martes, 9 de julio de 2013

PATRICIO HIDALGO LUQUE: El bombardeo del Hospital Militar de Córdoba

El verano pasado solicitamos a Patricio Hidalgo desde el Foro Historia en Libertad un artículo, que tuvo la amabilidad de enviarnos, con destino a un suplemento dedicado a los bombardeos sobre retaguardia en la Guerra Civil. Los cambios que, por aquellas fechas, afectaron a nuestro suplemento, impidieron que dicho proyecto viera la luz. Aprovechamos la reciente aparición de su libro sobre los bombardeos aéreos de Córdoba -que recomendamos a nuestros lectores- para publicar este trabajo.




El bombardeo aéreo sobre ciudades es uno de los aspectos más dramáticos de la guerra moderna al afectar de lleno a la población civil. En la guerra civil española se generalizó esta práctica, prevista por los teóricos del poder aéreo de entreguerras, si bien ya había comenzado en la Primera Guerra Mundial. El bando republicano reconoció ya en sus primeros partes oficiales de guerra haber bombardeado las ciudades de “Zaragoza, Sevilla, Córdoba y otros focos rebeldes”[1].

En efecto, la ciudad de Córdoba sufrió a lo largo de la guerra civil un mínimo de cuarenta y siete bombardeos y fue de las primeras poblaciones en ser bombardeadas. Podemos distinguir un primer período, desde finales de julio hasta mediados de septiembre de 1936, con la ciudad casi sitiada y atacada por las fuerzas del general Miaja. En estas fechas tenemos contabilizados hasta veintinueve bombardeos. Fueron unos tiempos agónicos para los cordobeses, que hubieron de afrontar hasta tres ataques en un mismo día[2], ataques indiscriminados sobre la totalidad del casco urbano con independencia de que hubiese o no objetivos militares en las proximidades de los lugares de caída de las bombas. Estas dañaron edificios religiosos, incluida la Catedral (antes Mezquita), establecimientos sanitarios, algunos edificios oficiales y multitud de viviendas, gran parte de ellas de gente modesta. Hemos comprobado en este período no menos de cien muertos.

El primer respiro que  tuvo la ciudad fue la toma de Cerro Muriano el 6 de septiembre de 1936, con lo que se consiguió aliviar la presión por la parte de la sierra y privar a los republicanos de unas posiciones ventajosas que no habían sabido aprovechar. Las siguientes operaciones –toma de Espejo y Castro del Río a finales de septiembre- conjuraron la amenaza que suponía la columna del comandante de Artillería Joaquín Pérez Salas, establecida en esos pueblos. En este contexto cesaron los bombardeos sobre la ciudad.

En octubre los sublevados avanzaron por el valle del Guadiato y la cuenca minera de Peñarroya-Pueblonuevo. En diciembre de 1936 el general Queipo de Llano desencadenó la llamada “ofensiva de la aceituna”, que puso bajo su control extensas zonas olivareras de las provincias de Córdoba y Jaén. En el caso de Córdoba supuso alejar la línea de frente desde Las Cumbres, entre Alcolea y El Carpio, hasta algo más allá de Villa del Río, ya cerca de la provincia de Jaén. Precisamente en el desarrollo de esta ofensiva se produjeron varios ataques de la aviación republicana sobre la ciudad, esta vez buscando la estación de ferrocarril como objetivo definido. El capitán Joaquín García-Morato, que había formado la “Patrulla Azul” junto con los tenientes Julio Salvador y Díaz-Benjumea y Narciso Bermúdez de Castro, había sido llamado a Córdoba para apoyar las operaciones. El 3 de enero de 1937 Morato derribó dos bombarderos Katiuska en las proximidades de Andújar y cesaron de nuevo los ataques aéreos.

