martes, 16 de octubre de 2012

Mª DEL PILAR GARCÍA SALMERÓN: Mejora e incremento de la construcciones escolares públicas en España (1920-1937)

En este artículo se vierten algunas de las conclusiones de un largo trabajo de investigación en el que se han rastreado, cuantificado y documentado todas las construcciones escolares públicas emprendidas en España desde 1920 a1937. Las cifras que a lo largo de las siguientes líneas van a aparecer cuentan con un aval documental, que lógicamente no se incluye, por no contar con el espacio requerido. Son unas 600 páginas, casi trescientas fotografías de escuelas, y más de cien planos, que buscan afanosamente un editor interesado en su publicación. Su autora, María del Pilar García Salmerón, es Doctora en Filosofía y Ciencias de la Educación.

Las líneas siguientes son el resumen de una extensa investigación, inédita hasta el momento, en la que se ha realizado un exhaustivo estudio sobre el número y tipología de edificios escolares públicos levantados en España desde 1920 hasta 1937.

La catedrática Mª del Mar del Pozo en su gran obra sobre la política escolar en Madrid (Urbanismo y educación. Política educativa y expansión escolar en Madrid, (1900-1931),  Universidad de Alcalá, 1999), afirma que, la característica más representativa del movimiento educativo desarrollado entre 1900 y 1930 fue la búsqueda obsesiva de una identidad específica para la escuela pública, de tal manera que las aulas públicas dejasen de ser un reducto, en el que se sólo se instruía a los niños pobres, y pasasen a formar parte de una escuela abierta y de calidad, a la que acudieran aquellos alumnos, que hasta entonces sólo pensaban en la enseñanza privada como medio de instrucción.

Asumiendo lo expuesto en las líneas precedentes, me interesaba constatar hasta qué punto el incremento de nuevos edificios escolares coadyuvó o pudo influir en tal transformación. Por otra parte, también, me resultaba atractivo, conocer en qué medida el despegue experimentado durante estos años en el ámbito de la construcción escuelas públicas fue propiciado por los vientos generados por los liberales y otros sectores más o menos progresistas que, en palabras de la doctora Del Pozo, asolaban  al sistema educativo español, o si tal vez, pudiera ser otro el origen o desencadenante de las mejoras cualitativas y cuantitativas en el parque español de edificios escolares públicos.

Metodología: de la historia de ámbito provincial a una síntesis nacional


En 1999 defendí mi tesis doctoral sobre la enseñanza en Cuenca durante la II República. Dos apartados de la tesis versaban sobre el análisis de las creaciones y construcciones escolares en esta provincia. Una de las sorpresas que me deparó su estudio fue comprobar que, los conceptos de construcción y creación escolar no eran términos sinónimos, así como la constatación de que en la mayoría de la bibliografía, que sobre el balance de la política educativa republicana se había publicado hasta entonces, se confundían y equiparaban los números referidos a las creaciones escolares con la cifra de construcciones escolares, inflando desorbitadamente las cifras relativas a los edificios-escuela alzados durante el quinquenio republicano.

El ámbito reducido objeto de mi tesis (Educación y República en Cuenca, 1931-1939. Diputación Provincial de Cuenca, 2003) , una pequeña provincia, me permitió determinar con exactitud, cuántas fueron las creaciones escolares impulsadas durante la etapa republicana, es decir cuántas plazas de maestro se crearon para estar al frente de nuevas aulas escolares, ubicadas en locales adaptados por los ayuntamientos con la capacidad suficiente para albergar entre sus muros a un buen número de escolares. El proceso de creación escolar se refería, pues, a la habilitación por el Estado del crédito necesario y suficiente, para costear los emolumentos de un número determinado de maestros que, atenderían a los niños que hasta entonces se encontraban sin escolarizar, en los locales dispuestos por los consistorios municipales -generalmente alquilados aunque también podían ser de su propiedad- pero no de construir nuevas escuelas.

