viernes, 14 de noviembre de 2014

JOSÉ MARÍA HERNANSÁENZ: Aquellos españoles que denigran nuestro legado historico


Atravesamos tiempos difíciles en los que, aquello que más nos agobia y alarma resulta ser la crisis económica con un paro galopante, la indigencia de multitudes, la corrupción de la casta política, la delincuencia autóctona y halógena, la banca usurera y el separatismo amenazante dispuesto a disgregar España. Ante semejante situación, todos los demás acontecimientos pasan a un segundo plano en una escala de valores.

 
Pero ha sido en el ámbito de este ‘segundo plano’ donde he querido salir al paso de un exabrupto que ofendió nuestra herencia histórica, propiciado este por un tal Nacho Ruíz (‘director de la Galería T-20’, de Murcia), autor de un escrito de más de media página aparecido en el diario LA VERDAD. Ignoro si la intención del citado señor fue la de ‘escandalizar’ para llamar la atención sobre su galería de arte contemporáneo o tuvo otras motivaciones. De su polémico artículo reproduzco a continuación las frases o pasajes más arbitrarios e hirientes, los que me llevaron a  remitir sendas cartas  al director de dicho diario (publicadas, pero con recortes) y que incluimos íntegras y más adelante en el presente artículo.

LA GRANDEZA DE ESPAÑA
“Todos    los  que  pusieron  en  su  boca  la   palabra  ‹‹imperio›› -escribe Ruíz- nos hundieron en la sangre, la miseria y el dolor.”

   Nos enseñaron que en el imperio de Felipe II no se ponía el sol, pero no nos dijeron  que para que eso fuera así, moríamos como chinches en Filipinas, a orillas del Guaraná o en Mar del Norte. Nos contaron  las hazañas del Gran Capitán en Nápoles, pero no nos dijeron que, para mantener los ejércitos, los campesinos castellanos morían de hambre. Poco antes del desastre, en 1898, un político proclamaba en Murcia que Estados Unidos, esos fabricantes de salchichas, iban a «oír rugir al león español». Sí que lo oyeron, sí: Cuba perdida, la flota hundida, miles de muertos, miseria moral y física.”
   “[…] somos cada uno de nuestra madre y de nuestro padre. No hay una única España.”
   “Nuestra grandeza no es la batalla de Lepanto, como nos quiso hacer ver el franquismo, ni que Felipe V asolara Barcelona fomentando el deseo independentista que siempre existió. Nuestra grandeza son los inmigrantes que se fueron a Argentina, los exiliados de la guerra que hicieron de México una potencia cultural.”
   “Tampoco la grandeza de España reside en la fe, no somos un país necesariamente católico, como durante siglos nos ha querido hacer ver la Iglesia.”
   “Un país que ha soportado los peores reyes del mundo, desde idiotas como Carlos II a monstruos como Fernando VII, que ha aguantado espadones como Narváez, aquel que en su lecho de muerte decía «no tengo enemigos, los he fusilado a todos» o Franco, al que debemos los problemas que afrontamos ahora, aparte de la guerra más cruel de la modernidad.”
   La grandeza de España es la de los que se embarcaron para ensanchar el mundo, la de los campesinos que sustentaron guerras estúpidas en Flandes o Nápoles, las de las madres que vieron partir a sus hijos para morir en Marruecos.”
   “La grandeza de España no es la bandera, y mucho menos nuestro espantoso himno. La grandeza de España no son nuestros dirigentes, de hecho ellos han sido el cáncer de este país.”                                                    Nacho Ruiz (LA VERDAD de Murcia. 16-X-12).

