viernes, 7 de diciembre de 2012

GUILLERMO ROCAFORT: Las falsedades del independentismo catalán sobre los almogávares



Enigmas y misterios de los almogávares
Guillermo Rocafort
141 páginas. Encuadernación:Rústica
ISBN:978-84-15043-55-3

Galland Books · c/ Estación, 41 – 47004 Valladolid · tfn.: 0034 983 116 527/ 0034 983 290 774
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El independentismo catalán se construye sobre firmes falsedades históricas y el fenómeno almogávar es quizá uno de sus mayores exponentes.

Y es que estamos ante una auténtica apropiación indebida de un patrimonio histórico que nos pertenece a todos los españoles, incluidos los catalanes.

Si su objetivo último es romper España y quedarse con la porción de nuestra historia común que más les gusta, andan listos porque no lo van a conseguir.

Estoy orgulloso de mi milenaria sangre catalana y ello me obliga más si cabe a ser coherente con mi pasado más glorioso, los almogávares, cuya desmedida ambición siempre fue supraterritorial y nunca localista o aldeanista.

Pero vayamos al origen de todo, a la génesis de la trola histórica, al “big-bang” de esa inconsistencia llamada “Nación Catalana”.

Claramente lo podemos situar en el movimiento romanticista catalán “Renaixenca” del siglo XIX, una inmersión sentimentaloide en la nada, ese periodo de búsqueda de un yo imposible y ficticio, artificial y oscuro, de una historia que nunca fue, segregada de su propia identidad, separada de la historia de los territorios que la rodean, violentado, exiliando o silenciando a los que no comulgan con sus ruedas de molino.

Pero el gigante de pies de barro que es ese mito pronto se tambaleará y yo espero a contribuir con mi Onda, territorio legado a perpetuidad por Jaime I El Conquistador a mi antepasado Guillermo Rocafort y sus descendientes, a lanzar el impacto preciso a esa cara grotesca que nuble su confuso de por sí entendimiento y provoque su caída definitiva.

Y es que han llegado al absurdo de “donar” con 100.000 euros, el antiguo gobierno catalán al Monasterio griego del Monte Athos, como indemnización por una presunta agresión que cometieron los almogávares hace la friolera de 700 años.

Hay que ser ignorante además, eso sí, muy coherentes con el victimismo tradicional que practican, para reconocer una culpa e indemnizar por ello por algo que en ningún caso hicieron sus antepasados, pues los almogávares que en Bizanco estuvieron fueron mayoritariamente valencianos.

Afirmar hasta la saciedad que en el Ducado de Atenas y de Neopatria se aplicaron los “usatges” o usos jurídicos-mercantiles barceloneses es una afirmación que no tiene ningún sustento histórico fiable. Allí se aplicó el más puro Derecho al Botín que por otra parte tiene una fuerte influencia islámica.

Falsedades, eso es lo que son, esas afirmaciones vertidas en aquel movimiento cultural sobre los almogávares surgido a base de la subvención del premio literario con una motivación política segregadora y pretenciosa tan evidente.

La práctica del “anacronismo histórico discursivo” alcanza en el movimiento romanticista catalán del siglo XIX límites paroxísticos en lo que afecta a los almogávares.

Uno de sus exponentes, Jaume Collell, llega al extremo de relatar en su obra como los almogávares bailaban una sardana con los griegos a los pies de la Acrópolis ateniense [1]

“Almogávars, terror d’aquexes terres,
los de musclám d’acer, cor de lleó,
basta ja de carnatge, prou de guerres,
plantém aquí les barres d’Aragó.
Visca Aragó!, tots enardits responen,
visca Aragó!, l’Acrópolis respon;
y ‘ls nacres y clarins alegres sonen
y ab teyes s’ilumina ‘l Parthenon.
Y penjant les ascones sanguinoses
l’endemá aquells valents, lleugers de peus,
ab les dones del Ática amoroses
ballaven la sardana als Propileus”.

Por otro lado, en la composición de Ramón Picó [2] sobre la muerte de Roger de Flor se llega a afirmar que éste en su desesperación tras la trampa en que ha caído en Adrianópolis se lleva por delante a Georgio, caudillo de los alanos, cuando se sabe por todas las fuentes históricas que fue este el que mató con sus propias manos a Roger de Flor en venganza por la muerte de su hijo a mano de los almogávares, y no como afirma Picó por una puñal traicionero de Melic, el capitán de los turcoples:

“Mes Milich, lo general
de los grechs lo pus traydor,
ne clava á Roger de Flor
per l’espatlla son punyal.
Dant est un crit d’agonía
comensa á balandrejar:
tan sols lo pogué matar,
no ‘l valor, la traydoría”.

