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Ruinas de Belchite en la actualidad |
La región aragonesa fue dominada con relativa facilidad en los días
inmediatos al Alzamiento Nacional ya que el general Miguel Cabanellas se
sumó al Movimiento y el impulso de la cabecera de División resultó
esencial para el alineamiento de las restantes guarniciones. Después de
haber rechazado el intento de mediación del enviado de Madrid, general
Núñez de Prado, a partir de las cinco de la mañana del 19 de julio se
inició la ocupación de Zaragoza por fuerzas del Ejército.
Proclamado el
estado de guerra, se apoderaron con facilidad del Gobierno Civil y de
los demás edificios públicos y de comunicaciones aunque la noche
anterior la CNT-FAI, predominante entre el elemento revolucionario de la
ciudad, había declarado una huelga general y generando una resistencia
que sería reprimida. Gracias a la actuación decidida de las fuerzas del
Ejército y orden público a las que se sumaron desde el primer momento
voluntarios civiles, la situación se presentaba tensa pero segura y en
pocos días quedaba asegurado el control de la ciudad a pesar de que
carecía prácticamente de defensas naturales y que era susceptible de
sufrir ataques desde diversas direcciones.
La formación del frente aragonés
El resto de la provincia de Zaragoza también se incorporó a la
Alzamiento en los días siguientes: en las comarcas de Calatayud y
Daroca, el Regimiento de Artillería proclamó el estado de guerra el 20
de julio y procedió al control de los pueblos. En las demás zonas, donde
no existían guarniciones, las autoridades militares ordenaron a los
diversos puestos de la Guardia Civil la destitución de los Ayuntamientos
y el nombramiento de nuevos gestores municipales. De esta forma se
produjo el triunfo inicial en la mayoría de las localidades, si bien
algunas de ellas requirieron la intervención de tropas para controlar la
oposición o asegurar definitivamente el control.
Por su parte, la pequeña guarnición de Huesca ayudada por numerosos
voluntarios también se había sublevado y triunfó y Teruel, la tercera de
las capitales aragonesa, quedó igualmente bajo control de los
nacionales. En situación mucho más comprometida aún que la de Zaragoza,
ambas capitales fueron ciudades cercadas durante muchos meses pues el
predominio alcanzado en los primeros momentos en Aragón, se reveló
precario enseguida. A partir del 24 de julio una serie de columnas
organizadas desde Barcelona y formadas por miles de milicianos mezclados
con unidades regulares y fuerzas de orden público, iniciaron la
ocupación del territorio aragonés a través de tres vías:
- Al norte, una de las columnas, al
llegar a Lérida, emprendió la marcha a través de los Pirineos y, a
través de Barbastro, se dirigió contra Huesca y más tarde amenazó a
Zaragoza desde el sector de Alcubierre.
- Por el centro, la carretera general
Barcelona-Lérida-Zaragoza, fue el itinerario seguido por Durruti y el
Comandante Pérez Farrás que ocuparon Caspe y otros lugares. El 8 de
agosto llegaban a Osera donde fueron frenados definitivamente.
- Hacia el sur, la columna mandada por el
anarquista Ortiz y el Comandante Salavera, cruzó el Ebro en Bujaraloz,
participó en la toma de Caspe, continuó en dirección a la provincia de
Teruel apoderándose de varias localidades y volvió a avanzar sobre
Zaragoza, precipitándose hacia los pueblos de Quinto, Codo y Belchite,
en los que no logró entrar.