   Mis cartas  constituyen un alegato  contra  todos  aquellos   connacionales    nominales   –como Ruíz- que, mal informados o malintencionados, hacen suyas y difunden aquellas sempiternas falsificaciones o tergiversaciones históricas que en siglos pasados fueron propaladas por los enemigos de España allende nuestras fronteras.
   Individuos autóctonos  que disfrutan o ‘se realizan’ denigrando a España, sus gestas más gloriosas, degradando a nuestros personajes históricos y obviando la difusión de la cultura hispánica por el mundo (Hispanoamérica1, Filipinas, Europa…) y la empresa unificadora que le fue encomendada y cumplida tras la expulsión del islam.
   Es obvio que nos resultará difícil encontrar en este mundo empresa alguna promovida por el hombre, acontecimiento social con intervención humana, que no esté plagado de imperfecciones. Naciones constituidas, fundaciones, sociedades… Tal vez se libren de esta inclusión organismos o instituciones tan reconocidos como la Cruz Roja Internacional, Caritas Internationalis, el Comité Olímpico Internacional, la Orden de Teresa de Calcuta, Médicos sin Fronteras y pocos más.
   Todo país constituido, toda nación, ha cosechado a lo largo de su historia un cúmulo de errores y actuaciones merecedores de condena, paralelos a hechos dignos de encomio. Así se crearon países como Inglaterra, Francia, Rusia, EEUU, Turquía, Arabia… y tantos otros que conforman nuestro planeta.
   España, la Hispanidad, no iba a ser menos con sus aciertos y sus errores; con sus victorias gloriosas y sus tristes derrotas (habiendo más de lo primero que de lo último). Pero fue la nación mejor estructurada de Europa finalizada la Reconquista. España llegó a ser aquello que Spengler denominó una “comunidad de destino”.
   Pese a los ’trapos sucios’,  que todo país que se precie esconde, no acertamos a ver a un francés vilipendiando a su país, ni a un inglés criticando al suyo, ni a un norteamericano, y menos a un polaco, por solo citar algunos ejemplos.  Pero España es diferente. Aquí son legión quienes practican el deporte del repudio a nuestro legado histórico, dispuestos a cubrir  de improperios a nuestras instituciones seculares, a nuestros héroes y personajes más destacables: militares, religiosos o seglares, a nuestras gestas y empresas, a sus símbolos. En fin, que proliferan  los progres a lo Pepe Rubianes.
   Por otro lado, no hay nada más capcioso que pretender juzgar acontecimientos y actuaciones de siglos atrás con la mentalidad, los conceptos y perspectivas sociales de hoy, los parámetros actuales con los que nos aventuramos a medir episodios del pasado.
  
                (1ª Carta, escrita el 22-X y publicada el 5-XI):        
   «Hay españoles que al parecer se complacen denigrando el acervo histórico de España forjado a través de los siglos, con un talante digno de los que se asesoran en la Leyenda Negra. Actitud impensable en ingleses, franceses, norteamericanos, polacos… respecto a su propia historia y personajes patrios.   Nos decía algo al respecto el periodista Antonio Pérez Henares en Crónica (22-IX-08), citando en su argumento a Arturo Pérez Reverte, afirmando que éste “tiene la protección de millones de lectores […] Le tienen todas las ganas del mundo pero también más miedo que un nublado […]. Pero Arturo es la excepción. Al resto, en cuanto asoma la gaita cae inmisericorde, la guillotina progre. En España no se puede en cine hablar de la historia de España, guerra civil aparte y por supuesto siempre que sea alguna epopeya del bando bueno. O sea el contrario del que fue el bueno durante 40 años […]. El adoctrinamiento ha alcanzado y logrado las cotas más altas: el Cid era facha, los árabes los tolerantes pacíficos que civilizaron Iberia, los Reyes Católicos una pareja satánica, Hernán Cortés una bestia parda que mató al encantador Moztezuma y Felipe II un asesino negro jefe de todas las tinieblas. Sobre todo Felipe II. Como un día afirmó un sorprendido Henry Kamen, el gran historiador británico, tras una virulenta discusión con medio centenar de universitarios españoles ¡en el Escorial!: “Sólo ustedes se creen ya en todo el mundo la Leyenda Negra”. No sólo nos la creemos sino que es una de las señas de identidad del llamado progresismo español: la vergüenza por la historia que desconoce y sobre la que mantiene una absoluta y sectaria ignorancia. Solo sabe que somos, los españoles todos y fachas desde los visigodos, una panda de cabrones que han ido haciendo daño por el mundo.»
   De ello se lamenta también el profesor José Alcalá-Zamora en su ensayo sobre Felipe II y Flandes (Historia 16. Nº 99): “España, esta tierra generosa que abre oídos y alza monumentos a quienes le fueron hostiles y quizá no a los que, con razón o sin ella, defendieron su política o intereses…”
   Y respecto a la denostada batalla de Lepanto, nadie mejor que el poco ‘franquista’ Miguel de Cervantes –orgulloso combatiente de la gesta- para definirla: “La más alta ocasión que vieron los siglos”.
   Para un mejor conocimiento de la historia de España se hace recomendable, también, la lectura de eruditos e historiadores tan poco sospechosos como D. Claudio Sánchez Albornoz, presidente del Gobierno de la República en el exilio, con su libro España, un enigma histórico, y D. Salvador de Madariaga, republicano liberal exiliado, autor de España, o Julián Juderías, con su obra La Leyenda Negra. Y en nuestros días, el doctor en Historia Serafín Fanjul, arabista, con sus obras sobre el Al-Andalus.”
                                       
