lunes, 3 de febrero de 2014

EDUARDO PALOMAR BARÓ: 9 de febrero de 1934: Asesinato de Matías Montero


Periódico FE

Oleada de crímenes de la izquierda contra la Falange


El 11 de enero de 1934 a las ocho de la noche, el estudiante Francisco de Paula Sampol, de 22 años, pasea tranquilamente por la calle de Alcalá. Allí se encuentra a un falangista voceando el periódico “FE”, y se decide a comprarle un ejemplar. En plena calle, lo ojea con calma, y luego lo guarda en un bolsillo de su abrigo, dejando a la vista las iniciales “FE” del semanario falangista. Cerca de allí, tres jóvenes marxistas han espiado los movimientos de los falangistas. El vendedor del periódico está protegido ya que como en todos los grupos de venta del “FE”, cada voceador del periódico va acompañado de camaradas que le guardan las espaldas. Pero Sampol camina solo. Es una “víctima fácil”. Felipe Gómez Ruiz, uno de los marxistas, saca una pistola. Y dispara a traición, por la espalda.

Cuando llegan los Guardias de Asalto es demasiado tarde. Los asesinos se han perdido entre la gente, y el joven Sampol está tendido en un charco rojo. Al entierro de Sampol acuden los falangistas, gritando en su honor un “¡presente!” que, a partir de entonces, dará la Falange en honor y en memoria de sus numerosos caídos.

José Antonio Primo de Rivera, exige a sus camaradas que no se entreguen a las represalias por la espalda, a la venganza a traición. Para él, el terrorismo es propio de los marxistas, no de los falangistas.

La izquierda busca desesperadamente que los falangistas respondan a sus provocaciones, para tener una fácil excusa contra ellos. Sampol ha sido sólo el primer episodio de lo que será un sangriento y mortal goteo.

El día 16 del mismo mes de enero es herido en Eibar (Guipúzcoa), por los izquierdistas, el falangista José de Oyarbide.

El día 18, en el paseo de la Independencia, en Zaragoza, el falangista Manuel Baselga, de veintitrés años, es perseguido por dos izquierdistas. El joven busca refugio en un café, pero antes de llegar es alcanzado –nuevamente por la espalda– por varios disparos, que le hieren de gravedad. Baselga además de falangista, había participado en la protección de edificios religiosos durante la última huelga convocada en la capital aragonesa por los anarcosindicalistas.

Pero el largo enero de 1934 no quiere acabar sin probar más sangre. El día 22 es muerto a tiros, en la madrileña calle del Clavel, el capataz de venta del semanario “FE”, Vicente Pérez. Aunque no estaba afiliado a Falange Española, contribuía –con su experiencia como inspector de venta del diario “La Nación”– a la organización de los voceadores de la prensa falangista.

Nada más comenzar febrero, es tiroteado en la Gran Vía madrileña, resultando herido grave, el estudiante del SEU que vendía el “FE”, Felipe Pérez Alonso. Al tiempo, estalla una bomba en la imprenta donde se edita este semanario, causando heridas leves a cinco trabajadores y ocasionando diversos destrozos materiales.

La Falange se defiende


No obstante, aunque José Antonio ha prohibido todo acto de represalia contra los marxistas, los jóvenes falangistas, en especial los miembros del SEU, se deciden a dar un escarmiento a la izquierda. Bajo ningún concepto quieren devolver las balas por la espalda, ni está en su mente entregarse a las actividades asesinas de los izquierdistas, pero se hace necesario demostrar al marxismo, de algún modo, que los falangistas saben defenderse.

Así pues, el 2 de febrero, bastante inquietos por los recientes atentados, varios falangistas agreden a un individuo que, en la Puerta del Sol de Madrid, se ha puesto a insultar y a hacer comentarios despectivos sobre los panfletos que reparten nuestros camaradas. Al día siguiente, es registrada por la policía la sede del SEU y son detenidos algunos militantes. Como colofón, el local falangista de la calle Eduardo Dato es clausurado. El gobierno centro-derechista emprende, así, una descarada represalia policial, que no se lleva a cabo con ninguno de los elementos izquierdistas vinculados a los crímenes, antes mencionados.