Tras el fin victorioso de la ofensiva de la aceituna –aunque no pudo conseguirse la liberación de los asediados en el Santuario de la Virgen de la Cabeza- los frentes cordobeses quedaron estabilizados mientras Queipo de Llano volvía su atención hacia Málaga y su puerto. En el mes de marzo de 1937, tras la fácil conquista de esta ciudad, el Ejército del Sur desencadenó una ambiciosa ofensiva que partiendo de Espiel, Villaharta y Peñarroya pretendía poner bajo control nacional todo el norte de la provincia de Córdoba y amenazar Almadén[3]. La ofensiva, planteada con excesivo optimismo, desprecio de la capacidad del adversario y sin aprestar fuerzas de reserva, fracasó y fue seguida por una contraofensiva republicana que puso en serios aprietos a los nacionales. El 23 de marzo Queipo de Llano urgía a Franco el traslado al sur del capitán García-Morato, al mando de lo que ya era 1ª Escuadrilla de Caza, al objeto de escoltar los vuelos de los tres únicos Junkers-52 de que disponía, ya que la escuadrilla de caza del capitán César Martín Campos, que se estaba instruyendo en el Sur, no estaba aún operativa. En el mismo mensaje solicitaba también el envío de una batería antiaérea de 88 mm[4].

García-Morato aterrizó en Córdoba el 26 de marzo al frente de su escuadrilla, en la que ahora volaban Julio Salvador y Díaz-Benjumea, Miguel Guerrero García, Manuel Vázquez Sagastizábal (“el Municipal del Aire”[5]), Arístides García López y Jesús Rubio Paz, cuyo hermoso nombre fue invertido a “Satanás Moreno Guerra” por el humorismo de los pilotos[6].

La aviación republicana estuvo muy activa desde finales de marzo, atacando las líneas del frente y los pueblos de Montoro, Villa del Río y Bujalance. Pocos días después, el 1-04-1937, sobre las 12 horas, tuvo lugar sobre Córdoba el  bombardeo más trágico de toda la guerra, con un balance de más de treinta muertos. Las bombas cayeron, entre otros lugares, en el Hospital Militar, Hospital Psiquiátrico y en los alrededores de la estación de Cercadilla.

El parte oficial del Ministerio de Marina y Aire de las 23.00 horas de ese día decía textualmente:
Hoy fueron bombardeados en Córdoba los talleres de la Electro-Mecánica, destinados a la producción de material de guerra, y los cuarteles, lanzándose por nuestros aviones 40 bombas de 25 kg y otras 40 de 50 kg [7].
El parte oficial nacional es más lacónico:
La aviación roja bombardeó la población de Córdoba y, especialmente el Hospital Militar, causando algunas víctimas[8].
Por su parte, el Boletín de Operaciones nº 365 de la Jefatura de las Fuerzas Aéreas, fechado el mismo día en Albacete, dice lo siguiente:
GRUPO 12. Ocho Katiuskas bombardearon con buen resultado los Cuarteles y fábrica de municiones de Córdoba. La artillería antiaérea de esta Capital hizo fuego contra nuestros aviones sin resultado. Al regresar tomó tierra por avería y sin novedad un avión, 16 kms al suroeste de Santa Cruz de Mudela [9].
En efecto, el ataque fue realizado por los Katiuskas del Grupo 12, en concreto por la 2ª Escuadrilla (en aquella época mixta de españoles y soviéticos) mandada entonces por el mayor Enrique Pereira Basanta, al menos de forma nominal. Ese día los aviones no operaron desde su base habitual en Sisante (Cuenca), sino desde Liria (Valencia), donde habían sido destacados para realizar ataques sobre Aragón y Mallorca. Los objetivos de esa incursión eran los cuarteles de Córdoba, como queda de manifiesto en los partes antes citados y en el cuaderno de vuelo del capitán observador Antonio Blanch Rodríguez reproducido por Salas y Madariaga[10]. La fábrica de municiones citada es, evidentemente, la Electromecánica, que producía vainas para cartuchos.
Carlos Par Balcells. Foto gentileza de Silvia Par Vandrey

