jueves, 16 de enero de 2014

EDUARDO PALOMAR BARÓ: Heroico defensor de la posición de Abarrán (Marruecos): Capitán Juan Salafranca Barrio

mapa marruecos

Juan Salafranca Barrio nació en Madrid el 21 de septiembre de 1889, hijo de juan Salafranca Butigieg, contador de navío y de Consuelo Barrio Ruiz-Vidal.

Ingresó a los 17 años en la Academia de Infantería de Toledo el 30 de agosto de 1907 en la que fue la XIV promoción, luego famosa por ser la de Francisco Franco, de la que salió promovido a Segundo Teniente en 1911 siendo destinado al Regimiento de Ceuta.

En el año 1912 ganó la Medalla de Melilla y sus dos primeras Cruces de 1ª clase del Mérito Militar con distintivo rojo, por varios hechos de armas tanto en la zona de Ceuta como en la de Melilla.
En 1913 los territorios que pertenecían a España en el Norte de África, quedaron incluidos administrativamente como Protectorado español de Marruecos. Salafranca ascendido en este año a primer teniente, estuvo en las tropas del General Felipe Alfau Mendoza, realizando la ocupación pacífica de Tetuán en febrero de 1913, estableciendo allí la capital del recién formalizado Protectorado español.

En 1916 fue destinado al Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla, incorporándose al 2ª Tabor en Tetuán (antiguo 3º del GFRI de Tetuán nº 1) coincidiendo con su compañero de promoción de la Academia de Infantería, Francisco Franco. Ambos se habían forjado una brillante hoja de servicios desde su salida de la Academia, plena de reconocimientos por sus brillantes acciones de guerra en los mismos escenarios del Protectorado.

El 24 de mayo de 1916 ambos oficiales salieron del campamento en Tetuán, con el Tabor de Regulares de Melilla mandado por el Comandante Jefe Enrique Muñoz Gui para incorporarse a la Columna al mando del General. Ataulfo Ayala y dirigirse a la posición de Laucien, cercana a Tetuán, para cubrir el paso del Alto Comisario General, Francisco Gómez Jordana, que llevaba a cabo la importante misión de la apertura del camino entre Tánger y Tetuán. Parte de las fuerzas quedaron de reserva en Laucien, continuando Salafranca y el resto de la Columna Ayala con el General en Jefe hacia el Fondak, para culminar la misión. A su término, el oficial Salafranca en unión de las demás fuerzas, fue felicitado en el Orden del Día por el General en Jefe por el apoyo prestado. Igualmente, el Gobierno del conde de Romanones y el rey Alfonso XIII mandaron telegramas de felicitación para todos los oficiales involucrados en la misión.

Un mes más tarde, el 29 de Junio de 1916, a las 3 de la madrugada, el IIº Tabor de Regulares Indígenas de Melilla mandado por el Comandante Jefe Muñoz Gui, salió desde el Llano de Los Castillejos formando parte de la Columna mandada por el Coronel de Cazadores Juan Génova, hacia la posición de Kudia-Federico, en las afueras de Ceuta. Ese día llevaron a cabo el asalto al poblado del Biutz, muy cercano a Ceuta, por orden del General en Jefe de Operaciones en África y Alto Comisario General Francisco Gómez Jordana, que consideró muy importante recuperar ese asentamiento, para asegurar las comunicaciones desde Ceuta.

El poblado del Biutz era un asentamiento grande de la cabila de Anyera y estaba bien defendido por las colinas de La Loma de la Trincheras, la colina roja de Hafa-el-Hamra, la de Seriya y detrás de ellas la de Ain-Yir, que constituía la última defensa antes del poblado. A pesar de estar los cabileños fuertemente atrincherados en lo alto de la cima, se decidió el asalto con 3 Columnas; La Columna del Coronel Juan Génova atacaría por el centro para asaltar la Loma de las Trincheras, mientras una segunda Columna, al mando del General Martínez Anido, lo haría por la izquierda, con el objetivo de tomar las colinas de Hafa-el-Hamra y Seriya. La tercera, mandada por el General Sánchez Manjón, atacaría por la derecha la loma de Ain-Yir.

El IIº Tabor de Regulares de Melilla al mando del Comandante Enrique Muñoz Gui, se encargó del asalto a la Loma de las Trincheras. El Teniente Salafranca iba en la Compañía del Capitán Fernando Lías Pequeño, la 1ª Compañía la mandaba el Capitán Palacios y la 3ª Compañía el Capitán Franco.