La intención de Picó era ensalzar el valor según él del caudillo catalán, cuando es público y notorio que Roger de Flor no tenía un solo pelo de catalán, por ser su padre, Ricardo de Flor, un alemán con el oficio de halconero al servicio del Emperador Hoffestaufen y su madre una italiana de Brindisi.
Por su parte, Damás Calvet [3] pone a los almogávares como libertadores del pueblo griego …

“Est camp de gloria nostra vinguda
transforme en cércol de gladiadors:
llur sanch ne sia nostra beguda,
llurs xafats cascos, fassen de gots.
En nostras armas Grecia confia:
torném al poble sa llibertat.
¡A ells! ¡St. Jordi! ¡Santa Maria!
¡Desperta ferro! ¡Firam! ¡Firam!”.

Nos encontramos en todos los casos con poemas u obras literarias con asombrosas exageraciones y anacronismos flagrantes que han servido para crear el mito.

Sería imposible aguantarse la risa si no fuera porque hoy en Cataluña esta es la historia oficial.
Ni Roger de Flor era catalán, ni bailó una sardana con los griegos en el Partenón, ni fue asesinado por los turcoples en Adrianópolis… su vida es una sombra que se nos presenta ante nuestros incrédulos ojos y que yo he intentado retratar en la novela histórica “La Misión Secreta: Roger de Flor junto a los Almogávares y los misterios templarios” y en el ensayo histórico “Los Almogávares y la Orden del Temple”.

Es cierto que en la actual Grecia a los almogávares se les identifica como catalanes pero esto no significa nada, pues también a los españoles nos llaman en Cuba y en otros territorios hispanoamericanos gallegos. No se puede identificar con rango de verdad histórica al todo con la parte.

De los principales protagonistas activos de la Epopeya Almogávar en Bizancio apenas había catalanes: Roger de Flor era italo – alemán, Berenguer de Entenza, Berenguer de Rocafort y Jiménez de Arenós eran distinguidos caudillos almogávares vinculados al Reino de Valencia, Corbarán de Alet era navarro …

Como señala Eusebi Ayensa en su artículo “Els Catalans a Grecia en la Literatura Grega i Catalana del segle XIX: El llarg camí vers la creació d’una épica nacional” no deja de ser curioso como estos hechos de los almogávares en Bizancio, después de haber caído durante siglos en el olvido, se convirtieron en Cataluña en un referente básico de la literatura romántica de la época para a continuación afirmar que es evidente que la recuperación del tema almogávar es consecuencia directa del redescubrimiento histórico y cultural del pasado medieval en la literatura catalana.

Y es precisamente la necesidad de inventarse una gesta nacional que unifique un sentir nacional catalán entonces inexistente lo que encontraron en los almogávares los creadores de la falsedad que hoy todavía pervive.

Y así, la Renaixenca, empezó a inventarse de la nada una literatura histórico patriótica sustentada sobre una catalanidad de la epopeya almogávar en Bizancio que nunca fue así, y para ello contó con la inestimable ayuda de unos también desorientados intelectuales griegos contemporáneos suyos que andaban a la búsqueda de sus propias raíces históricas perdidas después de largos siglos bajo el poderío turco.

Por otro lado son los independentistas catalanes los que degradan constantemente en sus anacrónicos alegatos a los almogávares, reduciéndoles a la condición de vulgares mercenarios, servidores de amos ajenos, como ellos mismos, cuando la realidad es que el almogávar era el soldado idealista, que lucha por una soldada y el botín, pero con firmes espirituales, como el amor a su Religión, a sus Reyes y a su Patria. Sólo así se puede comprender algunos de sus episodios en Bizancio, como la negativa de abandonar Galípoli, tras el asesinato del italo-alemán Roger de Flor, ante el acoso imperial al que estaban sometidos y su determinación a plantar batalla en campo abierto en condiciones muy desfavorables.

Los Almogávares de Aragón inconscientemente buscaban sus Indias en los confines en el Mundo de Oriente doscientos años antes de que los Almogávares de Castilla hicieran lo propio en América. Fueron pioneros en su afán descubridor y les faltó poco para conseguirlo. Los castellanos sí que lo consiguieron, pero no es ningún desdoro para sus hermanos del Reino de Aragón que lo intentaron antes que ellos.

