139 de la 45 División Internacional, como asimismo la población de Mora de Ebro, en la tarde del día 7. El 10 de noviembre sólo quedaban seis baterías republicanas al Oeste del Ebro
Fin de la batalla del Ebro
Unidades pertenecientes a la 4ª. División de Navarra, iniciaron sus ataques ocupando el pueblo de Fatarella, el día 14. Tropas pertenecientes a la 50 División, al mando del coronel Coco Rodríguez avanzaron en dirección a Flix y Ribarroja, ocupando la ermita de San Francisco. Las fuerzas del Ejército Popular volaron el puente de García, construido sobre los pilares y estribos del ferrocarril de Madrid a Barcelona, centrando la resistencia en torno a Flix y dique de la presa de la Electroquímica, para facilitar la evacuación de hombres y material, utilizando el teleférico de la empresa, con el auxilio de barcas o simplemente a nado. En las primeras horas de la tarde del día 16 el general Yagüe entraba en Ribarroja, última cabeza de puente de los republicanos.
De aquel formidable Ejército Popular que se lanzó en tromba el 25 de julio, no era ni la sombra del que 116 días después recruzó el río Ebro, totalmente desmantelado, derrengado y con la moral de la derrota. Había terminado, cuando faltaban quince minutos para las cinco de la madrugada del 16 de noviembre de 1938, la mayor y más cruenta batalla de la guerra civil española. Era el principio del fin de la guerra.
Eduardo Palomar Baró |
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