¿Quién no recuerda la frase lapidaria que dejó
dicha Robert Capa?: “Si tus fotos no son lo suficientemente buenas es que no
te has acercado lo suficiente”. Quizás Capa no se aplicó el cuento cuando “cazó”
la archifamosa foto del Miliciano en Córdoba: esté demostrado que fue un puro
montaje escenográfico. Pero la frase no deja de tener su valor simbólico pues
hubo otros reporteros gráficos que sí mordieron el polvo de las trincheras
españolas e incluso dejaron la vida en el intento por dejarnos para la posteridad
las imágenes de aquella guerra incruenta.
Es curioso que desde las distintas asociaciones de la Memoria Histórica tan amigas de los homenajes no se hayan rendido honores o haya habido un simple acto de reconocimiento para uno de las más intrépidos filmman españoles de aquella época.
Alguien podría pensar que nos referimos a
Agustín Centelles, Alfonsito, Díaz Casariego… que nos dejaron miles de fotos
sobre la contienda. No, desgraciadamente nadie se ha acordado de él. Quizás
porque no cayó bajo las balas de un pelotón de ejecución o por que no fue represaliado
y murió tras unos sacos terreros en un frente olvidado por el Gobierno
frentepopulista.
El caso es que su nombre ha caído en el olvido
más absoluto y su breve historia ha pasado totalmente desapercibida para la
historia fílmica española. A pesar de que fue el primer operador de Cine
español que murió en “acto de combate” durante la Guerra Civil.
Tal es así, que ni tan siquiera en la Filmoteca Nacional
existe constancia de la existencia de ese joven cameraman en el índice de nombres del catálogo de la Guerra Civil.
Consultados sus fondos la respuesta fue esta: “No he encontrado datos del
camarógrafo que busca en el cine de la Guerra Civil”.
En España no hay una sola referencia y sin
embargo su epopeya no nos dejará indiferentes. No hace mucho un historiador
especializado en temas de la División Azul
me comentaba que su esposa le reprochaba el hecho de que solo leyera historia
dejando aparcada la novela. Él me contestó: “Para qué voy a leer novela si la historia supera la ficción”. Viene
al caso este episodio pues la historia que les voy a relatar seria propia de un
guión de una película Hollywoodiense sino fuera porque es tan real como la vida
misma.
Al estudiar la figura de René Brut fui
recopilando artículos de los más diversos lugares del mundo; Francia, Italia,
EEUU, Australia... Sin embargo la sorpresa fue mayúscula cuando solicité datos
sobre este camarógrafo galo a la Bibliothèque Royale
de Belgica. Raymond Kestemont archivero del servicio de hemeroteca de la citada
Biblioteca me remitió un articulo fechado el 16 de Octubre de 1936 del diario “La Libre Belgique titulado “L´aventure quotidienne des chasseurs d´images en Espagne” donde,
junto a una breve referencia a René Brut y John Dored, se citaba el nombre de
un operador de cine español totalmente desconocido para mí.
Cuando citamos el nombre de JOSE ESCANDELL,
alguien podría pensar que nos estamos refiriendo al actor de los años 30 que
intervino en la conocida película “Suspiros de España” (“Sehnsucht” en
alemán) filmada en 1938 en Alemania. Pero aunque se llamaba igual este otro José
Escandell era un cámara independiente –un freelancer-
que trabajaba para una pequeña productora española.
Sin embargo, no era esta la primera vez que
su nombre salía a relucir en la prensa internacional. El primer artículo que
recoge las peripecias de este reportero se escribe en el número 410 de la
revista cinematográfica francesa Cinemonde.
Concretamente el 27 de Agosto de 1936 salía en la pagina seiscientos tres un
artículo firmado por Carus y titulado “Le
cinema en Espagne Sanglante”. Posteriormente en el número 48 del semanario
luso “Cine-Jornal” de 14 de
Septiembre de 1936, en la página cuatro, se reproducía dicho reportaje sin
quitar ni poner una coma con la salvedad de que estaba traducido al portugués.
José Escandell era un joven de apenas 22 años
que en 1936 se esforzaba por sobresalir en el duro mundo del documento cinematográfico
ganando la muy respetable cifra de 500 pesetas al mes de la época. Se formó
grabando las numerosas manifestaciones políticas que día sí y día también
inundaban la capital de la República Española. También dejó constancia de su
saber rodando las populares corridas de toros. Sin embargo la tormenta se
desató el 17 de Julio de 1936 en esta piel de toro y otra “corrida” más
astifina le esperaba al sur de Despeñaperros.