El asalto a La Loma de las Trincheras fue muy duro, ya que los defensores apuntaban y disparaban a placer a los asaltantes desde su privilegiada posición defensiva en lo alto de la loma. Comenzó el asalto cargando la Caballería de Regulares de Ceuta, que enseguida quedó deshecha bajo el nutrido fuego. Mandó entonces el Comandante Jefe Muñoz Gui que atacara en vanguardia la Compañía del Capitán Palacios, pero apenas conseguían avanzar por igual motivo. El número de bajas era enorme y también cayó el Capitán Palacios herido gravemente. A pesar de todo prosiguió el asalto el resto del Tabor al mando del Comandante Jefe y se consiguió coronar la Loma de las Trincheras, aunque los defensores sólo habían retrocedido un poco más allá de la cima y les esperaban en una segunda línea defensiva para acribillarles de nuevo. Cayeron masivamente, otra vez, los asaltantes y sus oficiales, empezando por el Jefe del Tabor el Comandante Muñoz Gui, muerto de un balazo. Prosiguió el asalto el Capitán Franco, uno de los pocos oficiales supervivientes en la cima. Llegó la hora en que ya se encaraba al enemigo y en el tiroteo cercano, previo al cuerpo a cuerpo, Franco cayó herido de un balazo en el vientre y hubo que evacuarle inmediatamente, sin conocimiento y aparentemente moribundo. Mientras, ambas fuerzas chocaban en el cuerpo a cuerpo definitivo. El Teniente Salafranca estaba herido en cuello y pierna, pero prosiguió al frente de las fuerzas hasta concluir victoriosamente el asalto. Finalizado el combate, replegó a su tropa y se unió al resto del Tabor, que quedó al mando del Capitán Jefe accidental Fernando Lías Pequeño, tras la muerte del Comandante Jefe Muñoz Gui y con el que se dirigieron a la cercana posición de Kudía-Federico. En Kudía-Federico se mejoraron las primeras curas a los heridos, trasladando después a los más graves, como Salafranca, al Hospital militar de Ceuta.

En la Hoja de Servicios de Juan Salafranca respecto a este combate, disponía: “asistiendo ese día a la operación que dio por resultado la toma y recuperación del Biutz (Ceuta) en la que sostuvo duro combate con el enemigo que se hallaba fuertemente atrincherado en las lomas de las Trincheras, resultando dos veces herido una en la pierna y otra en el cuello, continuando al mando de sus fuerzas a pesar de sus heridas, ordenándole el Capitán Jefe accidental del Tabor Fernando Lías Pequeño, saliese a llevar un parte al Jefe de la Columna, Coronel Génova, lo que cumplimentó, siendo muerto el caballo que montaba al regresar de transmitir dicho parte, permaneciendo al frente de sus fuerzas hasta que ordenó el repliegue…”.

En el parte de la operación que el Jefe del Tabor entregó al Jefe de la Columna Coronel Génova, figura Salafranca como ‘Muy Distinguido’ por su insuperable valor, dotes de mando y energía desplegada en altísimo grado en dicho combate.

De los 12 oficiales que ingresaron heridos en la enfermería de Kudía-Federico, sólo sobrevivieron 5 y fueron trasladados en cuanto se pudo al Hospital en Ceuta. Allí fueron llevados, el Teniente Salafranca, el Capitán Palacios, el Capitán Valentín Muñoz Gui y el Capitán Franco, al que se le pospuso el traslado unos días, debido a que su delicado estado no aconsejaba el viaje hasta Ceuta. También llegó con vida al Hospital de Ceuta el Cabo de la 2ª Compañía de Regulares de Melilla nº 1 Mariano Fernández Cendejas, que seguía vivo a pesar de estar acribillado a balazos incluso en las dos manos. Su jefe, el Capitán Valentín Muñoz Gui, también herido y hermano del Comandante Jefe muerto en la Loma de las Trincheras, fue a visitarlo para que firmase la instancia que él había promovido, para que al Cabo de su Compañía Mariano Fernández Cendejas, le fuera concedida la condecoración de mayor valor en el ejército: La Cruz Laureada de San Fernando. Cendejas no pudo firmarla por tener las dos manos vendadas y además murió por las múltiples heridas dos días después, pero le acabaría siendo concedida la Laureada a título póstumo.

El 30 de junio de 1916, el Ministro de la Guerra transmitió por telegrama al General en Jefe Gómez Jordana, las felicitaciones a Salafranca en unión de las demás fuerzas, por parte del Gobierno, el Rey y ambas Cámaras, por la importante operación realizada en El Biutz. El 15 de julio figuró Juan Salafranca en el orden del día como ‘Distinguido’ por su comportamiento en el combate del 29 de junio y por ello anotado en el libro del Cuerpo.

Estuvo hospitalizado en Ceuta hasta el 19 de julio de 1916, que continuó su recuperación con licencia para ir a su casa en Madrid.

Coincidiendo con su salida del Hospital Militar de Ceuta, se publicó en la orden general del Ejército de España en África que por disposición del General en Jefe, se le instruía al Oficial Juan Salafranca Barrio de las fuerzas Regulares Indígenas de Melilla nº 2, proceso por los méritos que contrajo en el combate del día 29 de junio en la ocupación del Biutz y el Hafa el Hamra y por el que fue propuesto para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando.

También fueron propuestos para la Cruz Laureada, por aquella batalla, el Teniente Diego Pacheco Barona de Caballería de Regulares, que murió en el combate; el Cabo Fernández Cendejas de los Regulares de Melilla nº 1 y el oficial médico Ricardo Bertoloty de los Regulares de Tetuán.
Además, el 2 de agosto de 1916, fueron propuestos también, el fallecido Comandante Jefe del Tabor Enrique Muñoz Gui, el Capitán Francisco Palacios y el Capitán Francisco Franco; a propuesta del Capitán Jefe accidental del tabor Fernando Lías Pequeño, que también sería recompensado por los méritos de aquel día, con el ascenso a Comandante en enero de 1917.

