lunes, 8 de septiembre de 2014

EDUARDO PALOMAR BARÓ: Guerra de Sucesión: la verdadera historia del 11 de septiembre de 1714


Carlos II

El infortunado rey Carlos II, casado sucesivamente con María Luisa de Borbón Orleáns, sobrina de Luis XIV, y con María Ana de Neoburgo, hija del elector palatino Felipe Guillermo, de las cuales no tuvo sucesión, designó como sucesor a su sobrino José Leopoldo de Baviera, nieto de su hermana la infanta Margarita, mujer de Leopoldo I, emperador de Alemania. Pero muerto el designado en 1699, decidió, aconsejado por el Papa Inocencio XI y presionado por el partido francés de su Corte, obediente a las órdenes del todopoderoso Luis XIV, legar la corona al nieto de éste y de su hermana María Teresa, Felipe de Borbón, duque de Anjou. 

Asentado éste en el trono por el triunfo de las armas hispano-francesas en la Guerra de Sucesión, España inicia una nueva etapa de su historia en la órbita de Francia, la eterna rival, y sucesora de España en la hegemonía de Europa.

 

Guerra de Sucesión


Contra la sucesión de Felipe V, temiendo que el advenimiento de un Borbón al trono de España aumentaría el desequilibrio europeo ya amenazado por la prepotencia de Luis XIV, Alemania, Holanda, Inglaterra, Portugal y Saboya formaron la Gran Alianza (1701) para imponer un nuevo pretendiente: el archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo I y nieto de María, hija de Felipe III. 

La guerra, que tuvo por teatros Italia, los Países Bajos, Alemania, España y el mar, se desarrolló en tres fases. 

La primera (1701 – 1704), aunque Felipe gana el título de El Animoso (2) por su arrojo en las batallas de Santa Vittoria y Luzzara (Italia), que fueron otras tantas victorias, es adversa a la causa borbónica: el inglés Marlborough invade los Países Bajos y derrotando a Tallard y Marsin en Alemania, hace pagar caras las victorias francesas de Friedlingen y Hochstädt, mientras que los anglo-holandeses ocupan Puerto de Santa María e incendian la escuadra franco-española en Vigo. 

La segunda (1704 –1709) es también favorable al Archiduque, que tuvo casi el triunfo en las manos: derrota en Blenheim de los franceses, que evacuan Alemania, desembarco de Carlos en Lisboa, toma de Gibraltar por los ingleses, derrota en Málaga de la escuadra francesa, rendición de Barcelona al Archiduque (1705), entrada de éste en Madrid, derrota francesa de Ramillies (1707), con la evacuación del Piamonte, Brabante y Flandes, ocupación inglesa de Cerdeña y Menorca y derrota francesa en Malplaquet (1709); sólo la victoria de Almansa (1707), entre tanto desastre, hizo que no decayeran los ánimos de El Animoso.  

La tercera fase (1709 – 1713) confirma ya decididamente al Borbón en el trono, sobre todo cuando la accesión al trono austriaco del Archiduque le retira el apoyo de alguno de sus aliados, que veían en la alianza de España y Austria no menor peligro para el equilibrio europeo que en la unión dinástica de España y Francia. Las victorias borbónicas de Brihuega y Villaviciosa (1710) ponen virtualmente término a la guerra, aunque Cataluña, interesada en salvar sus fueros, sigue defendiendo la causa del Archiduque hasta 1714. 

Los tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714) reconocieron la sucesión de Felipe V y zanjaron las cuestiones pendientes con grave quebranto para España y Francia, a la que sucede Inglaterra en la hegemonía europea. España perdió Nápoles, Cerdeña, los presidios de Toscana, Bélgica y el Milanesado a favor del Emperador; Sicilia a favor de la Casa de Saboya; Gibraltar y Menorca a favor de Inglaterra. 

La frase ¡Ya no hay Pirineos!, pronunciada por el embajador de España en Francia, Castel dos Rius, al presentar Luis XIV a su nieto en el palacio de Versalles como rey de España, fue una verdad a medias. Felipe V, inducido por el ambicioso Alberoni, que había prometido a su rey “hacer de España la monarquía más poderosa”, trata de anular los tratados de Utrecht y Rastadt y sorprendiendo a las potencias europeas con la súbita ocupación de Cerdeña (1717) y gran parte de Sicilia (1718), provocando la formación de la Cuádruple Alianza, integrada por Francia, Inglaterra, Saboya y el Imperio, que declaran la guerra a España. Ésta hubo de ceder sus conquistas, pero consiguió en cambio la sucesión de los ducados de Parma, Plasencia y Toscana para don Carlos (futuro Carlos III), hijo mayor de su segunda esposa, Isabel Farnesio (1692 – 1766), que encaminó toda su política a hallar Estados para sus hijos en Italia.
 

