martes, 15 de julio de 2014

EDUARDO PALOMAR BARÓ: El execrable asesinato de José Calvo Sotelo

calvo-sotelo2

José Calvo Sotelo nació en Tuy (Pontevedra) el 6 de mayo de 1893. Su padre, Pedro Calvo y Camina, natural de Meneses del Campo (Palencia), ejerció la abogacía en Peñaranda de Bracamonte. Ganó las oposiciones a juez, ejerciendo en Bilbao, Huelma Jaén) y Castropol (Asturias). Conoció en Ribadeo a Elisa Sotelo Lafuente, contrayendo matrimonio el 29 de enero de 1887. En 1889 tomó posesión del juzgado de Lucena (Córdoba) y tras una petición de traslado se aposentó en Tuy, donde nació José.

Brillante historial académico y político de Calvo Sotelo


Estudió en los Institutos de La Coruña y Lugo, para luego cursar la licenciatura de Derecho, parte en Zaragoza, parte en Madrid, debido a los cambios de residencia de su progenitor. Tomó plaza en la Administración del Ministerio de Gracia y Justicia, para más tarde, en 1916, ingresar por oposición al Cuerpo de Abogados del Estado. Anteriormente, en el año 1915 consiguió ser Secretario de la Sección de Ciencias Morales y Políticas. En 1917 ejerció de Profesor en la Universidad.
Hizo una brillantísima carrera política. Desde joven había entrado a formar parte de las filas mauristas consiguiendo un acta de Diputado por el distrito de Carballino y el nombramiento en 1921, de Gobernador Civil de Valencia. Después con la dictadura del general Primo de Rivera, fue Director General de Administración Local. Al constituirse el primer gobierno civil de la dictadura fue nombrado Ministro de Hacienda, cargo que ejerció desde el 3 de diciembre de 1925 hasta el 21 de enero de 1930.

En los pocos más de cuatro años que estuvo en Hacienda, como actuaciones más destacadas cabe señalar las siguientes:

-         Medidas destinadas a evitar la ocultación de la riqueza.
-         Vigorización de los instrumentos fiscales de liquidación, recaudación e inspección.
-         Medidas orientadas a que la imposición fiscal recayera preferentemente sobre las rentas personales.
-         Realización de empréstitos y de conversión de la Deuda Pública.
-         Creación del Monopolio de los Petróleos, al igual que del Banco Exterior de España como un medio para apoyar las exportaciones.

Al proclamarse la República, en abril de 1931, se marchó a Portugal y, posteriormente a Francia, prefiriendo no prometer el cargo de Diputado a las Cortes Constituyentes, para el que había sido elegido por Orense, que correr el riesgo de que  el nuevo régimen -por el que no se tenían mutuamente ninguna simpatía-, le pudiese exigir responsabilidades políticas por su actuación en el período de Primo de Rivera.

En 1933 fue reelegido Diputado por Orense, por Renovación Española. Continuó en París hasta que el Gobierno presidido por Alejandro Lerroux decretó una amplia amnistía, regresando a España el 4 de marzo de 1934, con la doble garantía de la ley de amnistía dada por las Cortes y su acta de Diputado.

Organiza las fuerzas de derecha para poderse enfrentar a la República, a la que como hemos dicho, le profesaba una gran aversión, ya que le había cerrado todo porvenir. Inicia, desde su escaño en las Cortes, una dialéctica demoledora contra la República.

En diciembre de 1934, al constituirse el Bloque Nacional, es su más cualificado representante, demostrando una valerosa actitud ante las Cortes.

Destitución del presidente de la República


El 7 de abril de 1936 se somete a la aprobación de la cámara una propuesta encabezada por los diputados socialistas Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero, y como consecuencia de tal propuesta, por 238 votos contra 5 es destituido el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora, al cual se acusa de haber abusado de sus prerrogativas presidenciales y decretar la disolución del Congreso.

