miércoles, 17 de marzo de 2010

Suplemento n.3 (11-diciembre-2010): "Don Pedro Cortés, Obispo de Guatemala en la era del regalismo borbónico" por Julio Martín Blasco



Don Pedro Cortés y Larraz nació en Belchite (Zaragoza) el 6 de julio de 1712. Sus padres, infanzones, fueron don Pedro Cortés y doña Ana Espinosa Larraz. Estudió en la Universidad de Zaragoza en la que obtuvo el doctorado en Teología el 31 de agosto de 1741. Ordenado sacerdote, fue capellán del Hospital de Nuestra Señora de Gracia de Zaragoza y, a continuación, párroco de Ejulbe (1743), Ráfales (1746) e Híjar. Obtuvo por oposición en 1754 un beneficio  penitenciario en la catedral de La Seo de Zaragoza y, más adelante, fue también profesor de su Universidad.

En 1766 fue propuesto para el arzobispado de Guatemala. En julio de 1767 llegó al puerto de Veracruz (México). Recibió la consagración episcopal de manos de don Francisco Fabián y Fuero, obispo de Puebla de los Ángeles, el 24 de agosto del mismo año. Obligado a permanecer en esta ciudad a causa de las lluvias y del mal estado de los caminos, hasta el 21 de febrero de 1768 no llegó a Santiago de Guatemala.

El 3 de noviembre de 1768, inició la primera parte de la visita pastoral regresando a la capital el 1 de julio de 1769. De tal manera venía impresionado por el estado lamentable en que había encontrado a sus diocesanos que escribió al rey Carlos III, en 31 de agosto, presentándole la renuncia de su diócesis. El 5 de julio de 1770 el monarca le contestó que no la aceptaba. El 29 de agosto de 1770 terminó la visita pastoral y envió  a Madrid un amplio y detallado informe que se conserva en el Archivo de Indias.

El 29 de julio de 1773 Santiago de Guatemala fue destruida por un terremoto. Las autoridades decidieron trasladar la capital a un lugar más seguro, decisión que fue rechazada por una parte de la población. El capitán general, don Martín de Mayorga, acusó al arzobispo de oponerse al traslado y pidió al rey que lo removiera de su sede. Don José de Gálvez, secretario de Estado, comunicó a don Pedro Cortés, en 25 de septiembre de 1777, que le era aceptada la renuncia que había presentado en 1769 y que entonces había sido rechazada. El interesado reclamó y en Madrid reconocieron que le asistía la razón. Pero mientras tanto se había nombrado un sucesor y éste se disponía a viajar a Guatemala, después de varias dudas.

Como solución, se nombró a don Pedro Cortés, desde su condición de arzobispo de Guatemala, para la diócesis de Tortosa. Como no se tomó otra medida en relación con el nombramiento del sucesor, éste se presentó en Guatemala con un documento del Papa en el que se decía que la vacante de Guatemala se había producido por la libre renuncia del titular hecha en sus manos («per liberam renuntiationem factam in manibus nostris»). Así se crearon dos situaciones contrarias.

La Audiencia aceptó el nombramiento del sucesor y ateniéndose al mismo sostenía que la diócesis estaba vacante por renuncia de su titular. Éste afirmaba, y demostraba con documentos, que tal renuncia había sido rechazada por el rey; que él había sido nombrado para Tortosa como arzobispo de Guatemala y, hasta la firma de su nombramiento por el Papa, no quedaría vacante la sede de Guatemala. Por lo tanto, el sucesor debía esperar. La Audiencia no atendió estas razones y, actuando interesadamente, obligó al que era legítimo titular de aquella diócesis a abandonarla utilizando amenazas y otros medios de coacción.

Pío VI  firmó el nombramiento de don Pedro Cortés para Tortosa el 13 de diciembre de 1779 y Carlos III reconoció en cédula real que había sido titular de Guatemala hasta esa fecha. Para normalizar la situación solicitó de Roma la concesión de un Breve sanatorio que se obtuvo en 28 de diciembre de 1780, pero no fue publicado en Guatemala, por orden expresa de Madrid, hasta el 2 de abril de 1784.

Encontrándose don Pedro Cortés en Tortosa recibió, sin conocer la procedencia, el documento pontificio junto con una carta pastoral de su sucesor don Cayetano Francos y Monroy. Considerando que no era tratado con la consideración que merecía, solicitó permiso para escribir en su defensa. Desde Zaragoza donde residía en 1786, después de renunciar a Tortosa, envió al rey un extenso documento de 99 puntos en el que defendía su actuación como arzobispo de Guatemala: «Esta es [la gloria de Dios] la que apetezco y me ha alentado a tomar este trabajo inoportuno, según las circunstancias en que me veo, postrado en una cama y esperando la última hora…Zaragoza a 15 de junio de 1786. Pedro Arzobispo Obispo de Tortosa». Don Pedro Cortés falleció el 7 de julio de 1786 y fue sepultado en el panteón del templo del Pilar.

Es necesario advertir que el mismo Breve fue la prueba más palpable de las irregularidades que sucedieron en Guatemala. El documento empieza así: «…Como se nos haya ciertamente informado, que las Bulas Apostólicas, por la que fuisteis instituido Arzobispo de Guatemala [se refiere al sucesor] fueron aquí despachadas por nosotros en tiempo en que consta haber faltado el consentimiento de dimisión o renuncia de el Arzobispado de vuestro antecesor Pedro, que como fundamento de esta Apostólica gracia era enteramente necesario para que las mismas Bulas tuviesen valor y efecto».  Y sigue el texto afirmando que todo había sucedido sin dolo de persona alguna, por error puramente inculpable y de buena fe, y que el sucesor había sido recibido con buena fe, como su legítimo prelado. Pero no sucedió así en la realidad, como se  demuestra por los documentos que se conservan.

Lecturas recomendadas

  • Julio MARTÍN BLASCO — Jesús María GARCÍA AÑOVEROS: El Arzobispo de Guatemala don Pedro Cortés y Larraz. Excmo. Ayuntamiento de Belchite, 1992. 
  • Pedro CORTÉS Y LARRAZ: Descripción Geográfico-Moral de la Diócesis de Goathemala, 1768-1770, Edición de Julio Martín Blasco y Jesús María García Añoveros, Corpus Hispanorum de Pace, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2001