Sin embargo, ninguno de los objetivos señalados fue alcanzado. Una bomba cayó en el hospital militar, concretamente en la farmacia que quedó completamente destruida. Allí murieron José Prieto Lovera, alférez farmacéutico. Marcos Benavente López, practicante de Farmacia del C.A.S.E. (Cuerpo Auxiliar de Suboficiales Especialistas). Juan Martín Camacho, mozo de Farmacia. Miguel Ortiz Lama, soldado destinado en la farmacia. Baldomero Delgado Adame, ídem (llevaba cinco días en la farmacia). Manuel Ignacio Henares Ayala, artillero 2º del Regimiento de Artillería Pesada nº 1, agregado a la farmacia[11]. Y Carlos Par Balcells, paisano, natural de Barcelona, licenciado en Ciencias Químicas, que trabajaba en la farmacia tras incorporarse a zona nacional desde Hamburgo (Alemania), donde residía, al enterarse del asesinato de su padre en Barcelona por elementos frentepopulistas[12]. El jefe de la farmacia, farmacéutico primero (capitán) Antonio Contreras Morales, resultó ileso por encontrarse en esos momentos en otra dependencia del hospital.

En el resto del hospital y en sus alrededores fallecieron Antonio Romero Noriega, alférez de Aviación, herido el 20-12-1936 sobre Cañete de las Torres cuando pilotaba un Breguet-XIX  y convaleciente en el hospital; herido de nuevo, falleció en agosto de 1937. Domingo Botella Campoy, sargento de Artillería. Juan Canales Torralbo, de 14 años y natural de Doña Mencía, que transitaba junto al hospital. Rafael Bello del Toro, de la Bandera de Falange de Las Palmas. Antonio Jiménez Duarte, ídem. Antonio Jiménez Neira, padre del anterior y médico de la misma Bandera. Carmen Morales Olmedo, empleada del hospital. Basilio Pozo, sanitario. Emilio Sánchez García, guardia cívico que estaba de guardia en la puerta falsa del hospital. María Chicano Parejo. Antonia Fernández Almagro[13].

El caos y el desconcierto en el hospital debieron ser tremendos. Una enfermera declaró lo siguiente:
...Un grupo de señoritas aún sabiendo el peligro que corrían sus vidas cuando empezó el bombardeo se quedaron en sus respectivas salas animando a los heridos; otras que prestaban servicio en quirófanos se quedaron igualmente en sus puestos.
Otro grupo, al que pertenezco yo, nos encontrábamos en el jardín en un rato de descanso, y al oír la señal de alarma nos refugiamos en los sótanos; cuando terminó el bombardeo, sintiéndose aún los aparatos, salimos para ayudar a los heridos que venían hacia el sótano y seguimos luego en el trabajo hasta las 11 de la noche en que todo quedó completamente normalizado.
Otras señoritas se habían refugiado también en los sótanos durante el bombardeo y cuando terminó fueron saliendo de ellos según el grado de pánico que quedó en ellas, y se fueron marchando a sus respectivos domicilios, y no volvieron aquella tarde al Hospital por que según unas no les tocaba de turnos y no estaban obligadas a ello y otras por tener los nervios destemplados...[14]
Los bomberos hubieron de intervenir para apagar el incendio provocado por la explosión y para proceder al rescate de las víctimas y al desescombro[15].

Quizás el Hospital Militar fue confundido desde el aire con el relativamente cercano cuartel del Marrubial; además, y según la prensa local, ese día había nubes bajas que pudieron obstaculizar la identificación. En cualquier caso, a raíz de estos hechos el mando nacional decidió colocar signos de la Cruz Roja en los tejados de los hospitales[16].