Martínez Barrio se hace cargo, con carácter interino, de la Jefatura del Estado. El 14 de abril, V aniversario de la proclamación de la República, se celebra en Madrid un desfile militar, deslucido por la explosión de unos petardos colocados por unos jóvenes monárquicos y en el que fallece el alférez de la Guardia Civil, Anastasio de los Reyes. El entierro de este oficial da lugar a una serie de incidentes callejeros: en la plaza Castelar  muere el falangista Andrés Sáenz de Heredia, primo hermano de José Antonio Primo de Rivera. En la plaza de Manuel Becerra, la manifestación fue disuelta con gran violencia por la Guardia de Asalto, donde el teniente José del Castillo dio muerte a Luis Llaguno, joven tradicionalista, así como al falangista Manuel Rodríguez Jimeno. El balance de los sucesos fue de seis muertos y numerosos heridos.

El 16 de abril de 1936 se reanuda la actividad parlamentaria. Azaña expone ante las Cortes el programa de su Gobierno: “Tengo la pretensión de gobernar con razones... El que se salga de la ley ha perdido la razón y no tengo que darle ninguna... Vamos a lastimar intereses cuya legitimidad histórica no voy a poner en cuestión, pero que constituyen la parte principal del desequilibrio que padece la sociedad española... Romperemos toda concentración abusiva de riqueza dondequiera que esté... Vamos a restablecer toda la legislación social de las Constituyentes... Nosotros no hemos venido a presidir una guerra civil; más bien hemos venido con intención de evitarla...” Tras su discurso, los diputados del Frente Popular aplauden con fuerza. Calvo Sotelo, contesta a Azaña:
“Hablar de calma como característica del Gobierno cuando no existe garantía para la vida en la calle, y amenaza la disolución social, y muchedumbres uniformadas gritan ‘¡Patria, no! ¡Patria, no!; cuando a los vivas a España se contesta con vivas a Rusia, y se falta al honor del Ejército, y se escarnece a España; cuando todo eso está ocurriendo durante siete u ocho semanas, yo me pregunto: ¿Es posible tener calma? Envidio a Su Señoría, señor Azaña, por la muestra formidable de su temperamento frívolo”.
“Desde el 16 de febrero al 2 de abril se han producido los siguientes asaltos y destrozos; en centro políticos, 58; en establecimientos públicos y privados, 72; en domicilios particulares, 33; en iglesias, 36. Centros políticos incendiados, 12; establecimientos públicos y privados, 45; domicilios particulares, 15; iglesias, 106, de las cuales 56 quedaron completamente destrozadas; huelgas generales, 11; tiroteos, 39; agresiones, 65; atracos, 24; heridos, 345; muertos, 74...”
“Los efectos en el orden económico son desastrosos: el descenso en las cotizaciones bursátiles desde el 14 de febrero supone una merma de 1.936 millones de pesetas; la circulación fiduciaria en el mismo período ha subido 480 millones; la cotización de la peseta sigue en descenso; el turismo se retrae... Hay otro hecho, y es la bolchevización progresiva del partido socialista español. Si el Gobierno ha de vivir de la asistencia de esas fuerzas, no puede ser una garantía contra el comunismo, porque esos partidos quieren, lo ha dicho Largo Caballero, la conquista del Poder para el proletariado por todos los medios. En aquellos programas se propugna la socialización de la industria y la disolución del Ejército para ser reorganizado después de eliminar generales, jefes y oficiales. Las fuerzas proletarias españolas se disponen a dar un segundo paso revolucionario, que será la instauración del comunismo. [El presidente del Consejo de Ministros interrumpe a Calvo Sotelo: ‘La instauración del comunismo sería fatal para Su Señoría y para mí.] Su Señoría ha dicho una gran verdad, pero no se acomoda a ella. Y aunque sea fatal para Su Señoría y, desde luego, para mí, porque yo tengo el honor de figurar en las listas negras, lo más grave es que resultaría fatal para España; y yo, que no tengo derecho a preocuparme de la vida de Su Señoría ni de la mía, tengo la obligación de pensar en la de España...”