Sin embargo nadie propuso para el ascenso al capitán Franco, probablemente porque ya había sido ascendido a Capitán muy recientemente por méritos en otra acción anterior.

El 20 de septiembre de 1916 Juan Salafranca Barrio fue ascendido a Capitán por los méritos en aquel asalto del 29 de junio, al igual que algunos otros oficiales de las fuerzas de Regulares que estuvieron en aquella sangrienta operación, como el Capitán Valentín Muñoz Gui, el Capitán Sanz de Lavín y el Teniente Enrique Segura.

El Capitán Palacios no fue ascendido, pero fue distinguido con la Cruz de María Cristina, al igual que el Capitán Franco. La prestigiosa Cruz de María Cristina era un importante reconocimiento a una casi mortal herida, pero no satisfizo a Franco. No era un ascenso y le cerraba la puerta a la obtención de la Laureada. Franco, que en aquel momento se hallaba recuperándose de permiso en su casa de Ferrol, no estaba satisfecho con su recompensa, por lo que elevó una instancia al rey Alfonso XIII, poniendo de manifiesto el agravio comparativo con sus compañeros ascendidos y la injusticia de atribuir todos los méritos del asalto a la Loma de las Trincheras al Teniente Salafranca, al que se había propuesto para la Cruz Laureada de San Fernando, por haber seguido al mando de las fuerzas hasta el fin de la acción, a pesar de sus heridas. Pero Franco aseguraba que como oficial de mayor graduación de aquella acción, siempre estuvo al mando de ella y que fue él y no Salafranca, quien había seguido dirigiendo el combate, incluso después de resultar herido. El Rey le apoyó en sus demandas y Franco consiguió cambiar la cruz de María Cristina por el ascenso a Comandante el 28 de febrero de 1917 y además anteponer su juicio contradictorio para la concesión de la Cruz Laureada al del Teniente Salafranca, por tener Franco más graduación. En el juicio, que se falló el 29 de marzo de 1918, testificó, entre otros, el soldado Mohamed Ducally, de la Compañía de Franco, que fue quien lo llevó al puesto de socorro tras ser herido y declaró que el Capitán Franco había sido el primero de su Compañía en caer, que le evacuó inmediatamente y que sufrió un colapso y quedó inconsciente cuando le recogió, por lo que no pudo continuar al mando de las fuerzas, lo que contradijo la versión dada por Franco y por tanto la Laureada le fue negada.

Previamente, a este juicio ya se habían concedido 2 Laureadas por los hechos de aquel día. El 9 de noviembre de 1917 le fue concedida la Laureada al Teniente de Caballería de Regulares Diego Pacheco Barona, que murió aquel 29 de junio de 1916 en el ataque a la loma de Ain-Yir, y el 3 de diciembre de 1917, se le concedió la Laureada al Cabo de Regulares de Tetuán Mariano Fernández Cendejas que falleció unos días después del combate por las heridas recibidas en él. El 20 de Julio de 1918, se resolvió favorablemente el del oficial médico Ricardo Bertoloty.

El juicio en favor de la Laureada para el capitán Salafranca quedó en el aire tras el celebrado en favor de su concesión para Francisco Franco, ya que el testimonio del capitán Franco era obligado en el juicio de Salafranca, por ser Franco el oficial superviviente de más graduación en aquel asalto a la Loma de las Trincheras e imprescindible que reconociera en él, que no había podido ejercer el mando tras ser herido. Sabida la imposibilidad del capitán Franco de testificar favorablemente en el juicio de Salafranca, el Rey encontró conveniente que el de Salafranca ya no se celebrara y así se le comunicó a éste oficial, ya en el año 1919. En su hoja de servicios, dice al respecto: “Por Real Orden de 15 de Marzo de 1919, se desestima la petición del juicio contradictorio para la Cruz Laureada de San Fernando, que a instancia del Jefe Accidental del 2º Tabor de Infantería de Regulares le fue instruida al oficial Juan Salafranca, por el mérito que contrajo el 29 de Junio de 1916, con motivo de la ocupación del Biutz, Ain-Yir y Hafa el Hamra, … siendo la voluntad de Su Alteza que dicho juicio no debió formarse a instancia del Jefe accidental sino a propuesta del mismo.”

Fue un duro revés para el Capitán Salafranca que ampliamente felicitado desde un primer momento, por todo el estamento militar y por el propio Rey, llegó a pensar que en efecto lograría la concesión de la preciada condecoración castrense.

Tanto Salafranca como Franco consiguieron la preciada Laureada, en 1921 el primero y en 1939 el segundo.

Restablecidos ambos de sus heridas, en enero de 1917, el Capitán Salafranca volvió a ser destinado a las Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla nº 2 y al Capitán Franco se le trasladó inicialmente a los Regulares de Tetuán nº 1, aunque la novedad de su ascenso a Comandante de la mano del Rey, a finales de febrero, llevó a Franco destinado a Oviedo el 1 de marzo de 1917 por falta de plaza en África, donde ya no volvería hasta hacerse legionario en 1920.

