jueves, 20 de febrero de 2014

EDUARDO PALOMAR BARÓ: Las elecciones del 16 de febrero de 1936. Cómo se adjudicó la victoria el Frente Popular

elecciones Frente Popular

En las primeras horas de la mañana del 16 de febrero de 1936 empezaron a movilizarse las legiones de electores en ciudades y pueblos para reñir la gran batalla. No obstante el apasionamiento, las votaciones se desarrollaron con una normalidad ejemplar. Las medidas de seguridad adoptadas por el Gobierno dieron resultado y los incidentes fueron pocos. Los primeros datos daban el triunfo de la Ezquerra en Barcelona y en casi toda Cataluña. En Madrid, la candidatura del Frente Popular iba delante.

Por la noche grupos estacionados en la Puerta del Sol y ante la Cárcel Modelo proclamaban a gritos y puños en alto el triunfo de las candidaturas revolucionarias en toda España. A las dos de la madrugada (17 de febrero) en el Ministerio de la Gobernación se fueron recibiendo informes de muchas provincias, donde las muchedumbres frente populistas, exacerbadas por agitadores, dominaban la calle y trataban de asaltar las cárceles para liberar a los presos. La situación se fue agravando, ardiendo iglesias y conventos en pueblos de Cáceres, Cádiz, Sevilla, Córdoba, Málaga y Murcia.

En Elche, según una crónica periodística del 24 de febrero de 1936, se podía leer: “Ni uno solo de los 40.000 habitantes de la ciudad de Elche pudo cumplir el domingo pasado con el primer mandamiento de la Iglesia. Tres iglesias parroquiales tiene el pueblo, aparte de otro gran templo de las monjas clarisas, y uno o dos pequeños oratorios de otras comunidades de religiosas. El domingo pasado estaban esas cuatro iglesias en escombros. No había ni altar ni quien oficiara sobre él. En estos días sobre Elche, la ciudad de las palmeras y el “misterio” asuncionista, se había desatado el vendaval de la revolución”.

El general Franco, jefe del Estado Mayor Central, llamó al inspector General de la Guardia Civil, general Sebastián Pozas Perea, para advertirle que se estaban sacando de las elecciones unas consecuencias revolucionarias. “Vivimos –decía Franco– en una legalidad constitucional la cual nos obliga a acatar la declaración de las urnas. Mas todo lo que sea rebasar ese resultado es inaceptable por virtud del mismo sistema democrático. A la vista de lo que sucede, y por si los desórdenes van en aumento, debe preverse la posibilidad de que sea necesario declarar el estado de guerra”». Pero el general Pozas Perea no compartía la alarma ni el pesimismo de Franco. Complacido, a fuer de buen republicano y masón, del triunfo del Frente Popular, consideraba los desmanes como una legítima expansión jubilosa de los vencedores, que remitiría pronto.

Sin embargo las noticias cada vez eran peores. El general Fanjul mostró a Franco los informes recibidos por muchos candidatos derechistas de localidades cuyos vecindarios estaban aterrorizados. Ante hechos de tanta gravedad, Franco se consideró obligado a informar al ministro de la Guerra. Dormía el general Nicolás Molero Lobo, que se sobresaltó al conocer el relato de los sucesos. Franco le aconsejó que instara al presidente del Consejo para que sin pérdida de tiempo, acordaran declarar el estado de guerra. El general Molero dudó antes de decidirse, pero al fin prometió que a primera hora de la mañana recomendaría a Manuel Portela Valladares que adoptara aquella decisión. Así lo hizo. Se celebró la conversación por teléfono, y el ministro argumentó ayudándose de un guion redactado por Franco.