La paz de Utrecht


 

En 1712 empezaron las conferencias de paz de Utrecht. El Emperador, es decir el Archiduque Carlos, aseguró a los catalanes -mediante una carta a la ciudad de Barcelona de noviembre de 1711- que si los tratados no eran “con las ventajas y conveniencias que nos aseguren las de mi justa causa y amados súbditos, y especialmente de ese Principado al que con tanta especialidad aprecio por lo que ha sacrificado, no serán por ningún caso admitidas ni oídas de mí semejante proposiciones, quedando yo con deliberado y constante ánimo de continuar la guerra con el mayor vigor y esfuerzo”. 

Pero a pesar de las seguridades dadas por el Archiduque, poco pudo hacer el embajador Marqués de Montnegre por velar por los intereses de Cataluña, ya que el Emperador tenía graves problemas con sus enemigos y también con sus antiguos aliados que le abandonaban; tenía que hacer frente a la revuelta de los húngaros y al peligro musulmán, tan cercano. 

El 14 de marzo de 1713 se firmaba en Utrecht el compromiso de los aliados de evacuar Cataluña, Mallorca e Ibiza (Menorca y Gibraltar ya estaban en poder de Inglaterra). El asunto de las Constituciones de Cataluña era aplazado hasta la firma del Tratado de Paz. 

El Archiduque había dejado en Barcelona a su esposa como Lugarteniente, pero la Emperatriz, dando por terminada su regencia, embarcaba el 19 de marzo de 1713 en Barcelona en un navío inglés, hacia Génova y posteriormente a Austria, dejando sus funciones al Mariscal Starhemberg, que seguía al frente de los restos del ejército aliado. 

El 11 de abril de 1713 Francia firmaba en Utrecht la paz con Holanda, Gran Bretaña, Saboya y Prusia, que reconocían a Felipe V Rey de España. Gran Bretaña se apresuró a nombrar embajador en Madrid con el encargo de entrar en contacto con Starhemberg de cara a un armisticio. 

Comenzaron los contactos entre el mando aliado y los jefes borbónicos. Los catalanes intentaron de nuevo alcanzar la promesa de respeto a sus fueros, pero los oficiales de Felipe V se negaron a hablar del tema. El 22 de junio de 1713 se firmó, en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) el acuerdo de armisticio. Se estipulaba el alto el fuego a partir del 1 de julio; que, seguidamente, las fuerzas borbónicas podía iniciar la ocupación; que las fuerzas aliadas se concentrarían en Barcelona y Tarragona para ser evacuadas.
 

Junta de Brazos



El Mariscal Starhemberg tardó tres días en comunicar la noticia del armisticio a las autoridades catalanas. Ante la gravedad de la situación, la Diputación convocó Junta de Brazos, asistiendo 19 representantes del Brazo Eclesiástico, 202 del Brazo Militar y 111 del Brazo Real. Se constituyó una comisión que por 17 votos contra 10, emitió un informe de fondo pacifista, recomendando enviar unos emisarios al Rey o al Comandante en jefe de las tropas felipistas, para pactar la sumisión, intentando la conservación de las Constituciones.

Pero el 9 de julio de 1713 se hizo pública la proclama de la Diputación exhortando a la fidelidad al Emperador y a la resistencia a Felipe V. Ese mismo día embarcaban en el Besós, en naves inglesas, las tropas aliadas, y con ellas muchos aragoneses y catalanes que militaban en aquellas tropas. El emperador había prometido a cuantos quisieran expatriarse, el ingreso en el ejército austriaco, respetándoles la graduación y el sueldo. Quedaron solamente en tierra unos 1.500 hombres, de ellos unos 350 extranjeros. Cataluña quedaba abandonada a su suerte.

Felipe V
 

Resistencia catalana


Las fuerzas francesas de Luis XIV ocupaban casi la actual provincia de Gerona, a excepción de Ripoll y Hostalrich. Las tropas hispano-francesas de Felipe V ocupaban la mitad de la actual provincia de Tarragona, así como Lérida, Balaguer y la zona del Noguera Pallaresa hasta Francia. 