Debido a las bajas sufridas en el Biutz de junio de 1916, se procedió a una reorganización, a la vez que se reforzaba el Tabor con una Compañía de Ametralladoras formada con personal peninsular. En esta remodelación se le asignó al Capitán Salafranca el mando de la 1ª Compañía del IIº Tabor de los Regulares Indígenas de Melilla nº 2 que tuvo su base en Segangan hasta el año 1919. Dese el 23 de octubre de 1919 estuvo en la Columna del Coronel Silverio Araujo, con la que el 28 de octubre fueron revistados por el nuevo Alto Comisario Dámaso Berenguer.

El 12 de febrero de 1920 el General Manuel Fernández Silvestre fue nombrado Comisario General de Melilla y siguió una política de ansiosa ocupación de territorio, estirando temerariamente las escasas fuerzas, con el objetivo de llegar cuanto antes a la bahía de Alhucemas que confirmaría el control sobre su territorio.

El Capitán Salafranca tuvo una gran actividad bélica en este campo de operaciones y fue nombrado en varios partes como distinguido o destacado en el combate, como en el de la acción del 7 de mayo, en vanguardia de la Columna del Coronel de Policía Gabriel Morales y Mendigutia, con la que participó en la ocupación, fortificación y posterior defensa de una nueva posición. Días más tarde intervino en otra acción similar incorporado al Tabor del Comandante Manuel Llamas. También figuró destacado en el parte que realizó el Teniente Coronel Alfredo Coronel, por su actuación en otra ocupación llevada a cabo el 24 de junio. Así mismo fue mencionado por el Teniente Coronel Jefe Miguel Núñez de Prado, en cuya Columna estuvo en vanguardia en varias operaciones.

Terminó el año participando en el desfile que hubo en Melilla el 18 de diciembre de 1920, integrado en la guarnición del General 2º Jefe de la Comandancia de Melilla, Felipe Navarro, Barón de Casa Davalillo.

El año 1921 comenzó para el Capitán Salafranca en la vanguardia de la Columna del Coronel Gabriel Morales, con la que participó el 15 de enero en la ocupación de Annual, al mando de 3 Compañías.
En febrero fue recompensado en el orden del día como ‘Distinguido’, por su actuación global de todo el año anterior.

En marzo volvió a la Columna del Teniente Coronel Jefe Nuñez de Prado con quien participó en la ocupación de Sidi-Dris y con la Columna del Comandante Francisco Romero volvió a Annual el 27 de mayo.

En esas fechas le fue propuesto al General Silvestre por tribus amigas del harka de Tensaman, colaboración para que establecieran una posición en el monte Abarrán, al otro lado del río Amekran, por el temor que había allí a los rebeldes beniurriagueles de Abd-el-Krim, de unos 3.000 hombres a pie y a caballo. Significaba otro paso hacia la bahía de Alhucemas, así que la idea conectaba con las de Silvestre, que con su ayudante el Coronel Morales ya habían hablado en abril de esta posible acción; así que le pareció un oportuno golpe de efecto y por no estropear la ventaja del efecto sorpresa, dio orden inmediata al comandante de Policía Jesús Villar para organizar la ocupación del monte Abarrán desde Annual, sin esperar a consultar con el Alto Comisario Berenguer.

posicion abarran

Abarrán


Lo lógico en este caso hubiera sido suspender la operación hasta hacer un reconocimiento profundo de la zona antes de iniciar la ofensiva, sin embargo el mando hizo caso omiso a los avisos y mantuvo los preparativos para realizar una ocupación por sorpresa. Sin embargo, la táctica hispana resultó un tremendo fracaso puesto que a las 23:00 horas las elevaciones frente a Annual se llenaron de hogueras encendidas por los rifeños que avisaban sobre lo que los españoles estaban maquinando.

El 1 de junio el Comandante Villar parte desde Annual, al frente de 1.461 hombres con la orden de tomar la cota de Abarrán (525 metros de altitud), lo hace de una forma pacífica, sin disparar un solo tiro. Abd-el-Krim no da señales de vida y finalmente, tras la ocupación, se deja una guarnición de unos 300 hombres que comienzan de inmediato a fortificar la posición. El terreno por su configuración no ayudaba para la construcción de un parapeto que ofreciera garantías. El caíd El Hach Haddur Boaxa, que acompañaba a la columna española, aconsejó al Comandante Villar no instalarse en la posición y que regresara toda la columna a Annual, sin embargo el consejo del caíd es desoído por el Comandante Villar.

Los españoles comenzaron a levantar los parapetos sobre Abarrán, parapetos que se demuestran como inservibles desde el primer momento (como ejemplo señalar que la posición que se le había otorgado a los cañones los hacía prácticamente inoperantes). Mientras esto ocurría las lomas que rodeaban Abarrán comenzaban a llenarse de rifeños que observaban interesados la construcción de las fortificaciones.

La posición quedó ocupando un recinto de 12 por 65 metros y en su interior quedaron 13 tiendas de campaña. Cuando el Comandante Villar consideró finalizados los trabajos de defensa comenzó a repartir entre los “rifeños amigos” el material militar prometido. (Silvestre se había comprometido a distribuir armas y munición a las tribus leales).

Tras el reparto comenzaron inmediatamente los preparativos para el regreso del grueso de la columna. A las 11:00 horas se emprendió el regreso a Annual, no por el camino que habían traído de madrugada, sino por otro que se dirigía directamente a Annual pasando por la posición de Dar Buimeyan.