A las diez de la mañana se reunió el Consejo de Ministros bajo la presidencia de Niceto Alcalá Zamora. A la salida Portela afirmó que sería respetada la voluntad nacional y que se había declarado el estado de alarma por ocho días en toda España. Se restablecía la previa censura. Por concesión del Presidente de la República y acuerdo del Consejo de Ministros, el jefe del Gobierno había sido autorizado para declarar el estado de guerra allí donde considerase necesario. En el Ministerio de la Guerra se procedió a dar cumplimiento a la orden de declarar el estado de guerra. El propio general Franco escribió las oportunas instrucciones y se puso en relación con los Comandantes Militares de aquellas capitales donde la situación era más seria. Las autoridades civiles de Zaragoza, Oviedo y Valencia resignaron el mando y las tropas fueron puestas en la calle. En este momento se recibió en el Ministerio una contraorden, que dejaba sin efecto el decreto. El jefe del Gobierno confirmaba, poco después, la anulación de la medida por expreso encargo de Alcalá Zamora.
Concentración socialista: Oviedo, 14 de junio de 1936
Concentración socialista: Oviedo, 14 de junio de 1936

Suena La Internacional y se dan vítores a Rusia

 
En la Puerta del Sol suena La Internacional entonada puños en alto y vítores a Rusia. El 17 de febrero el ministro de Instrucción Pública ordena la suspensión de clases en la Universidad. El de Gobernación autoriza la reapertura de la Casa del Pueblo, donde ondea la bandera roja. La Sala Segunda del Tribunal Supremo es convocada con carácter urgente para poner en libertad a los directivos de las organizaciones socialistas. Mientras el Gobierno, indeciso y amedrentado, no hace nada. La Prensa revolucionaria destaca estrepitosamente el triunfo, hasta entonces basado en conjeturas, entre adjetivos: “aplastante, arrollador, impresionante, formidable”. Los resultados sufrirían alteraciones fundamentales en el transcurso de horas, y en los días siguientes a la elección por huida de los gobernadores, intromisión de los Comités del Frente Popular en la falsificación de actas, por amaños en las votaciones y otros fraudes.

Falsificación de resultados según Alcalá Zamora


Según Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República en 1936, en su artículo Los caminos del Frente Popular, publicado en Journal de Genéve el 17 de enero de 1937, enumera las irregularidades electorales:
“A pesar de los refuerzos sindicalistas, el Frente Popular obtenía solamente un poco más, muy poco, de 200 actas, en un Parlamento de 473 diputados. Resultó la minoría más importante, pero la mayoría absoluta se le escapaba. Sin embargo, logró conquistarla consumiendo dos etapas a toda velocidad, violando todos los escrúpulos de legalidad y de conciencia.
Primera etapa: desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, la que debería haber tenido lugar ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden, reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis: algunos Gobernadores Civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales: en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificados.
Segunda etapa: conquistada la mayoría de este modo, fue fácil hacerla aplastante. Reforzada con una extraña alianza con los reaccionarios vascos, el Frente Popular eligió la Comisión de validez de las actas parlamentarias, la que procedió de una manera arbitraria. Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición resultó victoriosa; se proclamó diputados a candidatos amigos vencidos. Se expulsó de las Cortes a varios diputados de las minorías. No se trataba solamente de una ciega pasión sectaria; hacer en la Cámara una convención, aplastar a la oposición y sujetar al grupo menos exaltado del Frente Popular. Desde el momento en que la mayoría de izquierdas pudiera prescindir de él, este grupo no era sino el juguete de las peores locuras.
Desde el 17 de febrero, incluso desde la noche del 16, el Frente Popular, sin esperar el fin del recuento del escrutinio y la proclamación de los resultados, lo que debería haber tenido ante las Juntas Provinciales del Censo en el jueves 20, desencadenó en la calle la ofensiva del desorden: reclamó el Poder por medio de la violencia. Crisis; algunos gobernadores civiles dimitieron. A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos electorales; en muchas localidades los resultados pudieron ser falsificado”.

Comentarios de diferentes medios de comunicación


La situación el día 18 era dramática. La anarquía se propagaba de una provincia a otra. Motines, asaltos, crímenes, incendios. El ABC comenta: “Esto es la República: la de abril y la de todas las fechas. Pueden cambiar el ritmo y algunos accidentes o aspectos, pero nunca la entraña y el ser”. El Berliner Lokal Anzeiger pronostica que “la victoria de las izquierdas, traerá el reinado del terror y el dominio de la calle, la insurrección y el asesinato”.

El londinense Daily Mail asegura: “Es evidente que la democracia está a punto de rendir su último suspiro en España, país que nunca prosperó desde el destronamiento de Alfonso XIII”.