Es más, episodios que sucedieron en Bizancio se repitieron en América, como por ejemplo, cuando Hernán Cortés ordena barrenar sus buques a las puertas del Imperio Azteca, similar escena que tuvo como protagonista en Galipoli a Berenguer de Rocafort.

Ambos iban movidos por el mismo espíritu de conquista que se alimentaba de sus legítimas ambiciones y de su alma almogávar de capitanes idealistas y por ello descontrolados.

Los almogávares, como bien señalan los profesores Luis Suárez Fernández y Ricardo de la Cierva, fueron “un fenómeno común a todos los reinos hispánicos”, como acredito con este libro, y por lo tanto no exclusivo ni identitario de ningún territorio o región de España, ni movimiento político de carácter localista y mucho menos de un equipo de fútbol por muy campeón que sea.

El abuso del que han hecho de los almogávares los independentistas catalanes es ciertamente como decía anteriormente una apropiación indebida.

Es cierto que hubo almogávares catalanes, pero su presencia en Bizancio estuvo claramente diluida por la presencia mayoritaria de huestes almogávares provenientes de los límites del Reino de Valencia con el Reino de Granada y sus aledaños, y que allí partieron bajo el mando de Caudillos relevantes de sangre valenciana, previo paso y batallas en la Isla de Sicilia.

Y es que por otro lado reducir como han hecho los cazadores furtivos de la Historia toda la proyección histórica almogávar durante siglos en España, Africa y América a su papel en Bizancio es también un despropósito por cuanto que su presencia abarca muchísimos más escenarios geográficos y temporales, sin ir más lejos, su papel en las famosas Guerras del Vespro sicilianas, en los que durante 20 años, los almogávares de la Corona de Aragón se cubrieron de gloria frente al ocupante francés.

Personajes como por ejemplo Blasco de Alagón, de familia morellana, y su papel como Virrey de la Corona de Aragón en Sicilia, o Jiménez de Arenós, noble valenciano, mezcla de la mejor sangre cristiana y musulmana, nombrado Megaduque de Bizancio, son personajes negados por la historiografía nacional-catalanista pero que bien merecen una biografía que no descarto a medio plazo.

Por otro lado, las aportaciones del historiador Antoni Atienza son clarividentes en este sentido y aportan una serie de datos incontestables en su magnífica serie de recientes artículos titulada “Els valencians en Grecia” consultables en Internet, como por ejemplo que en Bizancio el botín se calculaba y repartía en moneda valenciana (crónica de Muntaner, cap. 204). Identifica territorios valencianos de donde partieron los contingentes almogávares (Castellón, Morella, la capital del Reino, Burriana, Gandía,…). Incluso llega a identificar los nombres de dos galeras valencianas (Sant Antonio y Santa Coloma) que desplazaron a almogávares valencianos en Constantinopla. Otros valencianos ilustres que tuvieron papeles destacados en la Grecia valenciana citados en su obra son Antoni Ballester, arzobispo de Atenas y Bernat de Ballester, gobernador de Tebas, Romeu de Bell-Arbre, gobernador de Atenas, Ramón de Vilanova …

Sabemos poco, muy poco de los almogávares y su papel en Bizancio. La lejanía, el aislamiento político que padecieron, el manto de un silencio de siglos y el múltiple acoso sufrido han hecho de ellos víctimas históricas propiciatorias de unos desaprensivos, depredadores de glorias ajenas que han encontrado en ellos como ese pasado mitológico y de una orfandad ideal para sus fines. Por ello quizá para ellos, los almogávares, su mayor drama es que hayan surgido unos oportunistas que se han autoproclamado sus continuadores en el presente sin ni siquiera conocer sus valores y sus tradiciones auténticas.

¡Que dejen en paz a los almogávares de Bizancio y a los que teniendo en nuestras venas sangre catalana desde hace más de mil años, sentimos que la Historia debe responder a la verdad de los hechos!

En cuanto a las denominaciones bajo las que aparecen los almogávares en las fuentes griegas, el trabajo más revelador a tal efecto publicado en España pertenece al prestigioso profesor de nacionalidad griega Moschos Morfakidis, de la Universidad de Granada.

Uno de los motivos principales por el que los independentistas catalanes se han apropiado indebidamente de la Epopeya Almogávar a Bizancio es porque, según ellos, los griegos se han referido a los almogávares de forma uniforme y exclusiva como “catalanes”.

Pero nada más lejos de la realidad.