Otra bomba cayó muy cerca del hospital, en un local perteneciente a la empresa aceitera Carbonell situado en la esquina de Avda. Obispo Pérez Muñoz con c/ Almogávares y que quedó totalmente en ruina. Ese día también resultó alcanzado el Hospital Psiquiátrico, próximo al militar. El acta de la reunión de la Comisión Gestora de la Diputación Provincial correspondiente al día 15-04-1937 recoge la aprobación de una partida para la reparación urgente del “pabellón de hembras”, destruido por tres bombas[17]. Sin embargo, y pese a la creencia general que habla de múltiples víctimas en el establecimiento, no hemos hallado datos de fallecidos en el Psiquiátrico.

Se da la circunstancia de que tanto el Hospital Militar como el Psiquiátrico ya habían sido alcanzados, con pocos daños, en el bombardeo del 26 de agosto de 1936. Pero en esta ocasión la farmacia del Hospital Militar resultó totalmente destruida, por lo que el capitán Contreras se trasladó al convento de S. Cayetano (carmelitas descalzos) donde reanudó sus cometidos con personal superviviente (que no estaba de servicio en el momento del bombardeo) y con material cedido por los farmacéuticos de Córdoba más el requisado en la farmacia Villarejo, de El Carpio, abandonada por su titular en diciembre de 1936. Esta situación se prolongó hasta junio de 1937 cuando finalizaron las obras de reconstrucción de la farmacia en el edificio del hospital[18].

El ya citado Historial de los servicios prestados por los bomberos menciona casas dañadas por el bombardeo en la calle Torres Cabrera y otras. Sin embargo, sólo tenemos noticia de que en la calle Ramírez de Arellano nº 8 (esquina a c/ Domingo Muñoz), casa propiedad de Antonio Jiménez de la Cruz, impactó una bomba de 250 kg que no estalló, si bien causó graves daños en la casa. Dicha bomba se conserva en la Subdelegación de Defensa de Córdoba. Nótese como el parte oficial sólo mencionaba bombas de 50 y de 25 kg.

La otra zona que sufrió grandes daños fue la del barrio de Cercadilla, inmediata al cuartel de Artillería que era, sin duda, el objetivo. En esta ocasión el error fue mínimo, de unas decenas de metros, porque las bombas impactaron en Avda. de América y calles Garellano, Hernán Ruiz, Roque Figueroa y Pasaje Ruiz Armenta. Sin embargo, ese pequeño error se tradujo en una espantosa carnicería. Allí murieron Juan Valderrama Fernández y Juan de Dios Corona Cantor, ferroviarios. Francisco Ibáñez Guerrero, jornalero, su esposa Encarnación Morón García y la hija de ambos Encarnación Ibáñez Morón[19]. Cayetano Iradi Ruano. Victoria Díaz Jiménez. Adoración Ruiz Pérez, y sus hijos Concepción, Remedios, Fuensanta y Aurelio Leiva Ruiz. Felisa Pérez Camacho. Rosalía Aranzona Benítez. Tránsito Enríquez Requena. Carmen Cordero Quintana, sus hijas Pura y Fernanda Pila Cordero,ysu nieto Antonio Martín Pila. Todos civiles.

La destrucción en esta zona fue considerable, y los bomberos estuvieron realizando labores de desescombro hasta el día 4 de abril. Al menos dieciocho edificios de este barrio sufrieron daños de más o menos consideración[20].

El balance total fue de treinta y siete muertos. Once de estas víctimas fueron inscritas en el Registro Civil de Córdoba en los tres meses siguientes al ataque, mientras que seis de los fallecidos lo fueron a lo largo de los restantes meses de 1937. Algunas otras víctimas se inscribieron en años sucesivos, la última en 1949, mientras que no hemos encontrado rastro de catorce de las víctimas a pesar de haber repasado los libros de defunciones del Registro Civil hasta el 31-12-1955. Sirvan estos datos como reflexión acerca de si todas las víctimas del bando nacional fueron recordadas y honradas adecuadamente, como se dice hoy en día.