El diario soviético  Pravda comenta: “Los comunistas españoles saben que no pueden esperar la realización del programa del Frente Popular de un Gobierno de izquierdas que probablemente se formará. Les incumbe la tarea inmediata de acrecentar por todos los medios la actividad de las masas trabajadoras”.

Alcala Zamora_Asalto a la República

Desórdenes y violencias


Desgraciadamente no faltó el ingrediente de la violencia entre el 17 y el 29 de febrero de 1936, e incluso en los días siguientes hasta la fecha del alzamiento.

Josep Pla en su Historia de la Segunda República describe aquella delicada situación de la siguiente forma:
«Se ha dicho que el 17 de febrero fue un 14 de abril. No es exactamente esto. El 17 de febrero fue un 14 de abril agravado por una repetición del 11 de mayo (quema de conventos). El advenimiento de la República había significado una revolución política: el destronamiento. El 17 de febrero era el pórtico de una profunda revolución social que desató mucha violencia contra las tres fuerzas a las cuales la República declaró la guerra: la Iglesia católica, la propiedad privada y el Ejército»    
Los desórdenes comenzaban con el incendio de iglesias y conventos, se prolongaban en actos de terror y terminaban con el asalto a centros políticos y domicilios de los “enemigos del pueblo”.
En vista de los graves sucesos, Franco visita a Portela, exigiéndole urgentes medidas, a lo que el jefe del Gobierno le contesta que no tiene energías suficientes para hacer frente a lo que se le pide, y que piensa abandonar.

Al terminar la jornada del 18 de febrero, Portela recibe a media noche en el “Hotel Palace”, donde reside, a Calvo Sotelo y al hombre de negocios Joaquín Bau. Calvo Sotelo apela a todos los recursos de la persuasión para convencer a Portela de que no abandone el Poder: le recomienda que utilice medidas de excepción. Abatido por un gran pesimismo, el jefe del Gobierno ya había capitulado ante la revolución y renunciado a todo.

El día 19 Portela llamó a Franco para comentarle que había dimitido por lo que ya no era el jefe de Gobierno.

Franco, sorprendido, exclamó con energía: –¡Nos ha engañado, señor Presidente! Ayer sus propósitos eran otros.
–Le puedo jurar, replicó Portela, que no les he engañado. Yo soy republicano, pero no soy comunista, y he servido lealmente a las instituciones en los gobiernos de que he formado parte o presidido. No soy un traidor. Yo le propuse al Presidente de la República la solución; ha sido Alcalá Zamora quien se ha opuesto a que se declarase el estado de guerra.
–Pues, a pesar de todo, y como está usted en el deber de no consentir que la anarquía y el comunismo se adueñen del país, aún tiene tiempo y medios para hacer lo que debe. Mientras ocupe esa mesa y tenga a mano esos teléfonos…
Portela interrumpió.
–Detrás de esa mesa no hay nada.
–Están la Guardia Civil, las fuerzas de Asalto…
–No hay nada, replicó Portela. Ayer noche estuvo aquí Martínez Barrio. Durante la entrevista penetraron los generales Pozas y Núñez del Prado, para decirme que usted y Goded preparaban una insurrección militar. Les respondí que yo tenía más motivos que nadie para saber que aquello no era cierto. Martínez Barrio me pidió que me mantuviese como fuera durante ocho días en el Gobierno. Querían sin duda, que la represión de los desórdenes la hiciera yo. También me dijo que Pozas, el Inspector General de la Guardia Civil, y el jefe de las Fuerzas de Asalto se habían ofrecido al Gobierno del Frente Popular que se formase. ¿Ve usted –concluyó Portela– cómo detrás de esta mesa no hay nada?... 

Manuel Portela Valladares sólo buscaba evadirse del atolladero en que se veía comprometido. Culpaba a Alcalá Zamora de haber sido el causante al no declarar el estado de guerra, y sin embargo, el 15 de marzo de 1938, haría la siguiente confesión: “Yo he sido siempre enemigo del estado de guerra: en ninguna ocasión he querido gobernar en estas condiciones, y cuando dimití en 19 de febrero de 1936 me negué a publicar la declaración del estado de guerra, cosa que estaba acordada por el Consejo, firmada por el Presidente de la República y pendiente únicamente de mi voluntad el que se publicara o no en la Gaceta”.