Belchite (sin línea protectora alguna y en el vértice de un ángulo
formado por la línea de frente que dejaba a la localidad prácticamente
indefensa) fue considerado por los frentepopulistas, desde el primer
momento, como uno de los puntos críticos del despliegue nacional, siendo
objeto de continuos ataques. Por las mismas fechas, otra columna (la de
Tarragona, mandada por el teniente coronel Mena) atacó y arrolló a las
patrullas nacionales en la zona de Lécera (Zaragoza) y Albalate del
Arzobispo (Teruel) ocupando un buen número de poblaciones de la comarca
pero serán incapaces de romper el frente estabilizado en las
inmediaciones de Quinto, Codo y Belchite, localidades que permanecerán
durante meses en primera línea de fuego soportando frecuentes ataques
del enemigo y drásticas medidas de orden público que provocaron la
aplicación de los preceptos del bando de guerra y la ejecución de un
número relativamente elevado de izquierdistas. En todo caso estas
represalias se iniciaron cuando ya se había tenido ocasión de comprobar
el brutal comportamiento de las columnas frentepopulistas en los pueblos
aragoneses que habían ocupado dejando a su paso un rastro de terror y,
en el caso de Belchite, están relacionadas con las actividades
protagonizadas por los revolucionarios de la localidad que trataron de
apoderarse de la población desde dentro el 6 de agosto determinando el
inicio de registros y cacheos para desarmar a los elementos extremistas,
siendo duramente castigados aquéllos que apresados anteriormente
quisieron huir.
En octubre de 1936, los dirigentes de la CNT, cuyas columnas
controlaban buena parte de la retaguardia aragonesa y hacían irregular
acto de presencia en aquellos frentes, decidieron establecerse por su
cuenta y crear el Consejo de Aragón (que acabaría siendo reconocido por
el propio Gobierno en diciembre del 36) con sede en Caspe y con mayoría
absoluta para los libertarios pero con participación de las
organizaciones del Frente Popular. Este hecho marca una segunda etapa en
la que los comités revolucionarios fueron sustituidos por consejos
municipales, la administración de justicia pasa paulatinamente a los
Tribunales Populares y tiene lugar la militarización de todas las
columnas armadas a finales de abril de 1937. Finalmente, una
intervención gubernamental, siguiendo las tesis comunistas, pondría
definitivamente fin a este predominio anarco-sindicalista disolviendo el
Consejo de Aragón por decreto en agosto de 1937 y desarticulando
violentamente toda su organización, que ya estaba atravesando una
profunda crisis, mediante una intervención de la 11 División de Enrique
Líster.
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QUINTO DE EBRO (Posición Nº2). Detalle de las trincheras, aun existentes, con el cementerio al fondo (www.requetes.com) |
La ofensiva del Ejército Popular sobre Zaragoza
Pocos días después, el Ejército Popular iniciaba una ofensiva cuyo
objetivo estratégico (la ocupación de Zaragoza) tenía también un claro
alcance político: donde habían fracasado las columnas anarquistas se
pretendía que iban a triunfar las grandes unidades de inspiración
comunista. Las operaciones se iniciaron en la madrugada del 24 de agosto
de 1937 y el Ejército Popular consiguió algunos avances pero las
resistencias decisivas de las pequeñas guarniciones nacionales
impidieron que, a pesar de la aplastante superioridad de medios, las
tropas del General Pozas alcanzaran su objetivo.
La defensas de Quinto, Codo y, sobre todo de Belchite, alcanzaron un
tono heroico. Los defensores de Quinto, se replegaron la noche del 24 al
25 de agosto de 1937 a la iglesia y casas vecinas de donde no fueron
desalojados hasta la tarde del día siguiente. En Codo, los requetés del
Tercio de Nuestra Señora de Montserrat combatieron en el casco urbano,
casa por casa, hasta que lograron romper el cerco en una desesperada
salida con innumerables bajas. Sólo Belchite prolongaría durante quince
días su increíble resistencia protagonizada por su pequeña guarnición y
la población civil, apenas unos 2.000 hombres que combaten en las
calles, casa por casa, durante el día y la noche.
Los sitiados carecen pronto de víveres y municiones a pesar de que la
aviación nacional procura arrojárselos. Las unidades enviadas en
socorro de Belchite para liberar a sus defensores, refugiados por último
en los edificios algo más fuertes de la localidad, no pueden abrirse
camino a pesar de su empeño. Los requetés, que se han batido bravamente
en el Seminario, se incorporan a los defensores de la población, al no
ser posible prolongar allí la resistencia. El 6 de septiembre, cuando
tres cuartas partes de los defensores han sido baja y no puede continuar
la resistencia, trescientos sitiados con el comandante Santa Pau a la
cabeza, en una salida desesperada y heroica logran salvar las líneas
enemigas y llegar al campo nacional.