Tal y como afirma Morfakidis, en su definitivo estudio “La presencia catalana en Grecia: relaciones entre griegos y catalanes según las fuentes”, publicado en la revista Erytheia (1987), habla expresamente “del amplio abanico de denominaciones bajo las que aparecen los almogávares en las fuentes griegas”.

Así, destaca el término “latinos” con el que se solía designar a los europeos occidentales y que aparece en los textos bizantinos de los principales historiadores de la presencia de los almogávares en Bizancio que son Paquimeres y Gregoras.

Por el contrario, los cronistas bizantinos no utilizan el nombre de “francos”, término que sí utilizaron los propios almogávares para referirse a sí mismos, tal y como se acredita en el famoso sello oficial de la Hueste, y con carácter puntual en la Crónica Galaxidion, escrita por el monje ortodoxo Eutimio, el cual en su obra utilizó varios términos para referirse a los almogávares.

Otros términos utilizados utilizados, por ejemplo con Teódulo, son el de “italos”, alternando con el de “los de Italia” y “los de Sicilia”.

Vemos por lo tanto que en este caso, su denominación excede el ámbito de la península ibérica, lo cual es lógico, pues entre los almogávares hubo un importante contingentes de soldados de Italia y más en particular de Sicilia, donde estuvieron los almogávares luchando durante veinte años (1282 – 1302).

Calcocondilas utiliza entre otros términos el que se suele utilizar para designar a los habitantes de la península ibérica en general. Este mismo autor emplea igualmente el de “tarraconenses” , lo que también hace Eutimio en la precitada Crónica de Galaxidion.

En definitiva, el término catalán aparece en los textos griegos, “aunque no con la frecuencia que se podría esperar”. En realidad es utilizado exclusivamente por Paquimeres y Grégoras, quienes lo alternan con los previamente citados.

No obstante, afirma Morfakidis “tampoco se puede descartar la posibilidad de que la palabra catalán sea usada con cierto matiz peyorativo, al ser utilizada precisamente en los pasajes en lo que se relata el enfrentamiento abierto entre el Imperio y la Compañía almogávar”.

Finalmente, otro apunte interesante es que Grégoras afirma que Rogor de Flor formó su ejército de almogávares con soldados procedentes de la “baja Iberia y de la parte más occidental de la Galia Trasalpina”. Obviamente Gregoras se refiere en este último caso a la Galia traspirenaica y en cuanto a la denominación de baja Iberia, lo interpreto como la parte de Iberia, toda la Iberia, que en aquella época, primeros del siglo XIV, era frontera con el Islam, lo que básicamente nos sitúa en los límites con el Reino de Granada, tanto del Reino de Castilla como de Aragón (Orihuela).

En definitiva, son varias las hipótesis sobre el particular, pero vemos que la denominación exclusiva de catalanes sobre los almogávares que estuvieron en Bizancio carece de la presunción histórica que se le atribuye sin fundamento.

Negar que hubo almogávares catalanes en Bizancio es también un ejercicio de “negacionismo” sin sentido ni fundamento, pero las fuentes griegas se nos manifiestan como un elemento de claridad sobre un asunto sobre el que apenas se ha discutido en España.

También es interesante la teoría de la calificación peyorativa, según el cual el término catalán se usa como un insulto, a partir del momento en que los almogávares dejan de ser aliados de los bizantinos para convertirse en sus más feroces enemigos.

Latinos, francos, italianos, sicilianos, íberos, galos, tarraconenses , etc… son términos que trascienden de lo catalán y nos sitúa en un plano muchos más amplio, exactamente el propio de la Antigua Corona de Aragón, en toda su extensión, que abarca Reinos tan importantes para su historia como el Reino de Valencia y el Reino de Mallorca, el primero de los cuales fue el verdadero origen de las huestes de almogávares que lucharon primero en Sicilia y después en Bizancio.
 
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[1] Collell, Jaume, Los almogavars al Parthenon, dins Jochs Florals de Barcelona, any XXXIX de llur restauració, Barcelona, Estampa La Renaixensa, 1897, pp. 91
[2] Picó y Campanar, Ramon, La mort d’en Roger de Flor, dins Jochs Florals de Barcelona en 1867,
Barcelona, Llibreria d’A. Verdaguer, 1867, pp. 178
[3] Calvet, Damàs, ¡Són ells…! Desembarch dels almogavers en Orient, dins Jochs Florals de Barcelona en 1859, Barcelona, Llibreria d’A. Verdaguer, 1859, pp. 100.

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