El 19 de febrero de 1936, a las seis y media de la tarde, Azaña es encargado por el Presidente de la República de formar Gobierno. A media noche una muchedumbre llenaba la Puerta del Sol; entonaba La Internacional y reclamaba la presencia de Azaña. Salió éste al balcón para decir: “En cuanto se abran las Cortes se emprenderá la obra legislativa que dará cima a vuestras aspiraciones. La primera preocupación del Gobierno será obtener la amnistía. Tened confianza en el Gobierno”.
Las gentes pedían la inmediata liberación de los presos y el ejemplar castigo a los fascistas, entre grandes vítores a Asturias y a Rusia.

En la primavera de 1936 se multiplicaron los choques en las calles de las ciudades entre la derecha y la izquierda en medio de una escalada retórica de reproches mutuos. El periodo de febrero a julio de 1936 fue uno de los más conflictivos de la historia contemporánea.

Se iniciaba un periodo de cinco meses de anarquía y de falta de autoridad, condicionado el Gobierno por el ímpetu de los revolucionarios, que los exponentes más moderados del Ejecutivo no pudieron controlar.

Azaña lo reflejaría de esta manera en una carta: “Ahora vamos cuesta abajo, por la anarquía persistente de algunas provincias, por la taimada deslealtad de la política socialista en muchas partes, por las brutalidades de unos y otros, por la incapacidad de las autoridades, por los disparates que el Frente Popular está haciendo en casi todos los pueblos, por los despropósitos que empiezan a decir algunos diputados republicanos de la mayoría. No sé, en esta fecha, cómo vamos a dominar esto”.

El pucherazo en las elecciones del 16 de febrero de 1936


Si bien los resultados de dichas elecciones nunca fueron publicados oficialmente, hoy es posible detallar los resultados de las mismas.

Los votos totales fueron 9.716.705.
–El Frente Popular obtuvo 4.430.322
–Los de derechas tuvieron 4.511.031.
–Los votos de centro fueron 682.825.
–Los votos en blanco y otros, 91.641.

Hubo irregularidades contra las candidaturas de derechas en las provincias de Cáceres, La Coruña, Lugo, Pontevedra, Granada, Cuenca, Orense, Salamanca, Burgos, Jaén, Almería, Valencia y Albacete, entre otras. Estas irregularidades sirvieron para convertir en una victoria en escaños para el Frente Popular su derrota en votos.

Manuel Azaña explica muy satisfecho cómo consiguieron la diferencia de escaños con los mismos o menos votos:
“En la Coruña íbamos a sacar cinco o seis (diputados). Pero antes del escrutinio surgió la crisis, y entonces los poseedores de 90.000 votos en blanco se asustaron ante las iras populares, y hemos ganado los trece puestos… ¡Veleidades del sufragio!… Han sacado al otro… para que no saliera Emiliano, a quien metimos preso la misma noche de formarse el gobierno, para salvarle la vida, decían los de allí… hemos sacado… otro en Guipúzcoa… y no tenemos dos, porque los comunistas se llevaron las actas pistola en mano”. (Carta de Azaña a su cuñado Cipriano Rivas Cherif  del 19 de marzo de 1936)
En el diario británico “Evening Standard” del 10 de agosto de 1936, Winston Churchill declaraba sobre la España del Frente Popular de 1936, lo siguiente:
“¿Cómo sucedió? Sucedió “de acuerdo con el plan”. Lenin afirmó que los comunistas debían prestar su ayuda a todo movimiento hacia la izquierda y promover la implantación de gobiernos constitucionales débiles, de signo radical o socialista. Después socavarían esos gobiernos y les arrancarían de sus manos vacilantes el poder absoluto instituyendo un estado marxista. El procedimiento es bien conocido y ha sido comprobado. Forma parte de la doctrina y táctica comunistas. Ha sido seguido de manera casi literal por los comunistas de España. […] Desde las elecciones celebradas a principios de este año, hemos asistido a una reproducción casi perfecta en España, mutatis mutandis del período de Kerensky en Rusia”.
Manuel Azaña, el 19 de marzo de 1936, justo al mes de ser proclamado Presidente del Gobierno, escribe a su cuñado Cipriano Rivas Cherif, la siguiente carta:
“Creo que van más de doscientos muertos y heridos desde que se formó el Gobierno, y he perdido la cuenta de las poblaciones en que han quemado iglesias y conventos: ¡hasta en Alcalá!… Habían comenzado los motines y los incendios. En las cárceles andaban a tiros. Aquella noche se escaparon tranquilamente de las de Gijón mil cien presos… En Oviedo los imitaron…los republicanos empezaron a enfadarse… Hasta los desórdenes me los perdonaban, y el que más y el que menos los encontraba… naturales. Ahora vamos cuesta abajo por la anarquía persistente de algunas provincias, por la taimada deslealtad de la política socialista… por las brutalidades de unos y otros, por la incapacidad de las autoridades, por los disparates… en casi todos los pueblos, por los despropósitos que empiezan a decir algunos diputados republicanos de la mayoría. No sé, en esta fecha como vamos a dominar esto”.