Frente a esta fuerza, Cataluña se aprestaba a la resistencia con los siguientes efectivos: 

En el castillo de Cardona, con 28 soldados. En Castellciutat con 140 hombres, al mando del general Moragas. En Barcelona con tres compañías de la Diputación, con 105 hombres y los restos de un Regimiento con unos 165 hombres. También se podía contar con unos 1.500 soldados españoles del ejército del Archiduque, que no quisieron ser evacuados, así como unos 2.000 voluntarios escampados por las zonas de Vich y Hostalrich, algunos de los cuales llegaron a Barcelona. 

Con este potencial bélico de unos 4.000 hombres se pretendía hacer frente al ejército hispano-francés, compuesto por lo menos por 25.000 hombres. 

Tras la rendición del general Moragas en Castellciutat, hecho ocurrido en septiembre de 1713, la resistencia quedó reducida a Barcelona -sometida a bloqueo- y Cardona, así como a la lejana Mallorca. 

En los primeros meses del año 1714 aparecieron por Cataluña una red de recaudadores de impuestos (felipistas) lo que reavivó la hostilidad hacia Felipe V, produciéndose un gran número de bandas de guerrilleros que sirvieron para distraer efectivos a las tropas borbónicas, representando un alivio del bloqueo de Barcelona. 

Consecuencia del levantamiento de las guerrillas fue el paulatino envío de refuerzos felipistas a Cataluña y el endurecimiento del sitio de Barcelona. El 3 de abril de 1714 se inició el bombardeo de la ciudad, mediante seis morteros emplazados en el Clot. En mayo prosiguieron los bombardeos, que duraron ininterrumpidamente durante seis semanas, hasta el 6 de julio. En esta fecha tomó el mando el Mariscal Berwick (1) llegando con él refuerzos franceses y españoles, con un total aproximado de 39.000 hombres. 

El día 12 de agosto de 1714 se desencadenó un furioso ataque al Portal Nou y el día 13 al portal de Santa Clara. Tras una intensa preparación artillera se inició el asalto a ambas posiciones, siendo repelidos heroicamente por los defensores. Parece ser hubo 196 bajas barcelonesas por 900 de los felipistas. Ante el fracaso de este intento, el Mariscal Berwick hizo una propuesta de armisticio, recibiendo la contestación “de no escuchar ninguna proposición para rendir la plaza”.
 

El 11 de septiembre de 1714


A las cuatro y media de la mañana se inició el ataque general. Una hora más tarde los atacantes se habían apoderado de los baluartes del Portal Nou, Santa Clara y Levante, así como del Monasterio de Santa Clara. El general Villarroel, a pesar de su dimisión -por desacuerdo con el Consejo de Gobierno que no le habían consultado, ni a él ni a los jefes militares, las decisiones que habían tomado de proseguir la lucha, que suponía un sacrificio inútil- se presentó en la Plaza del Borne y se volvió a poner al frente de la resistencia. A sugerencia de Antonio Villarroel y Peláez, el “Conseller en Cap” (Alcalde) Rafael Casanova (3), seguido de varias figuras de la nobleza y una cohorte de ciudadanos armados, salió hacia el baluarte del Portal Nou para animar a los defensores, enarbolando la bandera de Santa Eulalia, patrona de Barcelona. Casanova cayó herido leve y tomó su relevo el Conde de Plasencia. 

Con misión parecida salió la representación de la Diputación portando el estandarte de San Jorge, dirigiéndose al sector de la Plaza de Palacio. En las inmediaciones del Portal Nou, se luchó encarnizadamente en el Convento de San Agustín, donde los defensores resistieron ocho horas. Villarroel cayó herido de un tiro en una pierna; herida similar a la de Casanova; pero, no obstante, siguió al frente del combate. 

Pasado el mediodía, Villarroel creyó que era imprescindible hallar una solución antes de la noche, para evitar a la ciudad la guerra, el saqueo y el asesinato masivo. 

A las tres de la tarde se paró el fuego y poco después se iniciaban las negociaciones. Tres Comisionados barceloneses iniciaron las conversaciones con el Mariscal Berwick, que se prolongaron hasta la medianoche. Berwick exigió la rendición incondicional, prometiendo un alto el fuego hasta las 13 horas del día 12. 

Tras la consulta con la Junta de Gobierno de la ciudad, los Comisionados catalanes se reunieron con Berwick, firmando la capitulación de Barcelona y Cardona, efectiva desde el 13 de septiembre al amanecer. 