1 de mayo de 1936


El marxismo sale a la calles de España. En Madrid se puede ver en las manifestaciones de izquierdas grandes retratos de Lenin, Stalin, Largo Caballero... Las juventudes marxistas desfilaron uniformadas y en formación militar, destacando las consignas, que gritaban con entusiasmo los asistentes: “¡Rusia, sí, España, no! ¡Rusia, sí, España, no!...” Por su parte las mujeres, también con sus uniformes y a paso de marcha militar, gritaban a coro: “¡Hijos, sí, maridos, no!...”

En Barcelona, previniendo desórdenes, se suspendieron los actos. Días antes, el 28 de abril, fueron asesinados los hermanos Miguel y José Badía, por unos pistoleros de la FAI, por el hecho de que Miguel Badía había sido jefe de la policía de la Generalidad de Cataluña en los años 1933 y 1934, y en donde se distinguió por su lucha contra los anarcosindicalistas. Su hermano José, había desempeñado el cargo de secretario del Somatén catalán.

En Zaragoza, el 1º de mayo se inauguró un Congreso extraordinario de la CNT, en el que se acordó implantar por todos los medios el comunismo autoritario. Tras la llegada al poder, se establecería en cada localidad una Comuna libertaria que incautaría todos los bienes de producción y consumo.

3 de mayo de 1936


Las células comunistas hacen circular por Madrid el infame rumor de que las religiosas y las damas catequistas estaban repartiendo caramelos envenenados entre los niños de los obreros, para destruir de este modo la ‘simiente comunista’... El resultado fue el de varios templos asaltados y algunas monjas lesionadas.

10 de mayo de 1936


Manuel Azaña Díaz es electo Presidente. La votación fue de 754 votos a favor, 32 en contra y 88 papeletas en blanco, la mayor parte de éstas últimas, correspondía a la CEDA, que de esa forma quería evidenciar su protesta ante los graves sucesos que estaban ocurriendo en España, Al ser proclamado Azaña como Jefe de Estado, fue recibido con grandes aplausos y vivas a la República, mientras los marxistas enardecidos, daban sus gritos de vivas a Rusia y a la dictadura del proletariado, cantando a coro ‘La Internacional’. Al día siguiente Azaña prometió solemnemente el cargo en el Congreso, formando nuevo Gobierno, presidido por Santiago Casares Quiroga que a la vez  asumió el Ministerio de Guerra.

Tras las palabras del nuevo Presidente del Gobierno, intervino en nombre de la minoría, Gil Robles, el cual mostró su preocupación para que el Gobierno evitase la violenta revolución izquierdista que se avecinaba.

Acto seguido tomó la palabra Calvo Sotelo:
“Señor Casares Quiroga: Su Señoría creo ha formulado en la tarde de hoy un concepto que jamás había expresado desde el banco azul. Su Señoría ha dicho que frente al fascismo el Gobierno es beligerante. Yo me he aterrado un poco al oír la frialdad con que lo decía y el calor con que los señores diputados que acompañan al señor Presidente del Consejo acogían tal afirmación de que el Gobierno se siente beligerante frente a un grupo de ciudadanos españoles. El Gobierno nunca puede ser beligerante, señor Casares Quiroga; el Gobierno debe aplicar la ley inexorablemente, y a todos. Pero el Gobierno no puede convertirse en enemigo del hombre, cualquiera que sea la situación en que éstos se coloquen, porque para castigar la delincuencia, para eso existen las leyes y el Poder Judicial, que es el encargado de aplicarlas y de sancionar a los que la infligen”.
La sesión terminó con un escándalo fenomenal, destacando en sus intervenciones los diputados comunistas José Díaz Ramos y Dolores Ibárruri, que se mofaron de Gil Robles e incluso fue objeto de amenazas. Después de los discursos, se votó la confianza al Gobierno con 196 votos a favor y 96 en contra.

En un discurso pronunciado en Cádiz, Largo Caballero confirmaba lo que de él sospechaba José Calvo Sotelo: “... Debemos apresurar la formación del ejército revolucionario para que cuando llegue otro octubre nos encuentre preparados... El momento que vive España es el más adecuado para poner en pie de guerra el ejército revolucionario...”