Situación de las fuerzas de izquierdas. Formaciones y Partidos.


Las izquierdas, ante el nuevo proceso electoral, e impulsadas por la idea de crear un Frente Popular, van dando forma a su alianza. Dentro del PSOE existían algunos miembros que no veían bien la idea de aliarse con sus enemigos de 1931. Pero la estrategia impulsada desde Moscú por Stalin, empezó a dar sus resultados, y más cuando Francisco Largo Caballero, a quien se le conocería con el apodo del “Lenin español”, incitaba dentro de su Partido un proceso de bolchevización.

El papel de la Internacional comunista y del Partido Comunista Español (PCE) era sembrar en los diferentes sectores de izquierda el temor de que si ganaban las derechas, en España se implantaría el fascismo. Para formar dicho frente, se aliaron: Izquierda Republicana, Unión Republicana, Partido Socialista, UGT, Federación de Juventudes Socialistas, Partido Comunista, Partido Sindicalista y Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM).

En Cataluña, el Frente Popular no se estructuró, ya que el PCE no poseía gran influencia, y la CNT en cierta forma contribuyó a ello. El día 4 de febrero de 1936 quedó constituido el Front Català d’Esquerres, versión catalana del Frente Popular, que estaba compuesto por Esquerra Republicana de Catalunya, Acció Catalana Republicana, Partit Nacionalista Republicà d’Esquerra (grupo L’Opinió), Partit Republicà d’Esquerra (azañistas), Unió Socialista de Catalunya, Unió de Rabassaires, Partit Obrer d’Unificació Marxista, Partit Català Proletari y Partit Comunista de Catalunya (III Internacional).

Para dar una idea de lo que fue la campaña de las izquierdas, el día 22 de enero de 1936, Largo Caballero en un discurso señala: “Si algún día varían las cosas, que las derechas no pidan benevolencia a los trabajadores. No volveremos a guardar las vidas de nuestros enemigos, como se hizo el 14 de abril… Si aquéllas no se dejan vencer en las urnas, tendremos que vencerlas por otros medios hasta conseguir que la roja bandera del socialismo ondee en el edificio que vosotros queráis”.

El 26 de enero, el “Lenin Español” pronuncia un discurso en Alicante, destacándose de sus palabras lo siguiente: “Las elecciones no son más que una etapa en la conquista y su resultado se acepta a beneficio de inventario. Si triunfan las izquierdas, con nuestros aliados podemos laborar dentro de la legalidad, pero si ganan las derechas tendremos que ir a la guerra civil declarada. Yo deseo una República sin lucha de clases; más para eso es necesario que desaparezca una de ellas. Y esto no es una amenaza, es una advertencia; y que no se diga que nosotros decimos las cosas por decirlas: nosotros las realizamos”.

El 2 de febrero en Valencia en otro discurso señala: “La clase trabajadora tiene que hacer la revolución… Si no nos dejan, iremos a la guerra civil. Cuando nos lancemos por segunda vez a la calle, que no nos hablen de generosidad y que no nos culpen si los excesos de la revolución se extreman hasta el punto de no respetar cosas ni personas”.

En un mitin del POUM celebrado en el Price de Barcelona, Andrés Nin, decía a sus seguidores: “La Iglesia será destruida. Se dará la tierra a los campesinos y la libertad a las nacionalidades. Las revoluciones burguesas dejan intacto el aparato del Estado. El proletario destruirá este aparato…”.