“Hasta el último momento de la lucha, los objetivos había sido los que se hacían constar en el documento dirigido al pueblo: salvar la libertad del Principado y de toda España; evitar la esclavitud que espera a los catalanes y al resto de los españoles, bajo el dominio francés; derramar la sangre gloriosamente por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España


Este párrafo, debido al historiador radicalmente nacionalista, el catalán FerránSoldevila, demuestra fehacientemente que la guerra de Sucesión no tuvo cariz nacionalista, ni catalanista ni separatista, sino meramente sucesorio y antifrancés.

Capitulación de Barcelona


A las tres de la tarde del día 12 de septiembre, se pactó la capitulación de Barcelona:

“Don Jacobo Fitz-James, Duque de Fitz-James, Duque de Berwick, de Llíria y de Xérica, Par i Mariscal de Francia, Grande de España, Caballero de las órdenes de la Jarretiera y del Toisón de Oro, Gobernador y Teniente General de la provincia del Alto y Bajo Limosín, Plenipotenciario y Generalísimo del Ejército de las Dos Coronas en Cataluña.
Aunque han llegado muy tarde los de Barcelona a pedir la clemencia del rey, todavía el excelentísimo señor mariscal duque de Berwick tiene tanta benignidad que no quiere usar del rigor de la guerra, y con este motivo de conservar y no destruir los vasallos de S.M. se ha servido conceder por gracia la vida a todos los naturales, habitantes, moradores y demás personas que de presente se hallan en Barcelona. Concede que no se saqueará la ciudad y que cada uno podrá vivir en su casa como antes, sin que por lo pasado se le haga ningún proceso de lo que ha hecho contra el rey, quedando cada uno en posesión de todos los bienes que gozaba.
En cuanto a las tropas regladas que hay dentro de la plaza, serán a discreción, conforme a las costumbres de la guerra en semejantes casos, pero se les concede la vida, sus equipajes y, por gracia particular, libertad en la forma que se ha ofrecido.
Todas las tropas y gentes de armas se retirarán mañana, día 13, al amanecer, dentro de la Rambla, y luego que lo hayan hecho enviarán al marqués Guerchy (4) para que envíe guardias a todas las puertas de la Rambla, para impedir que ningún soldado del ejército pueda entrar, y para que también se envíen guardias a iglesias y conventos.
Hoy a las 6 de la tarde se entregará Montjuich, donde las tropas que entrarán pondrán guardias en los parajes que se pidiera para conservar a los dueños la ropa y demás cosas que puede haber allíLuego al instante se entregará el muelle.
Todas las armas de los soldados arreglados y demás tropas que están en la ciudad se pondrán en el Palacio y se quedará un oficial, el que irá de parte del general Guerchy para encargarse de ellas.
Darán el estado de todos los almacenes y de los caballos y de los soldados de a caballo. Enviarán orden al Comandante de Cardona para que entregue su castillo.

Campo delante de Barcelona, a 12 de septiembre de 1714.”

 

Pregón del 11 de septiembre de 1714


Como sea que la historia catalana se ha escrito y se sigue escribiendo con apasionamiento, con romanticismo, con fanatismo, con parcialidad y con miras políticas, uno de los grandes prosistas catalanes contemporáneos, Josep Pla se preguntaba: “¿Tendremos algún día en Cataluña una auténtica y objetiva historia?... ¿Cuándo tendremos una Historia que no contenga las memeces de las historias puramente románticas que van saliendo?” Y es que hay que tener en cuenta que el pasado fue como fue y no como nos gustaría que hubiese sido.

El documento más importante de aquel 11 de septiembre de 1714 es el Bando o Pregón que se divulgó en esa fecha y que salió publicado en el libro Los Fueros de Cataluña de José Coroleu y José Pella Forgas, abogados del ilustre Colegio de Barcelona. Fue editado en Barcelona en 1878. El Bando auténtico y completo vio la luz en el 2º Tomo de la Historia del memorable sitio de Barcelona de Ed. Bruguera. 

Por la importancia de este documento hemos procedido a su traducción del catalán al español. Dice así:

PREGÓN.