Los soldados que regresaban hacia la posición de Annual lo hacen deprisa, casi corriendo, temerosos y presintiendo la emboscada. Sin caminos que pudieran auxiliar la posición en caso de ataque, con pocos víveres y municiones, sin un plan de antemano que previera el rescate de los defensores en caso de ataque rifeño, la nueva posición era una invitación abierta para ser atacada por los moros. La noticia de la toma de la posición de Abarrán sin efectuar un solo disparo complació enormemente a Silvestre, que se encontraba en ese momento en Annual, y que calificó la operación como “un rotundo éxito”. El propio Silvestre, antes de partir hacia Melilla, se puso en comunicación con Berenguer para trasladarle la feliz noticia, a la vez que le comunicaba sus futuros proyectos, proyectos que pasaban por la toma de Beni-Melul, Cudia Afelún y Tizi-Terresich.

Al mando de la posición de Abarrán queda el Capitán Salafranca,  cuyas fuerzas consistían en la harka amiga de Tensamán que había acompañado a la columna del Comandante Villar, unos 200 policías indígenas y unos 50 soldados españoles:

•Dos mías de policía, al mando del Capitán Ramón Huelva Pallarés.
•Una batería de cuatro cañones de 75 mm, con 28 artilleros al mando del Teniente Diego Flomesta Moya, con 360 cargas de metralla y granadas rompedoras.
•Una sección de Regulares.
•Una estación óptica servida por tres soldados de ingenieros.
•40 cajas de munición para Máuser.
•4 cajas de munición para Remington.

Cuando la columna española no había llegado ni siquiera a su destino comenzó el sitio de la posición de Abarrán, atacada por los hombres de Abd-el-Krim.

En un primer momento las fuerzas indígenas se mostraron fieles y acudieron prestamente a los parapetos para defender el puesto. El heliógrafo se puso inmediatamente en contacto con Annual: “Nos atacan por todos lados, imposible sostener la posición”, en ese momento los antiguos aliados indígenas que hasta ese momento se habían mantenido leales se vuelven contra la guarnición española, inmediatamente aparecieron en su apoyo fuerzas de Beni-Urriaguel a las que se unieron en el combate la policía nativa del cuerpo de regulares del ejército español, que se levantaron contra sus oficiales. La posición es arrasada después de tres horas y media de combate y la mayoría de sus defensores muertos, tan solo algunos pocos pueden llegar hasta Annual y Sidi Dris.

“No oímos ya nada –comunica el telégrafo desde Annual a Melilla–, sólo vemos algo de humo, deben de haber perecido”. Comenzaba a demostrarse la inoperancia del contingente expedicionario español, y muy en particular de sus jefes, que habían sido incapaces de poder auxiliar a la posición asediada sencillamente porque a nadie se le había ocurrido hacer un plan al respecto ya que no consideraron que eso fuera necesario o posible. A partir de este punto se irán fraguando un auténtico cúmulo de despropósitos que culminarán con los hechos de Annual y los posteriores de Monte Arruit.

La harka amiga de Tensamán intentó repeler el ataque rifeño, pero viendo el ímpetu de éste sus miembros decidieron unirse a los benirriagueles y comenzaron a disparar sobre la posición.

Al principio los policías indígenas resistieron el ataque y mantuvieron la posición, pero al ver el gran número de rifeños que se les venían encima (unos 3.000 hombres), muchos de ellos decidieron unirse a los atacantes. Para ello mataron al capitán Huelva de un tiro en la cabeza, y bien saltaron el parapeto para unirse a los atacantes, bien se quedaron dentro de la posición para disparar a bocajarro contra los defensores y a los oficiales. Este fue el momento en el que se quebró la defensa.

Uno de los últimos en caer fue el Capitán Salafranca, que a pesar de sus heridas dirigió la defensa en todo momento con valor y entereza, hasta que fue alcanzado de muerte.

Las piezas de artillería disparaban con la espoleta a cero y pronto acabaron todas sus municiones. El Teniente Flomesta, herido en la cabeza y en un brazo, consiguió inutilizar tres de las cuatro piezas. No quiso ser atendido en sus heridas, y por ser el único oficial superviviente se hizo cargo de la defensa, armando a sus artilleros e imponiéndose a los policías que se resistían a cooperar. Permaneció en su puesto disparando con un fusil hasta que la posición fue tomada por los rifeños y herido nuevamente.

Número de bajas


Las tropas españolas sufrieron 141 bajas:

•25 muertos o desaparecidos (6 oficiales, 18 soldados españoles y 1 soldado indígena).
•59 heridos (24 soldados españoles y 35 soldados indígenas).
•76 desertores o desaparecidos indígenas.
•1 prisionero (Teniente Flomesta).