Bomba que no estalló en Ramírez de Arellano esquina a Domingo Muñoz

No hubo grandes exequias ni funerales multitudinarios. Las familias más pudientes se hicieron cargo de los entierros de sus deudos. Otras víctimas, militares y personal militarizado, fueron inhumadas en el cuadro de S. Marcial del cementerio de S. Rafael, reservado para el Ejército, si bien los restos de los falangistas canarios fueron posteriormente exhumados y trasladados a Las Palmas. En el caso del químico Carlos Par Balcells fue una llamada Junta de Auxilio a los Repatriados la que costeó su entierro, según se puede ver en la lápida de su tumba. La mayoría de las víctimas civiles del barrio de Cercadilla fueron enterradas en el cementerio de la Salud. De Fuensanta Leiva Ruiz no se encontraron restos que enterrar. Sí se pudieron reunir algunos de su hermana Consuelo, que fueron enterrados con los de su madre. El Ayuntamiento concedió sepultura gratuita para estas víctimas por un período de 10 años. Es decir, el recuerdo y la honra duraron lo que la reducción cadavérica. Y aún tuvieron mejor suerte que los muertos en el verano de 1936, cuyo destino mayoritario fue la fosa común.

Los aviones se presentaron por sorpresa, sin ser advertidos por los puestos de escucha. El ataque debió ser muy rápido, de forma que la caza nacional no pudo interceptar a los atacantes[21]. Es de destacar que tanto la prensa local como el boletín citado de la aviación republicana hablan de fuego antiaéreo. En estas fechas sólo tenemos documentada la presencia en Córdoba de una pequeña pieza antiaérea de 20 mm emplazada en el aeródromo para la defensa inmediata del mismo[22]. Lógicamente esta pieza no podía inquietar a los atacantes, que volaban alto y fuera de alcance. Por tanto, debía haber en Córdoba en esos momentos algunos antiaéreos que no hemos localizado aún. Sólo hemos recogido alusiones a soldados italianos que servían una batería antiaérea, sin poder precisar más datos.

Como consecuencia de este ataque se asignó a la protección de Córdoba una batería antiaérea de 88 mm que inicialmente iba destinada a Peñarroya. Esta batería, la 8ª de la Agrupación de Artillería Antiaérea al mando del capitán Lorenzo Martín Carod, fue situada en Córdoba a partir del día 13-05-1937[23] coincidiendo con la marcha de García-Morato.

Irritado por este ataque, Queipo ordenó un bombardeo de represalia contra Jaén. Esta ciega venganza causó 155 muertos, siendo el peor ataque aéreo de toda la guerra hasta ese momento. Los Junkers-52 que bombardearon Jaén no podían transportar una carga de bombas mucho mayor que la arrojada por los Katiuskas sobre Córdoba, pero Jaén era una ciudad desprevenida y el azar quiso que una bomba cayera sobre un grupo de mujeres que hacían cola para recoger subsistencias[24]. Pero no terminaron ahí las tragedias, ya que este último ataque originó otra nueva represalia, una saca de 128 presos derechistas y eclesiásticos detenidos en la catedral de Jaén que fueron fusilados en los días siguientes en el cementerio de Mancha Real[25].

El tratamiento de la prensa cordobesa sobre este fortísimo bombardeo ya fue muchísimo más oscuro que el empleado en el verano del 36, cuando se informaba detalladamente de horarios, puntos de caída de bombas, víctimas, etc. El Diario de Córdoba de 2-04-1937 sólo mencionaba el parte oficial nacional, ya citado, e insertaba un pequeño artículo titulado “Criminales” que resaltaba la crueldad de los atacantes, pero sin especificar número de víctimas, daños producidos ni otros detalles. También transcribía la charla radiofónica de Queipo de Llano de la noche anterior, que no podía ser censurada. Queipo habló de muertos entre hospitalizados y familiares visitantes, obreros, mujeres y niños en el barrio de Cercadilla, cita la “casa de orates”, etc. También anunció represalias y reconoció haber ordenado como tal el bombardeo de Jaén la misma tarde del 1-04-1937. El mismo diario, en su edición del día 8-04-1937, publicó las esquelas de José Prieto Lovera y de Adoración Ruiz Pérez y sus cuatro hijos.