Sesión parlamentaria del 16 de junio de 1936


El 16 de junio de 1936, José Calvo Sotelo participó en una de las sesiones parlamentarias más dramáticas de toda la historia de España, y en la que tuvo lugar un violento incidente con el presidente del Gobierno, Casares Quiroga, siendo objeto de insultos y amenazas por parte de diputados izquierdistas.
“El Frente Popular y el Gobierno que emergió de su seno, con representación política mayoritaria, desde el momento en que la CNT no coincide en su actitud política y sindical con la política que el Frente Popular dirige, es sólo una personificación minoritaria de la opinión española”. “El Gobierno, nacido ayer, no tiene por eso pasado; sin embargo, tampoco tiene futuro”.
“El Parlamento está roído por el gusano de la mixtificación. España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales, que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde nos lleva a todos el Frente Popular”.
“El marxismo constituye hoy en España -en muchos puntos del extranjero también- la predisposición de las masas proletarias para conquistar el Poder, sea como fuere”. “La ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez y vociferante, y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha brutal del núcleo y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando, lo que fuere; la horda contra el individuo. Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la historia, señor Casares Quiroga; la historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la Historia y Sus Señorías ni pueden imprimir en España un sello autoritario. Y el más lamentable de los choques (sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso) se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército”.
“Cuando se habla por ahí del peligro de militares monarquizantes, yo sonrío un poco, porque no creo -y no me negaréis una cierta autoridad moral para formular este aspecto- que exista actualmente en el ejército español, cualesquiera que sean las ideas políticas individuales, que la Constitución respeta, un solo militar dispuesto a rebelarse a favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera sería un loco, lo digo con toda claridad, aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía, si ésta se produjera. [Casares Quiroga: ‘No haga Su Señoría invitaciones que fuera de aquí pueden ser mal traducidas’.] La traducción es libre, señor presidente; la intención es sana y patriótica, y de eso es de lo único que yo respondo... Quiero decir al señor presidente del Consejo de Ministros que puesto que existe la censura, que puesto que Su Señoría defiende y utiliza los plenos poderes que supone el estado de alarma, es menester que Su Señoría transmita a la censura instrucciones inspiradas en el respeto debido a los prestigios militares. Hay casos bochornosos de desigualdad que probablemente desconoce Su Señoría. Porque, ¿es lícito insultar a la Guardia Civil -y aquí tengo un artículo de ‘Euzkadi Rojo’ en que dice que la Guardia Civil asesina a las masas y que es homicida- y, sin embargo, no consentir la censura que se divulgue algún episodio, como el ocurrido en Palenciana, pueblo de la provincia de Córdoba, donde un guardia civil, separado de la pareja que acompañaba, es encerrado en la Casa del Pueblo y decapitado con una navaja cabritera? [Grandes protestas. Varios diputados gritan: ‘Es falso’. ‘Es falso’.] ¿Qué no es cierto que el guardia civil fue internado en la Casa del Pueblo y decapitado? El que niegue eso es... [Calvo Sotelo pronuncia unas palabras que no constan en el ‘Diario de Sesiones’ pororden del presidente del Congreso y que dan lugar a grandes protestas e increpaciones. El presidente de las Cortes: ‘Señor Calvo Sotelo, retire Su Señoría inmediatamente esas palabras’.] Estaba diciendo, señor presidente, que a un guardia civil, en un pueblo de la provincia de Córdoba, en Palenciana, me parece, no lo recuerdo bien, se le había secuestrado en la Casa del Pueblo. [Varios diputados gritan: ‘Es falso’. ‘Es falso’.]  y con una navaja cabritera se le ha decapitado, cosa que por cierto acabo de leer en ‘Le Temps’, de París, y que ha circulado por toda España. [El presidente de las Cortes: ‘Su Señoría ha pronunciado más tarde unas palabras que yo le ruego retire’.] Y al afirmar esto se me ha dicho: eso es una canallada; entonces yo,..
Calvo Sotelo, más adelante señalaba: “...Para que el Consejo de Ministros elabore esos propósitos de mantenimiento del orden han sido precisos doscientos cincuenta o trescientos cadáveres, mil o dos mil heridos y centenares de huelgas. Por todas partes desórdenes, pillaje, saqueos, destrucción. Pues bien; a mí me toca decir que España no os cree. Esos propósitos podrán ser sinceros, pero os falta fuerza moral para convertirlos en hechos...” [En la Cámara, desde los bancos izquierdistas, se escucha: “¡Nos está provocando!]
Prosigue Calvo Sotelo: “...El señor Largo  Caballero ha dicho en Oviedo que ellos van a la revolución social y que el Frente Popular sólo es admisible en cuanto sirva a la revolución de octubre. Si es cierto, sobran notas, discursos, planes y propósitos: En España no puede haber más que una cosa: anarquía”.