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Bandera del Tº de Monserrar con la corbata de la Cruz Laureada (www.requetes.com) |
La venganza del Frente Popular
Pero el drama no había finalizado para los que fueron hechos
prisioneros en Quinto, Codo y Belchite una vez ocupadas las poblaciones.
Buena parte de ellos, tanto soldados como civiles, fueron asesinados
sobre el terreno, en el mismo momento en que se efectuaban las
detenciones. Así, en los olivares cercanos a Codo, primer lugar en que
se concentró a la población evacuada de Belchite, se procedió por las
fuerzas ocupantes con la intervención de algunos elementos extremistas
de la localidad a la selección de prisioneros y en el acto asesinaron
sin más procedimiento ni declaraciones a algunos paisanos de la villa,
varios sanitarios y fuerzas excombatientes. Mientras la “Pasionaria”
hollaba las ruinas todavía humeantes de Belchite, el también comunista
Líster se encargaba personalmente de estos crímenes junto con las
fuerzas a sus órdenes hasta que la intervención de un mando superior,
determinó el traslado de los restantes prisioneros para ser interrogados
y sometidos a depuración previa.
Buena parte de ellos fueron fueron traslados a cárceles y campos de
concentración, siendo fusilados en las semanas siguientes. Por ejemplo,
los prisioneros que habían sido llevados a Monegrillo y Castejón de
Monegros fueron sacados de allí en la mañana del 14 de septiembre y los
bajaron por la carretera de Zaragoza a Barcelona. Un poco antes de
llegar a la altura de Pina de Ebro les hicieron abrir una zanja de unos
300m. de largo por 2 de ancho que sirvió para tumba de militares,
falangistas, requetés y paisanos. Escenas semejantes habian ocurrido con
posterioridad a la ocupación de Quinto y Codo, población esta última
donde fueron asesinados incluso un grupo de requetés que, por estar
gravemente heridos, no habían podido intentar la evacuación de sus
posiciones.
Otra circunstancia que llama la atención es que, una vez ocupados
estos pueblos, se practicó la deportación de grandes grupos de
población, como estrategia o método de guerra con finalidades políticas y
militares muy concretas: controlar una retaguardia considerada hostil e
insegura. En Quinto a unas dos mil personas se las llevó a los pueblos
del Bajo Aragón donde eran repartidos por las casas. En Belchite fueron
evacuados todos sus habitantes restituyendo luego a los elementos de
izquierda y dejando a los de derechas confinados en pueblos de Teruel
hasta su liberación. Los presos más significados ingresarían en las
prisiones y campos de concentración (San Miguel de los Reyes, Lérida,
Barcelona…) donde algunos encontraron la muerte bien por fusilamiento o
debido a las durísimas condiciones de vida.
Desde el punto de vista socio-profesional nos encontramos con un
claro predominio entre las víctimas de labradores y jornaleros seguidos
de oficiales del ejército y obreros urbanos. No debe olvidarse que en su
mayoría se trataba de voluntarios del Ejército Nacional; en efecto,
entre los combatientes de Falange y el Requeté abundaban los campesinos
pobres y no faltaban obreros. Muchos de los que nutrían los tercios y
banderas eran esos “propietarios muy pobres” de los que se ha hablado
alguna vez, labradores que poseían un pequeño corro de tierra y que
predominaban en la mitad norte de la Península. Lejos de representar los
intereses de ninguna oligarquía, la zona nacional había consolidado el
apoyo de los más diversos sectores sociales aglutinados por ideas
elementales pero claras y fácilmente compartidas como eran las creencias
religiosas, la exigencia de orden público y la defensa de la pequeña
propiedad.
Tampoco faltaron manifestaciones de la persecución religiosa,
circunstancia que -al igual que la violencia- no se limitó en la
retaguardia frentepopulista a los primeros meses sino que se prologó a
lo largo de todo el conflicto. En Mediana fue totalmente saqueada la
iglesia y ermita y se robaron los ornamentos y objetos religiosos. En
Quinto, la Parroquia y ermitas fueron saqueadas y todo robado o quemado.