El primer gobierno republicano cifró en 27.000 las aulas necesarias para atender a la población infantil no escolarizada hasta entonces. Elaboró un plan quinquenal con el fin de conseguir que se abrieran, no de que se construyeran, esas 27.000 aulas, para lo que habilitó el crédito necesario para sufragar el sueldo de los maestros precisos para tal objetivo, e instó a todos los concejos a que habilitaran los locales imprescindibles para desarrollar el mencionado plan. Unos meses más tarde, en septiembre de 1932, el mismo gobierno republicano aprobó otro plan, denominado Plan Nacional de Cultura, referido a las construcciones escolares, con el que se pretendía no sólo dignificar el espacio escolar, ya que la mayoría de las escuelas españolas se hallaban ubicadas en pésimos locales, sino coadyuvar al objetivo de elevar las tasas de escolarización en todo el territorio español. Dado que muchos ayuntamientos no disponían de locales susceptibles para ser empleados como aulas de clase, ni siquiera en muchas poblaciones existía la posibilidad de alquilarlos, la escolarización universal de los niños españoles requería ineludiblemente la construcción de nuevas aulas. Así en los primeros meses de entrada en vigor del plan de creaciones escolares, se dio la circunstancia de que algunos concejos tenían concedidas varias plazas de maestro para aumentar el número de aulas en su localidad, pero al no encontrar los locales apropiados donde instalarlas, se vieron obligados a renunciar a la concesión, y la creación escolar prometida fue anulada.

Muchas personas tienden a confundir las cifras y los objetivos de las dos iniciativas, cuando lo cierto fue que surgieron como planes independientes. Mientras que con el primero se pretendía abrir aulas en cualquier local más o menos apropiado, con el segundo se buscaba construir aulas de nueva planta.  Ambos planes coincidían en su intención final, la escolarización universal de la población infantil española.

Queda claro, pues, como los procesos de creación y construcción escolar no fueron sincrónicos, ni equiparables en sus cifras. Se abrieron al uso escolar -en locales alquilados o habilitados- muchas más aulas de las que se construyeron. No obstante, algunos historiadores se empeñan en mantener que durantela II Repúblicase levantaron en España 27.000 escuelas.

Otro punto que necesita aclaración es el referido a la distinción entre aula y escuela, conceptos éstos, que se confundían durante estos años. Cuando en las órdenes ministeriales se referían a la edificación de dos escuelas con un aula para niños y otra para niñas, no se contabilizaba como un edificio, una escuela con dos aulas, sino que en la orden aparecían citadas dos escuelas, una de niños y otra de niñas. Si se trataba de un edificio para escuela graduada, lo más habitual es que apareciera descrita como dos escuelas graduadas con tres secciones de niños y tres de niñas, es decir en este caso se trataba de un solo edificio con dos escuelas una de niños, y otra de niñas, ambas con tres aulas o secciones. Estas catalogaciones, distintas a las actuales, fácilmente provocan una confusión en las cifras, que remitiendo a la citada anteriormente a modo de ejemplo, no se trató de abrir 27.000 escuelas, sino seguramente se referían a 27.000 aulas.
Grupo Escolar "Primo de Rivera" (1928): primer colegio público construido en la ciudad
Grupo Escolar "Ramón y Cajal" Cuenca (1934) Segundo edificio escolar público levantado en la ciudad. Se inició en 1926, aunque no se inauguró hasta 1934

Al no contar con un estudio previo relativo al microsistema educativo conquense en la década de los veinte, me vi abocada a adentrarme en esta etapa con la intención de enmarcar más acertadamente la labor educativa republicana, en especial la referida a la construcción de nuevas escuelas. Los datos y conclusiones obtenidos en esta exploración sacudieron mis ideas previas sobre el particular, al comprobar cómo en la provincia de Cuenca se habían acometido un buen número de construcciones escolares, de la misma calidad y con un estilo semejante, a las emprendidas durantela II República.

Ello ponía en entredicho la idea tan extendida sobre la labor pionera dela Repúblicacomo impulsora de la mejora de los edificios escolares públicos en España. Realmente, los dos primeros edificios destinados a escuelas públicas levantados en la ciudad de Cuenca se habían gestado y comenzado su construcción bajo el paraguas del Directorio Militar. Además, tuve ocasión de acreditar cómo en la provincia conquense la mayor parte de las obras de nuevas escuelas iniciadas durante la etapa republicana no se concluyeron antes dela GuerraCivil.