En “Mundo Obrero” del 23 de enero de 1936 se podía leer la siguiente frase: “Siempre hemos intentado formar un partido unido que no tuviera nada que ver, directa o indirectamente con la burguesía: un partido que adoptara como norma la insurrección armada para la conquista del poder y el establecimiento de la dictadura del proletario…”

propaganda ELECCIONES FEBRERO 36

Situación de las fuerzas de derechas. Formaciones y Partidos.


Por su parte las derechas se agruparon en lo que se llamó Acción Popular, y trataron de dar un mensaje en cuanto a los peligros del triunfo de las izquierdas. En sus carteles se podía leer: “Acción Popular da Trabajo. El Marxismo produce paro”. “¡Acordaos de Asturias! 1.325 muertos, 2.951 heridos, 935 edificios destruidos, 122.561 armas decomisadas, 14 millones robados. Toda España será Asturias si triunfa la revolución”.

En cuanto a la respuesta de las derechas a las provocaciones de la izquierda, Calvo Sotelo, en un discurso, el 12 de enero en Madrid dijo: “…Por eso hemos de procurar a toda costa que estas elecciones sean las últimas. Lo serán si triunfan las izquierdas, ya lo dicen ellas sin rebozo. Pues hagamos eso mismo las derechas…”.

Una serie de sectores derechistas políticos y militares conspiran contra el izquierdismo revolucionario. Entre ellos los carlistas, que preparan sus milicias de requetés, los falangistas y los militares que organiza el general Emilio Mola Vidal. Éste va captando militares, no sólo derechistas, sino algunos de los que habían favorecido el advenimiento de la república, como el general Gonzalo Queipo de Llano y Sierra. El general Francisco Franco Bahamonde, actuando con su habitual cautela, se mantiene informado, pero no entra por el momento en la conspiración. La conexión entre los requetés carlistas y el general Mola, considerada indispensable por éste, se ve dificultada, porque los militares no tenían más objetivo inmediato que poner orden en la república y los carlistas tenían como objetivo establecer una monarquía católica.

El día de las elecciones de febrero de 1936


Para dar una idea de cómo se falsearon las elecciones, en un colegio de Gijón, el primer elector, al dar la papeleta se identifica como Pichilatu, uno de los fusilados por su actuación en la Revolución de Octubre del 34. Y como éste, votaron muchos muertos de la revuelta.

En la noche del día 16, José Mª Gil Robles recibía buenas noticias en cuanto a los resultados de su frente en dicho proceso electoral. Ya entendía que no ganaría en Madrid y Cataluña, pero sabía que en las dos Castillas, Galicia, León, Baleares, Navarra y Zaragoza, las cosas le eran favorables, y que en el peor de los casos en aquellos lugares como Madrid o Cataluña −en donde el Frente Popular tras sacar sus masas a la calle a celebrar la victoria con hechos de violencia− Gil Robles pensó que se podría presentar posibles situaciones de coacciones que podrían influir en la alteración o falsificación de aquellos resultados favorables a Alianza Popular.

Se respiraba el mismo aíre de las elecciones de 1931. Las derechas en 1936 no estaban preparadas para enfrentar en las calles a los grupos violentos armados de izquierda revolucionaria. Gil Robles lo sabía. Así que persuadido y viendo que su pronóstico se hacía realidad a medida que pasaban las horas, acude al Gobierno con la finalidad de pedir que las izquierdas con su violencia no le roben los votos, y sean respetados los resultados electorales que en ese momento no se conocen con precisión. Gil Robles exige del Gobierno que se ponga fin a la campaña de terror impulsada en las calles por las izquierdas.

En la mañana del día 17 se celebra un Consejo de Ministros y se firma un decreto de suspensión de garantías constitucionales.

Parecía que se hubiese puesto en marcha en toda España un plan de desestabilización impulsado por el Frente Popular, con la idea de intimidar al Gobierno y las derechas a que salgan a la calle a manifestar sus ideas.