En Codo, la Parroquia fue completamente saqueada y mutilada y todo lo
perteneciente al culto, robado y quemado. En Belchite, todas las
iglesias, ermitas, el Convento de Dominicas y el Seminario Menor fueron
saqueados, profanados y resultaron totalmente destruidos. Las pérdidas
del patrimonio histórico artístico por destrucción o robo fueron
ingentes. También cabe referirse aquí a varios sacerdotes hechos
prisioneros junto a las tropas a las que asistían espiritualmente en
Quinto y Belchite: Juan Ruiz Gimeno (Capellán del Regimiento Aragón
nº17), fusilado en Quinto el 24 de agosto de 1937; Juan Lou Miñana
(Capellán del Tercio de Almogávares), fusilado en Híjar el 3 de
septiembre de 1937 y Blas Margelí Ibáñez (Capellán de la 8ª Bandera de
Falange de Aragón), asesinado en Codo el 6 de septiembre de 1937. En
cambio, varios sacerdotes y religiosas hechos prisioneros en Belchite
fueron conservados con vida y utilizados con intereses propagandísticos
para dar en la prensa una imagen distorsionada de lo que estaba
ocurriendo.
Laureados
El 12 de octubre, el Generalísmo firma un decreto que determina: “
En
lo sucesivo llevará Belchite el título de Leal, Noble y Heroica Villa.
Y, además, es ordenado que se abra expediente para la concesión a sus
defensores, colectivamente, de la Cruz Laureada de San Fernando“. En la orden a que se refiere esa concesión se reconoce que
“El
patriotismo y valor de los paisanos de Belchite les llevó a ponerse al
lado de su guarnición, rivalizando todos, incluso mujeres y heridos, en
actos de heroismo”.
El requeté del Tercio de Monserrat Jaime Bofill -que se incorporó a
la defensa de Belchite desde Codo- recibió la misma condecoración a
título individual y por su defensa de esta segunda población el 24 y 25
de agosto recibieron la laureada colectiva las Primera y Segunda
Compañías del Tercio de Requetés de Nuestra señora de Montserrat, y las
18 y 21 falanges de la Segunda Bandera de Falange de Aragón. También
recibió la laureada colectiva la Segunda Compañía del Tercio de Requetés
de Marco de Bello y María de Molina, por la defensa de la posición de
“las eras” en Quinto del 24 al 26 de agosto de 1937.
No hubo una segunda defensa de Belchite: las purgas comunistas
Una última consecuencia de la frustración del objetivo iba a ser el
recrudecimiento del control comunista. El castigo sufrido por los
brigadistas internacionales fue tan enorme y la cantidad de bajas tal
que, por primera vez, se negaron a batirse. Hubo voluntarios que, rota
toda esperanza, intentan regresar a sus respectivos países pero carecen
de documentación porque Moscú les había privado de pasaportes.
Togliatti crea apresuradamente, para atajar el mal de la
desmoralización, unidades disciplinarias y campamentos de “reeducación”.
Comenzaron a llegar miles de policías escogidos, miembros de la policía
secreta. Con la NKVD, la policía soviética, llegaron también técnicos
de fortificación rusos que, en gran parte, fueron encaminados a
Belchite.
A pesar de todo, la operación sobre Zaragoza había fracasado y las
operaciones militares en este escenario iban a finalizar muy pronto.
Como ocurrió en otros lugares, se trataba de una ofensiva planeada de
manera brillante sobre el papel pero la realidad demostraba que era
imposible llevarla a término por la voluntad de resistencia del
contrario y las deficiencias del Ejército Popular. El denominado
“contragolpe estratégico” consistía en lanzar una acción ofensiva
potente con un objetivo claramente señalado sobre una zona importante
del dispositivo enemigo de defensa que le obligue a abandonar la acción
ofensiva emprendida en otro frente para llevar a la zona atacada fuerzas
de las empeñadas en el avance. El general Rojo intentará repetir la
maniobra en varias ocasiones sin conseguir, en ningún caso, que el
generalísimo Franco trasladase un número de fuerzas tan relevante como
para impedirle sus avances decisivos en otros frentes. Cuando,
finalmente, Franco acude a la confrontación en el Ebro, el resultado
será un verdadero desastre para el Ejército Popular.