Por su parte, El Defensor de Córdoba no publicó nada la tarde del mismo día 1, hubo que esperar al día 2 para leer la transcripción de la charla de Queipo y una nota titulada “Una visita marxista”. En esta nota decía que fueron cinco los bombarderos atacantes (hemos visto que fueron ocho) y que se presentaron amparándose en las nubes bajas sin dar tiempo apenas a que sonasen las alarmas; según el vespertino la formación atacante se dislocó ante la presencia de los cazas nacionales, y uno de los bombarderos iba tocado por los antiaéreos, pues arrojaba humo negro. Ese mismo día incluyó una necrológica de Marcos Benavente López, cuya esquela funeraria apareció el 8-04-1937. Guión publicó en la primera página de la edición de esa misma tarde una información en grandes caracteres titulada “Frente a los piratas y a los verdugos, ¡Viva España!” que aparece censurada hasta tal punto que no es posible reconocer una referencia al bombardeo. Por último, el diario falangista Azul quiso ocultar la magnitud de la tragedia en un suelto publicado en la edición del mismo día 1: La aviación marxista ha hecho una visita a la ciudad hoy. Un ataque cobarde y traidor, sin objetivo alguno, propio de los malvados criminales que integran el mando rojo. La agresión no ha tenido eficacia afortunadamente, pero refleja a la perfección los instintos de la canalla roja presta a molestar a poblaciones civiles muy lejanas del frente de combate y por tanto ajenas a la lucha. Un hecho más el de hoy que acredita a los rojos como cobardes, traidores y asesinos. Y un ejemplo más también que ofrecer a las naciones extranjeras de la barbarie marxista. Días después, el 5 y el 10 de abril, glosó las figuras de los falangistas canarios fallecidos. 

ABC de Sevilla, en su edición del 2 de abril, incluye una crónica fechada el día anterior en Córdoba bajo el siguiente titular: La Aviación marxista hace alarde de sus instintos criminales bombardeando esta mañana en Córdoba un hospital, la casa de los locos y una barriada obrera, causando víctimas. Este relato nos proporciona algún detalle adicional. En la fundición “La Cordobesa”, muy próxima al cuartel de Artillería y que había sufrido un bombardeo con víctimas en agosto de 1936, la techumbre de uno de los talleres se vino abajo a consecuencia de unas explosiones próximas. Afortunadamente, el portero había dado la alarma a tiempo y en esos momentos los trabajadores ya estaban en el refugio.

En cuanto a la bibliografía existente hay que decir que el eco de este bombardeo es escaso. Francisco Moreno Gómez[26] lo cita con estas palabras:
Ese día, además, la aviación republicana bombardeó terriblemente Córdoba. Gran parte de las bombas cayeron sobre el Hospital Militar y otras en Cercadilla. Hubo treinta y dos muertos y treinta y cuatro heridos. Entre ellos perecieron un sargento de Artillería y varios falangistas (según Registro Civil de Córdoba). El parte gubernamental de la noche reconoció haber arrojado sobre Córdoba 80 bombas, la mitad de 50 kg. y las otras de 25.
Solé y Villarroya, con diferencia los autores que con más amplitud han tocado el tema de los bombardeos, al menos los realizados sobre la retaguardia republicana, no mencionan este bombardeo, y apenas dedican unas líneas al de Jaén que fechan, erróneamente, el 2 de abril[27].