Estos hallazgos variaron sustantivamente mi imagen sobre las metas educativas alcanzadas porla República, al mismo tiempo que me impulsaron a indagar si en el resto de provincias habría sucedido algo semejante a lo ocurrido en Cuenca. En un primer momento me limité a revisar los estudios locales publicados sobre el tema, que confirmaron mis sospechas: lo sucedido en Cuenca no había sido excepcional.

Ciertamente, el balance sobre los logros de la política educativa republicana, mantenido en los estudios de ámbito nacional, sufría un fuerte ajuste a la baja tras el implacable uso de la lupa en manos de autores cuyas investigaciones se circunscribían al ámbito local. A través de las páginas de estos estudios, quedaba al descubierto la falsedad de las cifras relativas a las construcciones escolares, contenidas en la bibliografía más conocida sobre el régimen. Con ello quedaba en entredicho la tradicional e indiscutida imagen dela II República, como el régimen político que más y mejor trabajó por mejorar las infraestructuras escolares españolas.

La proliferación de escuelas: un cambio de coyuntura


Paralelamente a la identificación, clasificación y cuantificación del número de nuevos edificios-escuela erigidos durante los años veinte y treinta, me preocupaba esclarecer las instituciones –locales, provinciales o nacionales- así como los factores –programas políticos, coyuntura económica, movimientos sociales, prensa, etc.- que más habrían contribuido a activar el proceso de mejora e incremento de edificios escolares.

¿Por qué se rompió en esos años, el impasse sobre una cuestión tan trascendental para el progreso del sistema educativo español? ¿Cómo se gestó y gestionó este cambio de rumbo? ¿Cómo se costearon y financiaron los nuevos edificios escolares? ¿Cuánto creció la red escolar española en los años veinte? ¿Y durantela II República? ¿Se produjeron diferencias entre las regiones? Saltar de la penuria casi generalizada de los locales que alojaban las aulas públicas españolas a estar ubicadas, algunas de ellas, en magníficos edificios, bien merecía una investigación exhaustiva.

Escuela de Los Corrales de Buelna (1930)











Por poco que se conozca la historia de la educación en España se tienen referencias del mal estado de los locales- escuela en los que se hallaban ubicadas las aulas de enseñanza elemental, hasta bien entrado el siglo XX. Cualquier local era susceptible de ser empleado como espacio-clase, con tal de que su alquiler no resultara muy caro o de que perteneciera al patrimonio municipal. Los ayuntamientos, responsables de la organización y mantenimiento de este nivel de enseñanza, no disponían de recursos suficientes para la atención de las competencias que el Estado les encomendaba, entre ellas el mantenimiento y construcción de escuelas.

¿Cómo solucionar estas graves patologías que despiadadamente aquejaban al sistema educativo español, derivadas todas ellas de la falta de edificios escolares? Desde 1900 con la creación del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se irían aplicando tímidas medidas curativas, más o menos acertadas, para paliar la situación, aunque sin el coraje requerido por la gravedad de la enfermedad.

Aunque lo cierto fue que, en la primera mitad de la década, la actuación estatal, dado que no se produjo un incremento presupuestario sustantivo, fue más testimonial que significativa. Paulatina e ininterrumpidamente por medio de partidas presupuestarias, de escasa cuantía en comparación con el volumen de necesidades, el Estado se enredaría cada vez más en la construcción directa de edificios escolares, al mismo tiempo que atendería las demandas de un número creciente de ayuntamientos interesados en levantar una nueva escuela, a los que facilitaría su auxilio económico a fondo perdido.

Simultáneamente, y dado lo exiguo del presupuesto destinado a este fin, algunos concejos optarían por alzar un edificio escolar sin auxilio del Estado. Sería a partir de la segunda mitad de la década de los veinte cuando el tema se aceleraría con varias medidas, entre las que sobresalió en 1926, la formalización de un crédito destinado a construcciones escolares de 100 millones a emplear en ocho ejercicios, y llegaría a su cenit con el presupuesto extraordinario de 400 millones en 1932.