Todos los oficiales menos uno (teniente Flomesta, que fue hecho prisionero), cayeron muertos. La relación de los 24 muertos y desaparecidos españoles es la siguiente:

•Capitán D. Juan Salafranca Barrio, que recibió la Laureada por RO. de 10 de mayo de 1924.
•Capitán D. Ramón Huelva Pallarés, de la Policía Indígena.
•Teniente D. Vicente Camino López, de Regulares.
•Teniente D. Antonio Reyes Martín, de Regulares.
•Alférez D. Luis Fernández Martínez, de Policía Indígena.
•Caid Mohamed Ben Haida Susi, de Regulares
•Sargento Fidel Vidal Zubianz, de Regulares (desaparecido).
•Cabo Manuel Jaen Reche, de Regulares (desaparecido).
•Cabo Plácido Funes Caia, de Regulares (desaparecido).
•Soldado Casimiro Pérez Balboa, de Regulares (desaparecido).
•Soldado Juan Pérez Balboa, de Regulares (desaparecido).
•Soldado Juan Fernández García, de Regulares (desaparecido).
•Cabo Daniel Zárate, del mixto de Artillería (muerto).
•Cabo Manuel González Iglesias, del mixto de Artillería (muerto posteriormente a resultas de las heridas).
•Soldado Enrique Ramírez, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Julián Gil, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Domingo Gómez, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Ramón Grin, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Daniel Álvarez, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Eulogio Delgado, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Emilio González, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Agapito Jiménez, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado José Barragán, del mixto de Artillería (desaparecido).
•Soldado Enrique Durán, de Telégrafos de campaña (desaparecido).

El Teniente Diego Flomesta Moya fue hecho prisionero para que arreglase los cañones y enseñase a los rifeños a usarlos. Se negó a ello y a ser curado de sus heridas y se negó a comer y se dejó morir de hambre. Falleció en cautividad el 30 de junio. Se le concedió la Laureada por RO. de 23 de junio de 1923.

Los supervivientes huyeron sin oficiales que les guiaran hacia las posiciones de Annual y Dar Buimeyan.

Abd-el-Krim vuelve a mover ficha y lanza un ataque generalizado sobre Sidi Dris, posición que había establecido Silvestre en la costa con el fin de poder apoyar Annual y que se encontraba mandada por el comandante Benítez. Afortunadamente para la posición, resistió gracias al apoyo marítimo (desembarco de tropas del cañonero “Laya”). Después de veintiséis horas las tropas de Abd-el-Krim se repliegan definitivamente

Al conocer lo ocurrido en Abarrán, el general Berenguer se desplaza inmediatamente a aguas de Sidi Dris, allí se reúne con Silvestre el 5 de junio de 1921, después de la entrevista Berenguer telegrafía desde Tetuán al Ministerio de la Guerra: “Estimo puede considerarse la situación casi restablecida, y que actualmente nada ofrece que pueda ocasionar mayor alarma ni inquietud”.

Sin embargo las cosas eran muy diferentes de lo que los dos generales españoles pensaban, la línea del frente del ejército español mostraba una absoluta fragilidad y el mantenimiento de las mismas se convertía en un riesgo añadido, las fortificaciones, si así podían llamarse, estaban muy alejadas entre sí y pésimamente abastecidas (especialmente de agua, lo más importante en aquellos sofocantes días del verano marroquí). Silvestre había conseguido una gran cantidad de nuevos territorios en su avance por el Rif sin recibir una cantidad de refuerzos que aseguraran lo conquistado. Lo acontecido en Abarrán no le había enseñado nada, muy al contrario no dejaba de ser para Silvestre algo meramente anecdótico, sin embargo no todos pensaban igual las palabras del conde de Jordana, jefe del Estado Mayor de Berenguer describen precisamente todo lo contrario: “Aquel hecho de Abarrán, aparentemente casual, fue la cristalización de errores de conducta y de claudicaciones de autoridad, que no supieron corregirse tampoco a tiempo; porque después de aquel hecho fatal, no debió seguir al frente de la Comandancia General de Melilla un día más el General Silvestre, caballero, militar valeroso y ejemplar, a quien debe España los primeros triunfos de Marruecos; pero que en esta etapa y en las sucesivas –embriagado, sin duda, por sus anteriores éxitos y no midiendo bien la enorme fortaleza del enemigo, tan distinto al que hasta entonces tuvo enfrente– incurrió en el grave error de sobrepasar el límite de elasticidad de sus fuerzas, y en el imperdonable de realizar su osado plan a hurtadillas de su general en jefe, que él entendía era demasiado absorbente, achacándome a mí, como jefe de Estado Mayor, cuanto fuese indicio de autoridad sobre él” .

Después del fracaso rifeño sobre el puesto portuario de Sidi Dris el jefe rifeño Abd-el-Krim retira sus tropas de la zona y reconsidera su situación en el mapa, es el momento en que vuelve sus ojos sobre la posición española de Igueriben, situada en un lugar muy difícil de defender y donde sus hombres pueden interceptar la aguada si obran con la astucia que les ha faltado a los españoles –cosa que comienza a ser preocupantemente la norma de la campaña hispana en Marruecos–. Abd-el-Krim considera que ese golpe, si es certero y bien planificado, puede ser decisivo antes de atacar el campamento de Annual, tanto para elevar la moral de sus tropas como para reivindicarse a nivel mundial (una de las pretensiones secretas de Abd-el-Krim es la de construir una “República Rifeña” y que esta sea reconocida por otros países). De esta forma el día 19 de julio los rifeños lanzaron un ataque a Igueriben (lugar donde los españoles estaban construyendo una fortaleza)

En palabras del historiador Abraham Reolid: “Los trágicos sucesos acontecidos en Abarrán no dejaron de ser una demostración palpable de la incompetencia de Silvestre para comandar las fuerzas españolas del Rif. Cualquier otro militar hubiera destinado sus máximos esfuerzos a consolidar férreamente las posiciones conquistadas al enemigo antes de aventurarse en pleno territorio hostil, solamente a un necio se le podía ocurrir continuar su ofensiva sin haber afianzado debidamente su retaguardia. Con esta acción Silvestre se lo jugaba todo a una carta, convirtiéndose en imposible realizar un repliegue en caso necesario, entre Igueriben/Annual y Melilla no había otra cosa más que desierto”.