Casares Quiroga amenaza a Calvo Sotelo

“...Yo no voy a descender al terreno a que suavemente quería llevarme el señor Calvo Sotelo, terreno de polémica personal, personalísima, al cual me está vedado acudir porque yo no puedo olvidar que aquí soy el presidente del Consejo. Ocasiones ha tenido en la vida el señor Calvo Sotelo para encontrar a Santiago Casares. Hoy no encontrará aquí más que al jefe del Gobierno... Que el ministro de la Guerra ha tomado determinadas medidas porque se las ha impuesto el Frente Popular de tal sitio o la comisión de tal otro, exigiéndole hasta plazo y tope de fecha... ¡Aceptar yo ni como particular ni como ciudadano que se viniera a injerir nadie en las funciones de un Ministerio tan delicado como el que represento, porque se me pusiera una condición, o un tope, o una fecha por parte de los elementos políticos que fuere, aunque fueran los más afines! Se ninguna manera, señor Calvo Sotelo. Y por eso, contestando a lo que Su Señoría decía cuando afirmaba que tal traslado se había hecho por imposición y tal otro se había ordenado incluso marcándoseme  el número de horas en que se había de realizar, digo a Su Señoría que eso es absolutamente inexacto. Yo no quiero incidir en la falta que cometía Su Señoría, pero sí me es lícito decir que después de lo que ha hecho Su Señoría hoy ante el Parlamento, de cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, haré responsable ante el país a Su Señoría”.

Contestación de Calvo Sotelo a Casares Quiroga

         “...En estos instantes, en España se desata una furia antimilitarista, que tiene su arranque y orígenes en Rusia y que tiende a minar el prestigio y la eficiencia del Ejército español... Nada de adulaciones al Ejército; la defensa del Ejército ante la embestida que se le hace y se le dirige en nombre de una civilización contraria a la nuestra y de otro Ejército, el rojo, es en mí obligada. De eso hablaba el señor Largo Caballero en el mitin de Oviedo, y por las calles de Oviedo, a las veinticuatro o a las cuarenta y ocho horas de la circular de Su Señoría, que prohíbe ciertos desfiles y ciertas exhibiciones, han pasado tranquilamente uniformados y militarizados, cinco, seis, ocho o diez mil jóvenes milicianos rojos, que al pasar ante los cuarteles no hacían el saludo fascista, que a Su Señoría le parece tan vitando, pero sí hacían el saludo comunista, con el puño en alto y gritaban: ¡Viva el Ejército Rojo!... Yo tengo, señor Casares Quiroga, anchas espaldas. Su Señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en estos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, señor Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de Su Señoría. Me ha convertido Su Señoría en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé que hechos. Bien, señor Casares Quiroga. Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi Patria [Exclamaciones] y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: “Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis”. Y es preferible morir con gloria que vivir con vilipendio. [Rumores.] Pero a mi vez invito al señor Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor; estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos. Mida Su Señoría sus responsabilidades, repase la historia de los veinticuatro últimos años y verá el resplandor doloroso y sangriento que acompaña a dos figuras que han tenido participación primerísima en la tragedia de dos pueblos: Rusia y Hungría, que fueron Kerensky y Karoly. Kerensky fue la inconsciencia: Karoly, la traición a toda una civilización milenaria. Su Señoría no será Kerensky, porque no es inconsciente, tiene plena conciencia de lo que dice, de lo que calla y de lo que piensa. Quiera Dios que Su Señoría no pueda equipararse jamás a Karoly.”