(2ª Carta, escrita el 8-XI y publicada el  6-XII, también en La Verdad, y  ofrecida aquí completa):

  «Nos referíamos días atrás a aquellos paisanos nuestros que se empeñan en hacer suyos tópicos propios de la Leyenda Negra, denigrando nuestra historia secular, instituciones y personajes históricos, dando lugar a que eruditos e historiadores, en buena medida extranjeros, como el reconocido profesor hispanista Henry Kamen, nos tengan que decir que somos los españoles los únicos que todavía nos creemos hoy semejantes falacias.
   En 2008, el doctor en Historia, de la Universidad de California, Philip W. Powell, publicó un libro a propósito titulado La Leyenda Negra. Un invento contra España. Durante la IIGM Powell había resultado herido en combate, por lo que fue  destinado a asuntos culturales, terminando en la Administración de EEUU como experto del mundo hispánico.
   En la contraportada de dicha obra leemos:
“Durante siglos, los reyes, los diplomáticos y los militares españoles ganaron casi todas las batallas. Salvo una: la de la propaganda, esa guerra librada en los campos del espíritu.
El historiador norteamericano Philip Powell describe en La Leyenda Negra […] cómo surge esa campaña en el mismo siglo XVI y cómo se extiende por el mundo, perdurando hasta hoy. Tópicos centenarios sobre lo que fue y representó el Imperio español quedan aquí derrumbados.”
“Con este título se abre la colección “Los grandes engaños históricos”. Su objetivo: contribuir al esclarecimiento de la verdad histórica, desbaratar grandes engaños hondamente arraigados en nuestro imaginario colectivo. Tanto en el imaginario general como en el de los españoles: el único pueblo del mundo que ha hecho suyas las mentiras, las exageraciones y los insultos que sus enemigos han dicho sobre él.”
  En sus páginas podemos encontrar referencias a conocidos historiadores y prestigiosos académicos que con sus libros, unos, y con sus declaraciones, otros,  han desmontado todos los libelos de la leyenda: Arnold J. Taynbee (GB), Herbert E. Bolton (USA), Pierre Chaunu (F), Alexander von Humboldt (D), Hugh Thomas (GB),  Earl J. Hamilton (USA), Salvador de Madariaga (E), Robert C. Padden (USA), Constantino Bayle (E),  Lewis U. Hanke (USA), John Tate Lanning (USA), Ronald Syme (GB), Lesley Byrd Simpson (USA), Peter Pierson (USA), Claudio Sánchez Albornoz (E), y un largo etcétera. A los que habría que añadir –si no los citara- a Colin Martin y Geoffrey Parker (británicos. Autores sobre la Gran Armada, los Tercios y el Camino Español), o René Quatrefages (francés, sobre los Tercios españoles), Joseph Pérez (F). Añadamos a la inagotable lista al prestigioso Stanley G. Payne, quien de forma más ecuánime nos ilustra sobre nuestra primera mitad del siglo XX. En fin, un libro de cabecera, el de Powell, para documentarnos y desintoxicarnos los ciudadanos de a pie.
                                                                                        José Mª Hernansáez Dios