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Giol y Codina (del Tº de Monserrat) en las ruinas de la Iglesia de San Agustín (Belchite) |
Pero antes, a finales de diciembre de 1937 y comienzos de enero de
1938 tendrán lugar los enfrentamientos centrados en la capital turolense
y el 7 de marzo de 1938 el ejército de Franco iniciaba una maniobra
que, en medio de una desbandada general, lograría ocupar en pocos días
el resto de Aragón. El 10 de marzo, se recuperaba Belchite, el 13
Calanda y Albalate del Arzobispo; el 14, Alcañiz y el 17, el Cuerpo
Marroquí y la 1ª División entraban en Caspe. A partir de ahí se
simultanearon dos acciones: una, al sur del Ebro (el 1 de abril se
ocupaba Gandesa ya en Tarragona) y otra, al norte del río: el 25 de
marzo el Cuerpo Marroquí penetraba en Bujaraloz y el 27, Yagüe tomaba
Fraga. El avance continuaría en dirección al Mediterráneo y el 15 de
abril de 1938 la IV División de Navarra ocupó el pueblo costero de
Vinaroz (Castellón), cortando definitivamente en dos la zona
frentepopulista.
Las fortificaciones de Belchite, consideradas por el Comité Central
del Partido Comunista como inexpugnables por estar construidas por
ingenieros soviéticos, no resistieron al fuego de las artillerías
nacionales que, como hemos dicho, ocuparon la población sin encontrar
oposición el 10 de marzo.
Con el fin de no disminuir el prestigio de sus
técnicos y, sobre todo, para no irritar a Stalin que había aprobado los
proyectos de dichas fortificaciones se atribuyó la culpa del fracaso a
las tropas que, sin embargo, se batieron bien como fue lealmente
reconocido por el mismo Estado Mayor de Franco.
El episodio acabó desembocando en el fusilamiento ordenado por los
miembros del Politburó español de aquellos combatientes del Ejército
Popular acusados injustamente de traición. Los supervivientes fueron
enviados a un cuartel en las afueras de Valencia en calidad de
prisioneros. El propio Líster firmó la acusación contra el comandante,
oficiales y soldados del batallón que habían abandonado aquellas
“inexpugnables fortificaciones”. En la reunión del Comité Central del
Partido Comunista en la cual se decidió la suerte de los rendidos,
Marcucci, un joven militante comunista italiano integrado en las
Brigadas Internacionales, intentó en vano defender a los acusados que al
día siguiente fueron fusilados. Una noche, en un hotel de Madrid,
Marcucci —después de escuchar en la radio las noticias de que el Comité
Central del Partido había ordenado matanzas a quienes operaban en el
mercado negro en Rusia y sus satélites— habla largamente con Eudocio
Ravines, muy desilusionado y angustiado sobre como había entregado su
vida al sistema comunista al que se refiere como “la gran estafa”
(nombre que mucho después Ravines utilizó para escribir sus memorias).
Esa noche, Eudocio Ravines escucha un disparo proveniente de la
habitación contigua y encuentra que su amigo se había suicidado.
Años más tarde, en 1961, “Il Secolo d´Italia” publicaba un extenso
artículo firmado por Umberto Simini sobre las atrocidades cometidas por
el dirigente comunista italiano Togliatti durante la guerra de España y
su responsabilidad para imponer la política stalinista en España. A él
deben atribuirse, en última instancia, los crímenes cometidos por los
jefes comunistas españoles que actuaban bajo su control. Además de los
conocidos episodios de la liquidación del POUM, de las trágicas jornadas
de Barcelona y de la depuración de las Brigadas Internacionales se
aludía a la responsabilidad en la masacre de los fallidos defensores de
Belchite.
También el escritor Ramón J.Sender también evocaría la memoria de lo
ocurrido a los implicados en la derrota de Belchite en una durísima
requisitoria contra Líster publicada en el diario “ABC”
(21-noviembre-1974):
“Hubo comandantes de talento como Modesto y verdaderos
héroes populares como Valentín González y Cipriano Mera, pero aunque
todos hemos corrido alguna vez —hasta Don Quijote en la aventura del
rebuzno— nadie corrió tanto ni tan bien como Líster desde Toledo a los
Pirineos. Lo malo era que para justificarse, después de cada carrera
hacía fusilar a una docena de oficiales. Con esto creía seguir el
ejemplo de Stalin. Yo fui jefe de Estado Mayor de la primera brigada
mixta con él, entre Pinto y Valdemoro (lo que no deja de tener gracia).