Sorprende que la propaganda nacional no aprovechase este bombardeo con víctimas civiles para criminalizar al enemigo; tan solo el parte oficial del día 9-04-1937 relaciona algunos bombardeos republicanos sobre poblaciones civiles durante los días anteriores y cita el de Córdoba en los siguientes términos:
En Córdoba con bajas entre los familiares de los soldados heridos cuando estaban visitándolos [28].
En cambio, el bando republicano fue mucho más activo en su propaganda, sobre todo a raíz de la repercusión internacional que ocasionó el bombardeo de Guernica. A primeros de 1938, cuando peores eran los bombardeos italianos sobre Barcelona, el Gobierno de Negrín emprendió una campaña internacional para limitar los bombardeos aéreos sobre ciudades en la que esperaba implicar no sólo a los gobiernos británico y francés, sino al mismísimo Vaticano, y ello a pesar de la tirantez de las relaciones con la Santa Sede por motivo de la cruenta persecución contra la Iglesia Católica que llevó a cabo el bando republicano[29]

En cambio, el bando nacional siempre fue a remolque de las circunstancias a pesar de haber sido el primero en sufrir los bombardeos sobre ciudades. Su propaganda fue escasa y de poca capacidad de comunicación, al menos si observamos los dos folletos que conocemos sobre los bombardeos que padeció[30].

Visto esto no es extraño el desconocimiento existente sobre los bombardeos aéreos republicanos, incluso en la misma Córdoba, que tanto padeció los efectos de estos ataques.

El bombardeo del 1 de abril de 1937 no fue el último. La ciudad aún hubo de soportar otras doce incursiones durante el resto de la guerra.