Aunque ni la construcción directa de edificios por parte del Estado, ni la concesión de las ayudas a fondo perdido, que los ayuntamientos podrían percibir de manos del Estado, allanaron todos los obstáculos, ni permitieron extender la construcción de nuevas aulas a todas las localidades necesitadas, sin embargo, supusieron la ruptura de una situación insostenible, que sumía a España en un retraso evidente con relación a otros países europeos. A finales del quinquenio republicano todavía quedaba un gran número de niños sin escolarizar, así como muchos locales-escuela en pésimas condiciones de habitabilidad, pero el número de solicitudes de ayuda económica o técnica por parte de los concejos municipales para la construcción de nuevas escuelas se había multiplicado extraordinariamente por todos los rincones de la geografía española. Ello nos avisa tanto del cierre definitivo de un largo ciclo de desidia como del comienzo de otro, en el que ya se habían dibujado algunos arcos, pero que de momento no estaba cerrado.

Por todo ello, debe valorarse apropiadamente la relevancia que el proceso de mejora e incremento de infraestructuras escolares desplegado durante esta etapa pudo tener en la consolidación del sistema educativo español. Ciertamente, los nuevos edificios fueron un elemento de singular importancia en la génesis y modernización del sistema, no sólo porque permitieron un incremento de las tasas de escolarización así como una cierta renovación pedagógica, a través de la mejora de las condiciones del local-escuela y de la implantación de la enseñanza graduada, sino porque la resuelta intervención estatal en su gestación y desarrollo coadyuvó a la formación del concepto de escuela nacional, ligada indisolublemente al Estado.
Grupo Escolar de Port Bou (1936)

Causas y raíces históricas


Pero ¿por qué se originó esta época de florecimiento dentro del campo de las construcciones escolares públicas en España en estos años? Como es fácil suponer, no fue un cambio súbito, sino un largo, complejo y laborioso proceso, favorecido por múltiples agentes y circunstancias.

No puede dejar de señalarse la ingenuidad de aquellos que atribuyen todo el mérito y responsabilidad del incremento y mejora de los edificios-escuela en España al advenimiento del régimen republicano. Resulta poco creíble mantener que un cambio de régimen, que apenas sobrepasó los cinco años, lograra transfigurar el paisaje del parque escolar público. A lo largo de una extensa investigación he documentado sobradamente que, desde los primeros años de la década de los veinte, la geografía española se vio salpicada, profusa e ininterrumpidamente, por iniciativas locales y estatales en este ámbito, que marcaron el inicio de un proceso imparable, que se desarrollaría en los años siguientes, y del que los gobiernos republicanos serían depositarios y continuadores.

Por ello, pienso que, debieran considerarse todos los agentes implicados en la cuestión de la extensión de las construcciones escolares públicas, y no explicarla sólo en términos políticos. Sin duda, entre los factores más sobresalientes pueden citarse, los de índole social, destacando entre ellos, la asunción generalizada por la sociedad de los ideales regeneracionistas relacionados con la enseñanza.

Paralelamente a este clamor popular y asenso político, varias circunstancias económicas favorecieron el incremento de escuelas de nueva planta. El clima de bonanza en la economía de los años veinte alentó la inversión pública en distintos ámbitos, entre los que se encontraba la construcción de escuelas. Ya en los años treinta, de forma distinta, la crisis económica mundial también influiría positivamente en el proceso. El aumento creciente del paro invitaría a los sucesivos gobiernos a promover obra pública como paliativo al desempleo, y por tanto, se impulsó la construcción de edificios públicos, entre ellos los escolares.

Factores pedagógicos, como la intención de implantar y generalizar el modelo organizativo y didáctico definido por la escuela graduada, requerían contar con nuevos edificios, lo que, sin duda, también coadyuvó a  fraguar del proceso constructivo.