Notas:
1.    Siempre fui de la opinión de que ‘la potencia cultural de  México’, antes que con los exiliados españoles, se inició tras fundar España en este país la Universidad mexicana,  en 1551, después de crear la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Santo Domingo, en 1538, y al tiempo que fundaba la de San Marcos, en Perú. Las tres en época de Carlos I de España, las cuales todavía ’sientan cátedra’. Por otra parte, tampoco pretendemos defender aquí a reyes tan inútiles como Carlos II, Carlos IV, déspotas  nefastos como Fernando VII o al Espadón de Loja  que, al menos, tuvo de positivo que bajo su mandato  fundara  el duque de Ahumada la Guardia Civil. Tampoco vamos a disculpar a otro espadón: al general masón Riego.
  
Pese a los ‘trapos sucios’ que todo país que se precie esconde, no acertamos a ver –insisto- a un francés vilipendiando a su país: su Revolución, su Imperio napoleónico, al Gran Corso en sí, a Napoleón III, a Juana de Arco, a Robespierre o a Rochelieu; a sus cárceles de La Santé o de las Antillas francesas; a su historia secular e instituciones, o denunciando el procedimiento ‘manu militari’ de las anexiones de los territorios periféricos o insulares con que se amplió el espacio francés a costa de sus vecinos. Para el galo, la patrie es la patrie. O a un inglés renegando de su legado histórico, de su pasado, tradiciones irrenunciables e instituciones, incluida la monarquía, condenando, por ejemplo,  a Enrique VIII, a Oliver Cronwell o al corsario Drake, que compartía con la reina el latrocinio de altamar. Ningún británico aceptará que se le imputen a Churchill los bombardeos que ordenó sobre poblaciones civiles indefensas (Dresde, etc.). O bien a un norteamericano tildando a su país de prepotente por su intervencionismo como ‘gendarme del mundo’ contra ‘el eje del mal’, el acaparamiento internacional del petróleo, el criminal hundimiento del Maine (culpabilizándose entonces a España a fin de apoderarse de Cuba con todos sus ingenios azucareros y otras industrias, para cuyo logro desencadenó una mortífera guerra, quedando de su ocupación la polémica Guantánamo), o aireando en su prensa, por ejemplo, la verdadera historia de El Álamo, o mostrando la cara oculta de Abraham Lincoln. Al ciudadano USA solo le preocupa el sueño americano, su himno y su bandera2. Y si se trata de un polaco cualquiera, que nadie intente hollar su santo suelo, su sagrada enseña, su catolicismo a ultranza o su pasado (para ellos) glorioso e intachable, permaneciendo siempre dispuesto a sacrificarse por su patria. ¡Y que nadie les mienta a sus héroes y mártires! El orgullo polaco, del que hablaba Solzhenistsyn.

Notas:
2.    Solo he conocido a dos norteamericanos que hayan criticado a EEUU, pero únicamente su política nacional e internacional, es decir, la nefasta actuación de sus políticos, pero enfocada desde una perspectiva patriótica. Uno es William Blum, con su libro LA GUERRA DE WASHINGTON CONTRA EL MUNDO (2001). Y el otro Michael Moore, con su película Farenheit 9/11. (2004). Una crítica a la guerra de Bush en Irak y a la política de su Gobierno. (9/11: referencia al 11 de septiembre).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia o a actos contrarios a la legislación española y a la moral católica. Los comentarios no reflejan la opinión de H en L, sino la de los comentaristas. H en L se reserva el derecho a modificar o eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas. Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.