Manifestaciones, desórdenes, violencias, atentados, quemas de iglesias…


Grupos izquierdistas organizan manifestaciones, incidentes y tumultos que se empezaron a producir desde la noche del día 16. Numerosos presos son puestos en libertad. Se provocan algunos incendios, y en Madrid durante una manifestación se da el resultado de un muerto y varios heridos. El Gobierno no emite órdenes ni instrucciones; algunos gobernadores civiles, desbordados y acobardados, más que dimitir son sustituidos por comisiones del Frente Popular. El desorden es total, la autoridad nula. Mientras tanto, en el sector militar hay algunos generales que no ven con muy buenos ojos lo que ocurre en la calle.

Los presos comunes se amotinaban en diversas cárceles, principalmente en los penales de San Miguel de los Reyes, Cartagena y en la prisión de Burgos.

El día 17, José Antonio Primo de Rivera visita al presidente de Gobierno, Manuel Portela Valladares, con la idea de plantearle el ambiente de inseguridad y violencia que existe en las calles, por lo cual el líder de Falange le ofrece al Gobierno el apoyo de sus centurias falangistas para tratar de sofocar a los agitadores, pidiéndole fusiles. Portela le respondió responsabilizándole a él y la Falange de los desórdenes, y hasta los amenazó, a lo cual Primo de Rivera replicó que ellos no se habían movido para nada y que los desórdenes provenían sólo del Frente Popular, y que si no le cree, basta con que salga a la calle para que vea con sus propios ojos a los agitadores con banderas rojas.

El día 19 de febrero se celebró Consejo de Ministros, en donde Portela dimitió. En la noche, se formaba nuevo Gobierno, bajo la presidencia de Manuel Azaña. Llamó bastante la atención que todos los ministros de ese Gabinete eran masones: Manuel Azaña, Augusto Barcia Trelles, el general Carlos Masquelet Lacaci, Santiago Casares Quiroga, Manuel Blasco Garzón, Marcelino Domingo Sanjuán, José Giral Pereira, Antonio de Lara y Zárate y Mariano Ruiz-Funes García.

Para el día 20 en toda España se habían producido y estaban produciéndose desórdenes: saqueos y quema de iglesias y conventos, asalto a los periódicos de derecha y centros políticos, persecuciones, violencias, atentados contra personas y cosas, apoderamiento de fincas y bienes, destrozos… Personas identificadas con ideas de derechas −sobre todo candidatos− habían huido o se veían forzados a esconderse. Las promesas del Frente Popular empezaban a cumplirse.

Amnistía a los presos políticos y sociales


El día 21 las Cortes aprobaron un Proyecto de Decreto Ley de amnistía a los penados por delitos políticos y sociales, sobre todo los que participaron en las agitaciones del 6 de octubre de 1934. Al día siguiente fueron puestos en libertad todos los agitadores y asesinos que eran considerados presos políticos. El día 1 de marzo se publicó un decreto en donde quedaban obligadas las empresas “a readmitir a todos los obreros que hubiesen sido despedidos por sus ideas o con motivo de huelgas políticas” y así mismo “a restablecer en sus negocios, establecimientos o talleres, las plantillas que estuviesen vigentes el 4 de octubre de 1934”. Al propio tiempo las empresas tenían que indemnizar a los readmitidos “por tiempo que estuvieron privados del ejercicio de su función”.

Los patronos acudieron al Gobierno con la pretensión de que se les eximiese del pago de las indemnizaciones, alegando que en octubre de 1934, al rescindir los contratos de trabajo con los obreros que se negaban a reanudarlo, “se limitaron a cumplir la ley tal como había sido interpretada, no sólo por el ministro de Trabajo en aquel entonces, sino por el propio ministro socialista en su resolución del 10 de febrero de 1932”.

Pero el nuevo Gobierno del Frente Popular desestimó los razonamientos justos de los patronos. De este modo, se dieron episodios en donde los patronos salieron muy afectados, ya que al readmitir a un viejo empleado, se tenía que despedir al que había quedado en su lugar. Muchos de los readmitidos regresaron con espíritu vengativo, mientras los patronos tenían que aguantar las amenazas y coacciones.

En Toledo, un camarero fue llevado en manifestación jubilosa al café de la plaza de Zocodover, en donde se hallaban enlutadas la viuda y las hijas del dueño, pocos meses antes asesinado por aquel camarero, que regresaba a reclamar su puesto de trabajo “y los jornales que le correspondían por derecho”.