En mayor o menor grado, todos estos agentes estaban presentes y operativos desde el comienzo de la década de los veinte. Los sucesivos gobiernos no hicieron sino perfeccionarlos, o modificarlos a su agrado, pero sin variar sustancialmente sus principios inspiradores y reguladores, por lo que no puede considerarse que fueran ni los ideales republicanos, ni tampoco los políticos afectos al nuevo régimen, los promotores del mayor incremento del número de nuevas escuelas en la historia contemporánea española.

Los edificios escolares construidos y el mito republicano


En los años veinte se alzaron en España en torno a mil doscientos edificios escolares, en los que tendrían cabida más de cuatro mil aulas. Durante la II República se concluyeron las obras de unos setecientos edificios escolares con una cifra cercana a las tres mil aulas.

Por tanto el relato tan extendido y aceptado que encumbra ala República, como el régimen político pionero y responsable de una drástica mejora en las infraestructuras escolares debe cuestionarse seriamente. No es cierto, que durante el quinquenio republicano, ni durante el primer bienio ni después, se produjera el punto de inflexión a partir del cual el Estado español se implicó decisivamente en la gestión y progreso de la escuela primaria, atribuyéndole el mayor incremento de edificios escolares públicos realizado hasta entonces. Todo ello ha de desterrarse, ya que no se corresponde con la realidad.

Por otro lado, han de significarse los méritos y rendir honores a los cientos de concejales de todas las tendencias políticas, que lucharon y trabajaron por la construcción de una nueva escuela en su localidad. Ha de valorarse, además, tanto la labor desempeñada durante el Directorio Militar, en el que como es conocido colaboraron dirigentes de todo el espectro político no republicano, así como la de los gestores de las Cajas de Ahorro y el INP, quienes desde los años veinte, destinaron fondos y facilitaron los recursos financieros de estas entidades a los ayuntamientos, con la intención de contribuir a la labor de dignificación de la escuela primaria en España.

Tres circunstancias, considero, han sido en parte causantes de esta aureola desmedida colocada sobre la labor desplegada durantela II Repúblicaen el ámbito escolar.

La primera derivada de la confusión entre lo designado como creación escolar -es decir habilitación de una plaza de maestro para una determinada escuela- y el término construcción escolar. Se han solapado las cifras y se ha identificado el número de creaciones escolares con el de construcciones, cuando eran procesos independientes. Además, frecuentemente se confunden los términos aulas y escuelas y se realiza la asimilación del número de aulas con el de escuelas o edificios escolares. La investigación realizada deja meridianamente claro que, en España no se construyeron 27.000 escuelas durante el quinquenio republicano, tal y como se afirma en mucha de la bibliografía sobre el particular. Según los cómputos obtenidos pueden cifrarse, salvo error u omisión, en más de dos mil trescientos los edificios escolares cuya construcción fue proyectada, es decir aprobada oficialmente, durantela IIRepública. En ellos se preveía ubicar cerca de diez mil aulas. Sin embargo, antes de comenzarla Guerra, sólo estaban terminados unos setecientos edificios, con sus correspondiente aulas, cerca de tres mil. Evidentemente estas cifras están bastante alejadas de las mantenidas por los incondicionales del régimen republicano, empeñados en no distinguir entre categorías, entre lo proyectado y lo realizado, entre las creaciones escolares y las construcciones, entre aulas y escuelas o edificios escolares.

La segunda circunstancia, que probablemente ha fomentado esta ciega creencia en la espectacular labor constructiva del régimen republicano, se deriva de lo acontecido en la ciudad de Madrid. Durante el quinquenio republicano se proyectaron en la capital de España y sede del gobierno, cuarenta y seis edificios escolares, que se preveía albergaran entre sus muros unas cuatrocientas cincuenta aulas. Del total de edificios, se finalizaron veinte con más de doscientas aulas, aproximadamente la mitad de las proyectadas.