El 18 de Julio de 1936 Madrid es verdadero
avispero, pero donde se “cuece todo el ajo” es en Sevilla, donde el
General Queipo de Llano se ha hecho con la ciudad. Las grandes productoras
extranjeras no tenían a ninguno de su ases en España. Era una oportunidad única
para los reporteros patrios de ganar méritos y prestigio. En Cataluña se filma Movimiento revolucionario en Barcelona, documental
que dio la vuelta al mundo donde se recogen las primeras imágenes contra la
iglesia y la salida al frente de Aragón de las milicias de la
CNT-FAI. Escandell querrá emular a Mateo Santos. Así
que sin encomendarse a Dios ni al Diablo este trotamundos de la cámara cogió algo
de dinero, su viejo tomavistas Cinex
(fabricado 10 años antes en los talleres Bordereau),
objetivos, cabezas panorámicas y cintas de rodaje .El 18 de Julio de 1936 a las ocho de la tarde
se subió al tren-correo que viajaba hacia el sur de España.
Como dijo mi paisano Arturo Pérez Reverte: “el ansia de aventura, la vocación, el cara o
cruz de palmar o hacerte una reputación si sobrevives, empuja a coger una
mochila y jugártela”. Eso es precisamente lo que hizo este joven, jugársela
a cara o cruz.
A la altura del pueblo cordobés de Posadas el
convoy hace alto. No ira más lejos. Escandell se sube a un camión que marcha a Sevilla.
En un barrio periférico sevillano entra en “territorio
comanche”. Una bala perdida de las fuerzas rebeldes acaba con la vida del camionero.
Escandell toma el volante y llega el 19 de Julio hasta las mismas entrañas de
la ciudad de la Giralda.
Allí empieza una frenética actividad .Se
juega literalmente la vida rodando imágenes de los primeros movimientos
militares hasta agotar la última bobina .Filma sin parar. Intuye la importancia
de las cintas que ha rodado y hace las gestiones para enviar ese material a
Madrid. Imposible remitirlas por vía férrea y carretera pues las todas las
comunicaciones terrestres están cortadas .Su cabeza hierve sin encontrar una
solución hasta que en un momento de inspiración planea sacar el valioso
material por vía aérea. El aeródromo de Tablada no está lejos y los aviones de las líneas regulares están
evacuando a los súbditos británicos, así que aprovecha sus conocimientos de
inglés y se hace pasar por un turista británico que viaja a Lisboa. Después de
las gestiones y pagar “la mordida” correspondiente embarca en la aeronave “Tres Sports”.
El vuelo se realiza sin más contratiempos y
el aparato aterriza en el aeropuerto de la Alverca cerca de Lisboa. Ocurre un
verdadero desastre al bajar del avión, Escandell comprueba que las cajas que
contienen las bobinas están abiertas y
que la luz ha dañado irremisiblemente las cintas. Irreductible al desaliento
con el poco dinero que le queda compra en Lisboa nuevas bobinas vírgenes y el
mismo 19 de Julio por la tarde regresa a Sevilla en el mismo avión. En el viaje
de vuelta propone al piloto llevarlo a Madrid. Ya sea por el poder de seducción
o por el espíritu emprendedor del joven reportero el piloto británico acepta.
Escandell volverá a filmar el día 20 de Julio
a partir de las seis de la mañana cuando las últimas fuerzas frente-populistas
se rinden a las tropas rebeldes del General Queipo de Llano. Al agotar todo el
material fílmico. Vuelve a Tablada ya en poder de los rebeldes .El avión ha
sido retenido, después de una larga discusión embarca en el avión ingles que
pone rumbo hacia Madrid. Sobrevuela el territorio controlado por los
gubernamentales. En principio la idea era aterrizar en el aeródromo de Getafe
pero las cosas se tuercen y el piloto se niega aterrizar. El piloto propone a
Escandell una solución rocambolesca: “Acepto
sobrevolar Madrid pero no aterrizaré. Sin embargo puede utilizar el paracaídas…”.