[1] Gárate Córdoba, José Mª. Partes oficiales de guerra. Servicio Histórico Militar. Madrid: Ed. San Martín, 1978; tomo II (Ejército de la República), p. 12. Parte del 26-07-1936.
[2] Hemos oído a algunas personas mayores referirse al 20-08-1936 como “el día de los cuatro bombardeos”, si bien sólo hemos podido documentar tres ataques.
[3] Parece ser que un objetivo no confesado de esta ofensiva era la liberación del Santuario de la Virgen de la Cabeza, que no pudo lograrse en diciembre de 1936 durante la batalla de Lopera-Porcuna.
[4] Archivo Histórico del Ejército del Aire (AHEA), exp. A-9133.
[5] Siendo simple piloto civil del Aero-Club de Sevilla Manuel Vázquez Sagastizábal cumplió importantes misiones en el frente de Córdoba. El Ayuntamiento agradeció sus servicios nombrándolo Jefe Honorario de la Guardia Municipal, “Dominios del Aire”. Vázquez se lo tomó con humor y pintó un guardia municipal en su avioneta.
[6] AHEA, exp. A-9105.
[7] Gárate Córdoba, José Mª, op. cit., tomo II (Ejército de la República), p. 270.
[8] Gárate Córdoba, José Mª, op. cit., tomo I (Ejército Nacional), p. 126.
[9] Archivo General Militar de Ávila (AGMAV), C.255, Cp.5, D.4/15.
[10] Salas Larrazábal, J. y Madariaga Fernández, R. El bimotor de bombardeo rápido Tupolev SB-2. Su actuación en España. Madrid: Ministerio de Defensa, 2007; p. 229-230.
[11] Según consta en su expediente personal (Archivo del GACA ATP X, Base de Cerro Muriano). Henares Ayala era veterinario titular de Posadas (Córdoba). El alcalde de Posadas solicitó al Gobernador Militar la exención de Henares del servicio militar por ser sus servicios muy necesarios en el municipio; a pesar de la inicial aceptación del coronel Cascajo fue retenido por necesidades del servicio, y este tira y afloja continuó hasta que se concedió lo solicitado el 19 de abril, bastantes días después del fallecimiento de este artillero.
[12] En el Registro Civil y en el libro de registro del cementerio de S. Rafael consta, erróneamente, el apellido Paz. La certeza de que su apellido era Par me la ha proporcionado el testimonio de su hija, Dª Silvia Par Vandrey.
[13] La relación de víctimas del Hospital Militar se ha obtenido del parte del médico de guardia del mismo, procedente del archivo del hospital, que se conservaba en el Hospital Militar de Sevilla; este parte me ha sido facilitado por el teniente coronel médico D. Juan Guijo Castro.  Las dos últimas víctimas femeninas constan en dicho parte como una señora y una niña sin identificar, respectivamente.
[14] Bescós Torres, Jesús. “Las enfermeras en la guerra de España”. Revista de Historia Militar, año XXVI, 1982; p. 135.
[15] Archivo Municipal de Córdoba (AMCO), L5969. Historial y relación de los servicios prestados por el Cuerpo de Bomberos, 19 de Enero de 1927 a 12 de Noviembre de 1957.
[16] AGMAV, C.2580, Cp.58.
[17] El importe presupuestado para esta reparación fue de 74.922,69 pesetas. ES 0214 ADCO (Archivo Histórico de la Diputación Provincial de Córdoba), signatura HC-3833-1.
[18] Archivo de la Farmacia del Hospital Militar, actualmente en AGMAV.
[19] Otro hijo de este matrimonio, Francisco, sobrevivió entre los escombros y fue recogido en el Hospicio. Posteriormente fue entregado a su abuelo materno, según menciona la citada acta de la Comisión Gestora de la Diputación provincial de Córdoba.
[20] Relación de los daños causados por la guerra en Córdoba y su provincia según datos facilitados por el Sr. Arquitecto y alcaldes de los respectivos pueblos de la provincia. Copia sin firmar fechada en 28 de mayo de 1938 procedente del Archivo de D. Dionisio Ortiz Juárez.
[21] García-Morato, Joaquín. Guerra en el aire. Valladolid: Ed. Galland Books, 2008; p. 67. El laureado aviador cita en su diario de vuelo una alarma sobre Córdoba el 1-04-1937. También anota el servicio de escolta a los “Junkers-52” que bombardearon Jaén esa misma tarde como represalia.
[22] Anónimo. Historial del Regimiento de Artillería Pesada nº 1 durante el Glorioso Movimiento Nacional. Córdoba, Imprenta de la Casa de Socorro-Hospicio, s/f; p. 108.
[23] Archivo General Militar de Segovia (AGMSE), hoja de servicios del citado oficial.
[24] En la zona republicana se implantó la tarjeta de racionamiento por decreto de 5-03-1936, Gaceta de la República nº 66 de 7-03-1937.
[25] Cuevas Mata, Juan. “El bombardeo de Jaén”. Senda de los Huertos: revista cultural de la provincia de Jaén. Ene-Feb-Mar, 1992; p. 75-90. Véase también Montero Moreno, A. Historia de la persecución religiosa en España. Madrid: B.A.C., 1961; p. 272.
[26] Moreno Gómez, Francisco. La guerra civil en Córdoba 1936-1939. 2ª ed. Madrid: ed. Alpuerto, 1986; p. 580.
[27] Solé i Sabaté, Josep Maria, y Villarroya, Joan. España en llamas. La guerra civil desde el aire. Madrid: ed. Temas de Hoy, S.A., 2003; p. 105.
[28]Gárate Córdoba, José Mª, op. cit. tomo I (Ejército Nacional), p. 132.
[29] A este respecto véase Marquina Barrio, Antonio. “Los bombardeos aéreos de las poblaciones civiles en 1938: los límites de la independencia de la diplomacia vaticana con respecto a las políticas de Francia y el Reino Unido”. UNISCI Discussion Papers, nº 12 (octubre 2006). UNISCI: UCM, Madrid. Sobre la intervención del PNV y el gobierno vasco en el exilio cerca de ciertos sectores de la Iglesia francesa: AGMV, C.69, 1, 1.
[30] Se trata de  Ataques aéreos a poblaciones civiles (Salamanca, s/f) y Bombardeos aéreos en España (Barcelona, 1939).
Impactos del bombardeo (1-abril-1937). En azul la bomba que no estalló (PULSE SOBRE LA IMAGEN)
 
Patricio Hidalgo Luque

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