Menos gracia tenía que quisiera fusilar a los mejores de mis amigos
oficiales cuando la culpa del fracaso de la operación era de él. Yo
salvé entonces sus vidas (alguno fue fusilado por él, más tarde, en lo
de Belchite)”.
El episodio fue relatado con detalle por Justo Martínez Amutio en ese
mismo año en el libro titulado “Chantaje a un pueblo” y en 2007, se
alude a estas purgas stalinistas en un artículo escrito por
J.J. Sánchez Arévalo para quien “
Independientemente
de la opinión de los lectores, independientemente de los méritos de
Líster como figura militar consagrada a la lucha antifascista, estos
hechos deben ser también narrados e incorporarse a la tan manida y en
ocasiones tan selectiva “memoria histórica”.
Un acontecimiento significativo en el frente aragonés durante el
verano de 1937 había sido la presencia de las Brigadas Internacionales
XI y XV entre las fuerzas atacantes. En 1967 se desarrollaría en el
mismo escenario —cerca de Belchite— la operación de gran maniobra
militar “Pathfinder Express” en la que intervinieron fuerzas combinadas
del ejército de los Estados Unidos y del español. Treinta años antes, un
batallón norteamericano (el “Abraham Lincoln”) combatía en el mismo
escenario al ejército de Franco. El cambio no se había producido en la
esencia del Régimen nacido del Alzamiento sino en el escenario político
que, en los años de la contienda española y de la Guerra Mundial, nos
presentaba a la democracia liberal en alianza con la revolución mundial
comunista y al capitalismo mundial apoyado en el poderío soviético para
destruir a un enemigo común. Era la dinámica en la que había desembocado
la táctica promovida desde Moscú de los Frentes Populares y de la
construcción del “antifascismo”, verdadera falsificación ideológica,
como frente político mundial. Como afirma Jesús Fueyo:
La virtualidad de sentido de la obra de Franco se resume
en dos trayectorias indiscutibles de su proceso político: nunca capituló
ante el comunismo ni con sus alianzas ni derivaciones, y nunca, en lo
esencial, se dejó sugestionar por el fascismo en sus efímeros
resplandores, evitando así ser arrastrado en su aventura y en su
liquidación histórica. Tan pronto como el mundo occidental recuperó su
rumbo hacia la libertad sin la hipoteca de la revolución, lo siguió
según el propio ritmo de posibilidades de la realidad española». Merece
resaltarse que el discurso de Belchite se sitúa justo en el momento en
que empezaba a consolidarse esa transición que era necesario asegurar
frente a la vigencia internacional del peligro comunista. Y, concluye
Jesús Fueyo: «finalmente, el dar cauce institucional a su difícil
sucesión al frente del Estado y de sus instituciones, abrió el futuro a
una normalidad en la que pudieran sintetizarse la unidad de España en la
Monarquía y las libertades públicas, sobre la base de un desarrollo
social y económico que hiciera viable el funcionamiento de la
democracia. Como lo hayan gestionado otros, es algo que no forma parte
ya de su mundo histórico.
Todo esto se dice ahora en dos palabras, pero costó sacrificios
enormes y muchos años de tenaces esfuerzos que, probablemente, resultan
muy difíciles de captar a las nuevas generaciones que, a pesar de las
caídas de tantos muros, respiran en un magma ideológico, síntesis de
liberalismo y de comunismo.
Pero desde la inmensa tragedia de odios y destrucción que el
comunismo, en sus diversas formas, deja tras de sí, el sereno análisis
histórico viene a dar la razón a las más hondas intuiciones de quienes
vivieron aquellos acontecimientos y obliga a reconocer que los
verdaderos defensores de la libertad no se encontraban, como se nos
quiere hacer creer, ni en las Brigadas Internacionales ni entre los
miembros de un Ejército Popular subordinado a las estrategias de Moscú
sino entre las filas de quienes sostuvieron la defensa de lugares como
Quinto, Codo y Belchite.
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Ángel David Martín Rubio |