Los pistoleros anarquistas habían obligado en diferentes ocasiones a que patronos dieran trabajo a hombres que jamás habían sido empleados suyos. La situación se complicaba cada vez más gracias a la rivalidad entre la UGT y la CNT, que hacían lo imposible por dar trabajo a sus afiliados, utilizando métodos de coacción y amenazas a los empresarios. Esto sin dudas degeneró en una crisis del sector empresarial, en donde se cerraron muchas pequeñas y medianas empresas.

El 1 de marzo de 1936 se realizó una segunda vuelta de las elecciones en aquellas provincias en las cuales ninguna candidatura había conseguido superar el 40 % de los votos: Castellón, Soria, Guipúzcoa, Álava y Vizcaya, lugares en que las derechas triunfaron, pero no con la mayoría necesaria. Si la primera vuelta hubiese resultado válida, las derechas en esas provincias hubiesen logrado once diputados, pero tras la segunda vuelta sólo alcanzaron tres. Se repetía la misma historia de 1931. Al igual de aquel entonces en donde los candidatos monárquicos les fueron robados sus puestos, en 1936 a las derechas le ocurría lo mismo. Se anularon actas de algún derechista o centrista, y así corría la lista para que resultara ganador un candidato izquierdista con votación inferior. En Granada, se anularon las elecciones en donde las derechas superaban con más de 50.000 votos a la izquierda. Igual situación ocurría en Cuenca, en donde las derechas alcanzaron el triunfo con más de 10.000 votos de diferencia, logrando los cuatro puestos de la mayoría y los dos de las minorías, siendo anulada la elección arbitrariamente al constituirse el Parlamento, destacando el dictamen de la Comisión que proponía la invalidez “por no haber llegado ninguno de los candidatos al cuarenta por ciento establecido por la Ley”, anulándose la elección y convocándose otra distinta. Para la segunda vuelta de Granada, tras la presión y amedrentadas por el ambiente, las derechas optaron por no acudir a las urnas y retiraron sus candidaturas.

Nuevas elecciones en Cuenca


El 3 de mayo, se realizó la nueva elección en Cuenca. El Frente Popular encarceló a elementos derechistas, les amenazó y persiguió, atacó sus centros y desbarató su organización; el gobernador actuó a su gusto. Indalecio Prieto Tuero elogió la influencia que ejerció la “Motorizada” (Grupo de milicias socialistas armadas). Nadie respetaba la voluntad de la mayoría, lo importante era el triunfo, sacar adelante los candidatos del Frente Popular. Prieto afirmó que se trasladaron a Cuenca “a batirse a tiros contra los facciosos”, lo cual utilizó para justificar los desmanes realizados por sus seguidores.
En Cuenca hubo colegios electorales en los que la derecha no sacó un solo voto. Las actas que eran adversas al Frente Popular fueron robadas por los propios delegados gubernativos. Lo ocurrido en Cuenca era algo especial para Prieto. Allí estaba la candidatura de José Antonio Primo de Rivera, así como la candidatura del general Francisco Franco. Se utilizó la violencia para cerrar el camino a la inmunidad parlamentaria de Primo de Rivera, a quien le quitaron más de 20.000 votos.

Tal es así, que tras los resultados, a pesar de las trácalas, a las minorías le tocaban dos puestos, y José Antonio ocupaba el primer lugar. La Comisión de actas propuso para diputados a los señores Modesto Gosálvez y Manuel Casanova que seguían en la votación, a pesar que en el expediente electoral aparece José Antonio con 47.283 votos y el señor Casanova con 46.894, se produce dicha proclamación.

Ya Indalecio Prieto en un artículo publicado en “El Liberal”, de Bilbao, el 14 de abril de 1935, señalaba: “Las Cortes Constituyentes, por iniciativa del Gobierno republicano-socialista, habían hecho una Ley electoral favorable a las grandes coaliciones, a las mayorías, y encaminada a asegurar el predominio de las izquierdas”. El hecho es que tras el triunfo de las derechas en 1933, estas jamás no se preocuparon por modificar dicha Ley.
Eduardo Palomar Baró

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