José Escandell con todo su material se lanzó al vacío. El paracaídas funcionó y el valiente joven puso los pies en el aeródromo de Getafe. Su valioso material pasará por ser las primeras imágenes de Sevilla tomadas a los rebeldes y su casa las venderá a los noticiarios franceses Gaumont Actualites y Eclair Journal y al británico British Gaumont.
Gracias a esta hazaña, Escandell cambió su viejo aparato por una cámara moderna, una Debrie de 35mm. Pusieron un avión a su disposición, y todo tipo de ayuda. Frente a la inicial pasividad y despreocupación del bando “nacional”, la propaganda frentepopulista comprendió la importancia del documental como un instrumento más en la guerra de la información. El 21 de Julio de 1936 vuelve al frente, esta vez se desplaza hasta Zaragoza. Se colocará en las situaciones más peligrosas para poder filmar haciendo uso incluso del mosquetón en alguna ocasión para proteger la retirada de sus colaboradores.
El 11 de Agosto de 1936 filmará sus últimas imágenes. Escandell está en el frente occidental, en Mérida y los legionarios, en pleno ataque sobre la ciudad extremeña. Escandell, está filmando. Se le oye decir: “con esta maldita luz es imposible tomar una sola imagen”. En un momento dado queda al descubierto y una ráfaga de ametralladora que está en su campo de visión lo abate. Su cuerpo cae inerte sobre unos sacos terreros.
En los días siguiente en las pantallas de París y Londres, se verán los últimos fotogramas de José Escandell. Un mensajero había llevado a Portugal a través de Badajoz el material filmado en Extremadura y, vía aérea, (Air France), los había enviado a Francia y posteriormente a Londres.
José Escandell con todo su material se lanzó al vacío. El paracaídas funcionó y el valiente joven puso los pies en el aeródromo de Getafe. Su valioso material pasará por ser las primeras imágenes de Sevilla tomadas a los rebeldes y su casa las venderá a los noticiarios franceses Gaumont Actualites y Eclair Journal y al británico British Gaumont.
Gracias a esta hazaña, Escandell cambió su viejo aparato por una cámara moderna, una Debrie de 35mm. Pusieron un avión a su disposición, y todo tipo de ayuda. Frente a la inicial pasividad y despreocupación del bando “nacional”, la propaganda frentepopulista comprendió la importancia del documental como un instrumento más en la guerra de la información. El 21 de Julio de 1936 vuelve al frente, esta vez se desplaza hasta Zaragoza. Se colocará en las situaciones más peligrosas para poder filmar haciendo uso incluso del mosquetón en alguna ocasión para proteger la retirada de sus colaboradores.
El 11 de Agosto de 1936 filmará sus últimas imágenes. Escandell está en el frente occidental, en Mérida y los legionarios, en pleno ataque sobre la ciudad extremeña. Escandell, está filmando. Se le oye decir: “con esta maldita luz es imposible tomar una sola imagen”. En un momento dado queda al descubierto y una ráfaga de ametralladora que está en su campo de visión lo abate. Su cuerpo cae inerte sobre unos sacos terreros.
En los días siguiente en las pantallas de París y Londres, se verán los últimos fotogramas de José Escandell. Un mensajero había llevado a Portugal a través de Badajoz el material filmado en Extremadura y, vía aérea, (Air France), los había enviado a Francia y posteriormente a Londres.
Conclusión
Tan huérfanos como estamos de acciones heroicas en la parte
frentepopulista durante la Guerra Civil, que este camarógrafo haya pasado
desapercibido tantos años es para que más de un “prestigioso” historiador “se
lo hiciera mirar”. ¿Dónde está todo este material? Sería interesante que desde
el mundo académico, las instituciones y organismos públicos con capacidad
económica, se hiciera un pequeño esfuerzo para
localizar y poner en valor el trabajo de José Escandell, el “Robert
Capa” español.
Moisés Domínguez Núñez |
Fuentes
- La Libre Belgique: 04/09/1936, 11/09/1936 y 16/10/1936 (Bélgica)
- Cinemonde: 27/08/1936, pág. 603 (Francia)
- Cine-Jornal: 14 /09/1936, pág. 4 (Portugal)
- Emeterio DÍEZ PUERTAS: El Montaje Del Franquismo: La Política Cinematográfica de Las Fuerzas Sublevadas, Laertes editorial, S.A., 2002, pág. 149.
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