Son cifras incuestionables, que sin duda resaltan el interés y esfuerzo dela Repúblicapor escolarizar a todos los niños madrileños, pero si se echa un vistazo al resto de grandes capitales españolas, se comprueba que en ninguna de ellas se procedió con la intensidad que en Madrid. Por ejemplo, en las ciudades de Valencia o Cádiz, no se levantó ni un solo centro escolar. Por lo tanto, no debe extrapolarse la ejemplar y eficaz actuación de la Republica en la capital del Estado, y hacerla extensiva a toda la nación, y a cada una de sus localidades, ensalzando desorbitadamente, casi hasta el aburrimiento, los logros del sistema republicano, contraponiéndolo a otros de distinto cariz ideológico que, según queda contrastado en la investigación, trabajaron en la misma dirección e incluso con mayor efectividad.

El tercer hecho que puede haber contribuido a dibujar ese halo indeleble en el currículum del régimen republicano está relacionado con la coyuntura de su proximidad temporal, casi correlativa, al septenio dictatorial. Muchos de los grandes centros escolares, cuya construcción se gestionó y emprendió durante la Dictadura, se inauguraron dentro del primer bienio republicano, agenciándose el régimen unos méritos que no le correspondían.

Mientras que los militares y gestores del régimen dictatorial no tuvieron una continuidad política, expresada en una ideología o partido político, que una vez finalizado el septenio y tras la muerte de Primo de Rivera, hubieran defendido sus logros y conquistas, singularmente las referidas al aumento de nuevos edificios escolares, los seguidores del régimen republicano, fueron y son capaces de irradiar y ensalzar, incluso contaminar, la magnitud de sus obras, mediante cifras desproporcionadas. Sin embargo, la elocuencia de los números y fechas, nos aseguran que, gran parte de la siembra realizada en la segunda mitad de la década de los veinte fue recogida por el gobierno republicano. Es más, muchos de los expedientes abiertos durante el septenio dictatorial, y cuya tramitación administrativa se demoró varios años, culminaron su aprobación dentro del quinquenio republicano.

Por último, de pasada, resaltar la falsedad de la idea que asegura que durante el gobierno cedista, o bienio negro republicano, se produjo una desaceleración, incluso parálisis, en el ritmo de construcción de nuevas escuelas. Ya se ha señalado cómo la demanda de una nueva construcción escolar se hallaba en manos de los ayuntamientos, que no cambiaban su tendencia política ni su composición tras las elecciones generales. Por ello y dado que el gobierno cedista no varió los presupuestos destinados a la construcción de escuelas y sólo modificó ligeramente la normativa referida a las modalidades de concesión de ayudas a los ayuntamientos, resulta poco convincente mantener que durante estos dos años se paralizó o ralentizó la construcción de nuevos edificios escolares.
Aguinaga (1929)
Inauguración de las Escuelas de La Romana de Novelda (1933)
A modo de epílogo quisiera reseñar el triste final aguardaba a muchos de los nuevos edificios escolares. Los alcaldes que iniciaron los trámites para su construcción, seguramente, no podrían sospechar que el edificio, que tantos desvelos había supuesto para toda la corporación y tanta ilusión había despertado entre sus ciudadanos, acabaría cobijando entre sus muros un hospital de sangre, un cuartel o un sanatorio. Mucho menos cabría imaginarse que la nueva escuela terminara siendo bombardeada, sirviera de trinchera a los soldados, se habilitara como refugio para la población, o, incluso parte de su estructura le fuera amputada, pasto del pillaje de personas necesitadas o desaprensivas. Pero esa fue la triste realidad de numerosos edificios escolares emplazados a ambos lados de la línea del frente.

Durante tres años, el devenir de la contienda marcó la vida española, incluida la vida escolar. No sólo se padecieron los lamentables episodios descritos anteriormente, sino que, la construcción de muchos edificios a medio hacer, quedó abortada durante los años de la Guerra.

El despertar primaveral del parque escolar español quedó interrumpido por una fuerte tormenta, que en poco tiempo malogró lo que tantos esfuerzos había conllevado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia o a actos contrarios a la legislación española y a la moral católica. Los comentarios no reflejan la opinión de H en L, sino la de los comentaristas. H en L se reserva el derecho a modificar o eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas. Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.