“Se hace saber a todos generalmente, de parte de los tres Excelentísimos Comunes, considerando el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud. Notifican, amonestan y exhortan, representando así a los padres de la patria que se afligen de la desgracia irreparable que amenaza el favor e injusto encono de las armas franco-españolas, haciendo seria reflexión del estado en que los enemigos del Rey N.S., de nuestra libertad y patria, están apostados ocupando todas las brechas, cortaduras, baluartes del Portal Nou, Sta. Clara, Llevant y Sta. Eulalia. Se hace saber, que si luego, inmediatamente de oído el presente pregón, todos los naturales, habitantes y demás gentes hábiles para el ejercicio de las armas no se presentan en las plazas de Junqueras, Born y Plaza de Palacio, a fin de que unidos con todos los Señores que representan los Comunes, se pueda rechazar los enemigos, haciendo el último esfuerzo, esperando que Dios misericordioso, mejorará la suerte. Sehace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y protestan los presentes, y dan testimonio a las generaciones venideras, de que han ejecutado las últimas exhortaciones yesfuerzos, quejándose de todos los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y extermine todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España, y finalmente dicen y hacen saber, que si después de una hora de publicado el pregón, no comparezca gente suficiente para ejecutar la ideada empresa, es forzoso, preciso y necesario llamar y pedir capitulación a los enemigos, antes de llegar la noche, para no exponer a la más lamentable ruina de la Ciudad, para no exponerla a un saqueo general que profane los Santos Templos, y al sacrificio de niños, mujeres y a los religiosos. Y para que a todos sea generalmente notorio, que con voz alta, clara e inteligible sea publicado por todas las calles de la presente ciudad. Dado en la casa de la Excelentísima Ciudad, residiendo en el Portal de S. Antonio,presentes los mencionados Excelentísimos Señores y personas asociadas, a 11 de Septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714”.

Diferente suerte de los dirigentes catalanes


Los dirigentes catalanes de la resistencia catalana tuvieron suerte muy diversa. Algunos lograron, tras la rendición, pasar a Italia y Austria donde se incorporaron al Ejército Imperial. Otros emigraron a Francia y Portugal; algunos fueron a Mallorca, que aún permanecía adicta al Archiduque.

El que tuvo peor suerte fue el General Moragas. En junio de 1714 se unió a la guerrilla de Antonio Desvalls, Marqués de Poal. Actuó en el Llusanés, Ausona y Ripollés. Tras la capitulación de Barcelona (12 de septiembre de 1714) se retiró a Sort. Fue requerida su presencia en Barcelona, donde, temiendo represalias, intentó, junto con otros compañeros, escapar a Mallorca, pero fueron delatados por el patrón de la embarcación contratada, y detenidos el 20 de mayo de 1715, juzgados y condenados a muerte. La sentencia fue cumplida el 27 de marzo de 1715. La cabeza del General Moragas metida dentro de una jaula fue expuesta en el Portal del Mar, como gesto de inaudita crueldad.

El General Villarroel, de Alicante fue conducido a La Coruña donde permaneció hasta 1719 en que fue transferido a Segovia siendo liberado en 1725, y donde siguió viviendo de una modesta pensión que le pasaba el Emperador, hasta su fallecimiento en 1742.

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(1) James Fitz-James. I duque de Berwick.Hijo ilegítimo del rey Jacobo II de Inglaterra y VII de Escocia y de Arabella Churchill, hermana del duque de Marlborough. En Inglaterra fue I duque de Berwick, en Francia duque de Fitz-James y en España duque de Liria y Jérica y caballero de la Orden del Toisón de Oro.
(2) Felipe V, El Animoso. Su aparente ‘melancolía’ y después ‘extravagancia’ y los cambios bruscos de la apatía a una actividad frenética, eran en realidad una enfermedad neurológica, hoy conocida como bipolaridad. Durante la campaña de Milán, con 18 años, y en la Guerra de Sucesión, se puso al frente de sus tropas en decisivas batallas, por lo que le valió el apodo de ‘El Animoso’ y la admiración de su pueblo.
(3) Rafael de Casanova falleció el 2 de mayo de 1743 en San Baudilio de Llobregat.
(4) Louis de Régnier, marqués de Guerchy ( 18 de mayo , 1663 - 13 de febrero , 1748 ) Militar francés al servicio de Felipe V durante la Guerra de Sucesión Española. Con el grado de teniente general de los Reales Ejército de Luis XIV de Francia, comandó el contingente francés que auxilió el duque de Pópuli durante el sitio de Barcelona hasta la llegada del duque de Berwick . Tras la caída de la ciudad el 12 de septiembre de 1714, Berwick le concedió el honor de ser el primer gobernador militar de la plaza hasta la llegada del marqués de Lede el 22 de septiembre de 1714.

Bibliografía


Ferrán Soldevila, “Síntesis de la historia de Cataluña”, Ed. Destinolibro 1978
Ricardo de la Cierva, “Historia total de España”, Ed. Fénix 1997
Marcelo Capdeferro, “Otra historia de Cataluña”. . Ed. Acervo

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