Y continua diciendo: “Abd-el-Krim, con menos formación castrense demostró ser más militar que Silvestre [...] él sí que supo sacar el máximo partido a sus posibilidades –aún siendo estas tanto en hombres como en material infinitamente menores–.  [...] Conocía perfectamente a los españoles y al enemigo que se enfrentaba [se refiere a Silvestre] y, sin dejar de valorarlos sabía de sus puntos más débiles y precisamente allí es donde fue a asestar el golpe”.

Capitán de Regulares Juan Salafranca
Capitán de Regulares Juan Salafranca

El heroico Capitán Juan Salafranca Barrio


Además de la Cruz Laureada había obtenido seis cruces del Mérito Militar con distintivo rojo y citado en los partes de operaciones dos veces como “Muy distinguido” y otras dos como “Distinguido”.

Su cadáver no fue recuperado. En el Expediente Picasso se hace referencia a un telegrama del Alto Comisario al Ministro de la Guerra de fecha 7 de junio de 1921 dando cuenta de las bajas y menciona la entrega en Annual de un cadáver: “que parece ser del capitán Salafranca”. Se entregan dos cadáveres –se compraron al enemigo por sus compañeros– el del Capitán Salafranca y el cabo de su Compañía Zarate, no obstante, lo presentaron “destrozados” y torturados, difícilmente identificables. En el Panteón de Héroes de Melilla figura como “no localizado” Se dice que fueron enterrados en Annual.
¿No oyes Capitán? Hoy vuelvo a verte
En la tumba que diste a la montaña
Aquí bajo mis pies, te hizo la muerte
Inmenso, Capitán, tierra de España
[López de Anglada]