“El Sol”. El teniente Castillo murió tiroteado en la calle


Con fecha 13 de julio de 1936, el diario “El Sol” daba la noticia del asesinato del teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo Sáenz de Heredia.
         “A las diez y cinco, en la calle de Augusto Figueroa, donde vivía el teniente de asalto don José Castillo, perteneciente al segundo grupo, que tiene su alojamiento en el cuartel de Pontejos, esperaba un grupo, al parecer de cuatro individuos. A esa hora el Sr. Castillo salió de su domicilio para tomar el servicio, que empezaba a prestar a las diez. Un testigo ha declarado que pudo escuchar cómo uno de los cuatro individuos dijo: «Ése, ése es», señalando al teniente Castillo. Al acabar de oír esto, cayó al suelo, a efectos de un fuerte empujón, y simultáneamente sonaron varios disparos. Se repuso rápidamente este testigo a tiempo de recibir al Sr. Castillo al desplomarse. Ayudado por otro vecino de la misma calle, trasladó al señor Castillo a un automóvil y se dirigieron al Equipo Quirúrgico. El teniente falleció en el camino. El cuerpo del teniente Castillo presentaba una herida de arma de fuego con orificio de entrada por la cara posterior del brazo izquierdo. Y otra, también de arma de fuego, con entrada por el quinto espacio intercostal y sin orificio de salida, mortal de necesidad. Durante la tarde, la aglomeración de gente, compuesta en su mayoría por clase obrera, que acudía a la Dirección de Seguridad para desfilar ante el cadáver del teniente Castillo, era enorme. Estacionada frente al edificio de la Dirección, había a las seis de la tarde, unas cuatro mil personas.”

Breve biografía de José del Castillo


El teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo Sáenz de Heredia, nació en la provincia de Jaén en el año 1901. Pariente lejano por línea materna de José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia. Encarcelado con motivo de los sucesos revolucionarios de octubre de 1934, fue puesto en libertad a finales del año siguiente, ingresando poco después en la Guardia de Asalto y siendo destinado al cuartel de Pontejos de Madrid, anejo a la Dirección General de Seguridad. Fiel republicano y estrechamente ligado al Partido Socialista y posiblemente, también a las MAOC (Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas). Fue asesinado en Madrid, en las proximidades de su casa, el 12 de julio de 1936. Los camaradas del teniente muerto, indignados, exigieron a las autoridades una lista de sospechosos a los que detener. Entre los que clamaban venganza estaba el capitán de la Guardia Civil, Fernando Condes Romero, natural de Lavadores (Pontevedra), íntimo amigo de Castillo. Alguien sugirió que fueran a la casa del líder de la CEDA, José María Gil Robles, pero éste se encontraba ausente de vacaciones en Francia, por lo que finalmente se decidió ir al domicilio del diputado conservador José Calvo Sotelo.

“El Sol”. El asesinato de Calvo Sotelo


En la edición del 14 de julio de 1936, el periódico “El Sol” narraba el asesinato de José Calvo Sotelo.
A las de la tarde de anteayer, el Sr. Calvo Sotelo regresó de Galapagar, y al llegar a su domicilio, calle de Velásquez, 89, dijo a los policías que le seguían en el coche de escolta que podía retirarse, ya que no pensaba salir hasta las doce del día de ayer. La escolta se retiró, si bien, como de costumbre, dio cuenta a la Comisaría, que tiene establecida una pareja de Seguridad de servicio a la puerta de los políticos que tienen esta clase de vigilancia. Alrededor de las tres de la madrugada llegó a la puerta del domicilio del Sr. Calvo Sotelo la camioneta. También aseguran algunos que detrás de la camioneta paró un automóvil. Los ocupantes de la camioneta se hicieron abrir la puerta. Al llegar al piso donde vivía el Sr. Calvo Sotelo llamaron y cuando salió a abrir una sirvienta, dijeron que traían orden de detención del Sr. Calvo Sotelo. Las frases despertaron al señor Calvo Sotelo y a su familia. Salió el diputado al recibimiento para averiguar de qué se trataba. Le repitieron lo de la orden de detención. Parece que entonces el señor Calvo Sotelo quiso telefonear a la Dirección de Seguridad. Algo debió de extrañar esta conducta al Sr. Calvo Sotelo, ya que exigió que se identificaran. Después de abandonar el señor Calvo Sotelo su domicilio, y como transcurriera algún tiempo sin noticias suyas, sus familiares se decidieron llamar a la Dirección de Seguridad para saber si continuaba allí detenido. Como se les manifestara que no tenían conocimiento de tal orden de detención, rogaron a la pareja de Seguridad que estaba de servicio en la puerta que comunicaran con la Dirección. La Policía comenzó a practicar pesquisas y encontró a primera hora de la mañana la camioneta. Poco después de las dos de la tarde se supo que estaba en el depósito del cementerio del Este el cadáver del Sr, Calvo Sotelo. Allí marcharon los periodistas, y pudieron averiguar que a las cuatro menos cuarto de la madrugada se había presentado en el cementerio una camioneta. Al guarda nocturno de la Necrópolis le manifestaron que llevaban un cadáver para dejarlo en el depósito. Penetraron con la camioneta hasta la puerta de dicha dependencia, donde echaron pie a tierra, y vio el guarda que de entre los asientos bajaban un cadáver, que depositaron sobre una de las mesas del depósito. El comisario Sr. Aparicio procedió a tomar declaración al personal de oficina entrante, y al inquirir por qué no habían exigido las formalidades obligadas en estos casos, se limitaron a contestar que como les merecieron crédito y respeto los que llevaban el cadáver, que afirmaron ser de un sereno muerto en atentado, y que posteriormente enviarían la documentación, no pusieron dificultades. En una de las mesas yacía el cuerpo de D. José Calvo Sotelo. Estaba vestido con un traje gris claro. Llevaba zapatos marrón, calcetines grises, y el sombrero, que se hallaba al lado de la mesa, era también de color gris claro. Tenía toda la cara manchada de sangre, lo mismo que la ropa. Se apreciaban en el cadáver, a primera vista, una herida de bala en el ojo derecho, con otro orificio en la región occipital; el segundo, de más reducido tamaño. También se advertía otra herida de bala en el pecho, a la altura del corazón”.
CalvoSotelo1

El asesinato de Calvo Sotelo: “¡Esto es la guerra!”


Al conocerse la noticia, estalló una exclamación general: “¡Esto es la guerra!”. Y así, el director de ‘El Socialista’ y luego ministro de la Gobernación bajo la presidencia de Juan Negrín López (18/5/1937), Julián Zugazagoitia, al enterarse de la noticia del líder de las derechas, dijo: “¡Ese atentado es la guerra!”.

Julián Zugazagoitia informó de este terrible asesinato a Indalecio Prieto Tura, que estaba pasando el fin de semana en Pedernales, al pie del cabo Machichaco. Prieto exclamó: “Julián, ese atentado es la guerra”. “Ya lo sé, le respondió el director de ‘El Socialista’, y por eso le pido que se venga a Madrid inmediatamente. Aquí va a hacer falta”.

El presidente de la República, Manuel Azaña Díaz, cuando le comunicaron la muerte de Calvo Sotelo, también manifestó: “¡Esto es la guerra!” Según su cuñado Rivas Cherif, Azaña quedó tocado para el resto de su vida. Según narra Julio Merino en su importante libro “El otro Franco”. Ediciones Espejo de Tinta. Madrid 2005, [...] No hay que olvidar que don Manuel Azaña... era cobarde por naturaleza (como lo demostró cuando fue detenido el Comité Revolucionario en 1931 permaneciendo escondido a cal y canto durante meses mientras sus compañeros iban a la cárcel y luego en 1934, cuando la sublevación de Companys en Barcelona... y durante los tres años de la Guerra Civil). A este respecto, Indalecio Prieto cuenta en sus “Memorias” que la noche del 18 de julio tenía tal miedo que sólo preguntaba: “¿Y ahora qué hacemos, qué hacemos?”, y cuando el vasco le dijo “¿Ahora?, ahora esperar que entre por esa ventana un obús de las tropas que ya vienen a por nosotros”. Azaña se puso pálido y casi se mete debajo de la mesa...”.