De la Historia inédita. El Capitán Salafranca


Bajo este título, José Ortega Munilla, escritor y periodista, padre de José Ortega y Gasset, escribió en ABC del 28 de junio de 1921, sobre el Capitán Salafranca, el siguiente artículo:
El heroísmo en las tinieblas… Así es la campaña que está llevando a cabo el Ejército español en Marruecos. Falta información; es desconocido el detalle de los sucesos; y reducida la crónica, en casi todos los casos, a los informes oficiales que han de ser, naturalmente, concisos e inexpresivos, los prodigios de bravura quedan inéditos, la opinión no se interesa, y el resultado es la triste indiferencia de la ciudadanía. Y eso es deplorable; eso puede ser dañosísimo.
Refiérome ahora al desgraciado suceso de Monte Abarrán. He tenido ocasión de recibir algunas noticias de ese acontecimiento ocurrido el 1º del presente mes de Junio y en él se destacan el heroísmo de jefes, oficiales y soldados, y la figura eminente del capitán D. juan Salafranca y Barrio, quien con los tenientes a sus órdenes, D. Vicente Camino y D. Antonio Reyes, trazó una de las páginas más brillantes de esta campaña.
Salafranca, desde que salió de la Academia marchó a África; herido dos veces en el combate de Biutz; S.M. el Rey le envió a enhorabuena; entonces se dijo que este soldado admirable iba a recibir la Cruz Laureada de San Fernando. No fue así. Siguió Salafranca en Marruecos combatiendo hasta el final en una profesión a la que desde el primer momento había consagrado su vida. Muchas veces se puso en trance de perderla. A frente de sus tropas moras, dirigiendo sus cien hombres indígena, perfectamente uniformados y equipados, con sus oficiales valientes y duros en los trances más difíciles, este capitán constituye un ejemplo sublime, digno del entusiasmo del pueblo. Esas tropas no han sido las que traicionaron; antes bien, se condujeron con una lealtad inmejorable. Fue una harca, la de Temsaman, la que cometió la odiosa defección.
Copio de los auntes que me son enviados, tal y como vienen, sin corregir fora ni estilo:
El día 1º salieron de Annual fuerzas de Policía, el primer tabor de fuerzas regulares y el segundo escuadrón de las mismas, con el harca amiga de Temsaman, a establecer una posición a unos seis kilómetros de Annual, en una altura a la orilla del río y sobre una elevación de unos 60 metros de él; a las doce de la mañana próximamente, ya establecida la posición, que fue tomad in un tiro por la harca amiga, se retiró la columna que iba mandada por el comandante Villar, quedando en la posición de jefe de ella Salafranca, su compañía, con los tenientes Camino y Reyes, el caíd moro Haida, la 13 mía de Policía, mandada por el capitán Huelva y Teniente (E.R.) de Caballería Fernández, y un teniente de Artillería (siento ignorar su nombre), con tres piezas. La posición tenía una forma de paralelogramo irregular, uno de los lados mayores constituido por un desmonte de 60 metros al río y con grava, parapeto en uno de los lados y todo rodeado de alambrada. A poco de salir la columna de ocupación, se manifiesta que la harca amiga, que no había dejado rehenes, simuló combate a distancia con la harca enemiga, que en gran número parecía querer raziar el poblado, y se acercó a la posición para parlamentar con Huelva, diciéndole que habían consumido sus municiones y temerosos de que la harca raziara y quemara el poblado y les cortara el cuello, querían cobijarse en la posición o que les dieran cartuchos; optó Huelva por esto último, y repartió a cien cartuchos por harqueño, que eran tantos, según la referencia, como fusiles teníamos en la posición.
Salió nuestra harca tirando a la enemiga, que, al parecer, cedió, y se retiró, sin que se viera por dónde; pero a pesar de ello, el fuego de la harca amiga continuó y empezaron a caer balas en el campamento, que, viéndose agredido, rompió el fuego; a los primeros disparos cayó muerto el capitán Huelva, y al ir el teniente Fernández a dar parte a Salafranca de lo ocurrido, fue muerto de otro balazo, y herido Salafranca en un brazo. A pesar de ello, organizó Salafranca la defensa, animó a los suyos, obligó a los reacios y recibió en seguida otro balazo en el vientre, trató el practicante de curarle, y el capitán, con un absoluto desprecio de la vida, se negó a ello. En tanto la harca enemiga atacó la posición por el lado de la Artillería, que consumió todas sus municiones, tirando con fuego rápido y espoleta al cero, los rifeños cayeron sobre las piezas, y el gran Salafranca, falto ya de municiones, con los pocos hombres que le quedaban y las tripas en la mano ( frase textual del relato), mandó armar el cuchillo y trató de ir a defender la Artillería; ero otro balazo en el pecho le impidió prolongar la defensa; pidió papel ara escribir a su madre, entregó su cartera, con el dinero de la compañía, al teniente de Artillería; ordenó a los que aún vivían que se salvasen como pudieran, y cuando le fue dable trazar dos líneas que no eran legibles, encomendó a los que le rodeaban que se pidiera para u madre la Laureada, y expiró.
Entre tanto, la harca enemiga había entrado en la posición; la harca amiga, también; los pocos nuestros que aún quedaban, sin dirección, pues ya habían muerto. Reyes y Camino, se batían como leones. El sargento Astrain ordenaba a los artilleros que se llevaran los cierres, como lo hicieron, y así todas las piezas quedaron inutilizadas.
Los que se salvaron tuvieron que tirarse por el barranco de 60 metros al río. Hasta la fecha, de la compañía han traído 39, todos heridos; hay quien tiene cinco balazos. Esto dará idea de lo sublime de la epopeya. Nuestros regulares, que son los que más extremaron la defensa, se han cubierto de gloria; pero la compañía ha quedado deshecha. De oficiales, bajas: de Policía, capitán Huelva y teniente Fernández; de Artillería, el teniente único que había; Salafranca, el héroe más grande que hemos tenido en África; los tenientes Reyes y Camino, y el caíd Haida, que cuando no tenía ni cartuchos ni hombres que le ayudaran, se mató con su pistola. Sargentos nuestros, Vidal que estaba destinado al Serrallo; el indígena Said y la mayor parte de cabos y soldados europeos e indígenas, pues no han escapado más que los que se indican…”
Y nada más. Es bastante.
Varias veces herido de bala el capitán Salafranca, chorreando sangre, con las entrañas en la mano, aún sentía el noble vértigo de la lucha, y, sobreponiéndose al espantoso sufrimiento que, sin duda, experimentaba, seguía al frete de sus tropas, españolas y marroquíes.
Ejemplo inverosímil de resistencia, maravilla de abnegación, caso singular en las crónicas de la tragedia. Más fuerte que el instinto de conservación, más fuerte que el dolor… Más fuerte que la muerte, el Deber permaneció en el alma de Salafranca como una imposición suprema. Muchos héroes en esta ocasión memorable. Imposible parece que alguien se destacara. Salafranca surgió, sin embargo, como gloriosa coronación de la loma de Abarrán. La odiosa perfidia de una harca que gozaba la confianza de los españoles necesitaba ante los hombres de una reparación: fue espléndida, maravillosa. Una vez más los españoles dieron el ejemplo. Y Salafranca quedó para siempre en a cúspide de los inmortales.
La lengua muda de la opinión habla en silencio y sin palabras. No esperéis que suene en el Ágora, sin embargo, con que ese mutismo está lleno de elocuencia.
Y ya veréis como Salafranca resucita en el amor de los buenos. Muriendo con infinita gloria pasará sobre las falanges de la milicia como dechado, lección y esperanza.
El egoísmo ha llegado en los días presentes a un poder máximo. Por eso hay que reverenciar a los que culminan en el sacrificio y gloria de Salafranca.
Y a los que no son capaces de mirar –¡suma desdicha!– hay que obligarles a que callen, cumpliendo a orden de San Pablo: “No apaguéis el espíritu…

Eduardo Palomar Baró

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