El 13 de julio de 1936, el Gobierno clausuró los centros monárquicos, carlistas y anarquistas. Esa misma noche, Indalecio Prieto presidió una delegación de comunistas y socialistas para pedir al Gobierno que repartiese armas a las organizaciones obreras.

El día 14, Prieto escribía en “El Liberal”: “La trágica muerte del Sr. Calvo Sotelo servirá para provocar el alzamiento... Será una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel”.

Tras estos hechos pudo haber estado Prieto. El asesino, Luis Cuenca Estevas, pertenecía a su guardia personal. Al mando de la camioneta ‘Hispano-Suiza’ número 17, iba el capitán de la Guardia Civil Fernando Condés Romero, ‘prietista’ incondicional. La lista de los que ocuparon la camioneta, además de esos dos individuos, es la siguiente: Orencio Bayo Cambronero: Guardia de Asalto destinado al Parque Móvil. Conductor de la camioneta número 17. Federico Coello: Médico afiliado a la Juventud Socialista de Madrid y a la FUE. Acostumbraba a dar escolta a Prieto. Francisco Ordóñez: Amigo de Coello, pertenecía a la junta directiva de la FUE. Santiago Garcés Arroyo. Escolta de Prieto, al que solía seguir en automóvil. José del Rey Hernández: Miembro de las Juventudes Socialistas. Ingresó en la Guardia de Asalto en 1932. Participó en los preparativos para la revolución de octubre de 1934. Tomás Pérez: Cabo de Asalto del cuartel de Pontejos. Aniceto Castro: Guardia de Asalto del cuartel de Pontejos al igual que Antonio San Miguel Fernández, Bienvenido Pérez Rojo y Ricardo Cruz Cousillos.

Indalecio Prieto en vez de denunciar a Condés, lo escondió. Muy sospechoso fue el robo a mano armada del sumario, realizado el 25 de julio de 1938, por milicianos socialistas. En enero de 1937, hubo una amnistía de los delitos anteriores al 15 de julio del 36.

El 16 de julio de 1936, Francisco Largo Caballero escribía en su periódico ¿Claridad’: “La lógica histórica aconseja soluciones más drásticas. Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular. Dictadura por dictadura, la de izquierdas. ¿No quiere el Gobierno? Pues sustitúyale por un Gobierno dictatorial de izquierdas... ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a fondo. Todo menos el retorno de las derechas.”

Reacción de Franco


El 23 de junio de 1936, Franco escribió una carta modelo al ministro de la Guerra, don Santiago Casares Quiroga, que también era el jefe del Gobierno, con el deseo íntimo de evitar la tragedia de la Guerra Civil. Hasta última hora el General Franco confió en un milagro. Una carta que sería histórica, aunque no tuvo respuesta...

En la tarde-noche del 13 de julio de 1936, Franco aún impresionado por el asesinato de Calvo Sotelo, comenta con sus más próximos colaboradores, su primo y ayudante Franco Salgado-Araujo, el coronel González Peral y el comandante jurídico Martínez Fuste, lo que en numerosas ocasiones había expuesto durante los años de la República.

Al Ejército no le es lícito sublevarse contra un Partido ni contra una Constitución porque no le guste; pero tiene el deber de levantarse en armas para defender a la Patria cuando está en peligro de muerte
Eduardo Palomar Baró

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia o a actos contrarios a la legislación española y a la moral católica. Los comentarios no reflejan la opinión de H en L, sino la de los comentaristas. H en L se reserva el derecho a modificar o eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas. Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.