En Zaragoza, la agresión contra el joven Manuel Baselga es seguida de ciertos incidentes en la Universidad, donde los falangistas del SEU y otros estudiantes católicos, protagonizan una violenta protesta por el atentado contra su compañero y por el monopolio de los izquierdistas de la FUE en las aulas. A consecuencia de ello, varios locales fueístas son clausurados por el Consejo universitario.

En Valencia, Cáceres, Toledo, Oviedo y Sevilla, la indignación de los falangistas por las agresiones de la izquierda, tiene su reflejo en incidentes similares. En la capital andaluza, una escuadra del SEU, dirigida por Narciso Perales, destruye los locales de la FUE en otra acción de respuesta a los crímenes marxistas.

Matías Montero


Nacido en Santander en 1913, Matías Montero y Rodríguez de Trujillo entra, desde muy joven, a estudiar la carrera de Medicina en la Universidad Central, en Madrid. Cuando Ramiro Ledesma funda, en 1931, el semanario “La Conquista del Estado”, Matías es el autor de la primera carta de adhesión al periódico, escrita casualmente un 9 de febrero, o sea, justo tres años antes de su muerte: "Sinceramente convencido de que su ideario viene para abrir un camino salvador en la actual confusión político social envío desde luego mi adhesión y le ruego me envíe folletos que expliquen detalladamente lo que va a ser el partido. Yo soy estudiante de Medicina y tengo 17 años, pero me falta muy poco tiempo para cumplir dieciocho años." Así se presenta Matías al patriotismo social y revolucionario.

Afiliado en un primer momento a la FUE madrileña, como muchos estudiantes de aquellos años, poco después Matías se convierte en miembro de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (JONS). A finales de 1933 será uno de los primeros afiliados de Falange Española, cuando el joven sólo suma 20 años de vida. Desde el inicio de su militancia destaca como uno de los jóvenes más entusiastas de la causa falangista, lo que le lleva a escribir en la sección universitaria del semanario “FE”, concretando allí las primeras consignas estudiantiles del falangismo.
Propagandistas de Falange vocean el Semanario FE (il. de Sánez de Tejada)
Propagandistas de Falange vocean el Semanario FE (il. de Sáenz de Tejada para la "Historia de la Cruzada")

El semanario “FE”

“FE” fue un periódico político publicado en Madrid, entre diciembre de 1933 y julio de 1934, por Falange Española (a partir del número 7 por FE de las JONS). Concebido como semanario –aparecía los jueves–, las continuadas dificultades y suspensiones que sufrió determinaron que, a lo largo de sus ocho meses de vida, sólo apareciesen 15 números. Hasta el número 11 figuraba en la cabecera como domicilio de la redacción y administración: Eduardo Dato, 10, 3º 1; desde el número 12: Marqués de Riscal, 16. No cambió el precio de cada ejemplar: 20 céntimos; ni el Apartado de Correos: el 546 de Madrid. Como pie de imprenta figuraba en todos los números: «Imp. Ibiza, 11. Madrid.» Tuvo siempre 12 páginas, excepto el nº 7 que contó con 16 y los dos últimos números, formados por ocho páginas cada uno.

El acontecimiento que más afectó a la vida del periódico vino determinado por la fusión que, en febrero de 1934, se produjo entre la entonces auto considerada fascista Falange Española (dirigida por José Antonio Primo de Rivera) y las auto consideradas nacional-sindicalistas JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalistas, continuadoras de La Conquista del Estado”, con Ramiro Ledesma Ramos como adalid). A partir del número 7, en el que se informaba que FE y JONS formaban una organización única, el yugo y las cinco flechas jonsistas se incorporaron a la cabecera del periódico. En abril de 1943 la Editora Nacional reeditó los 15 números de “FE” (a un formato reducido respecto del original) bajo el título FE. Reproducción facsímil del Semanario de la Falange.

Sindicato Español Universitario (SEU): Nueva organización estudiantil


Al abrigo de Falange Española surge en noviembre de 1933 una nueva organización estudiantil: el Sindicato Español Universitario (SEU), que encabezan varios jóvenes falangistas, como Manuel Valdés Larrañaga, Alejandro Allanegui, David Jato, Alejandro Salazar, a los que se suma Matías Montero. En la redacción de los primeros estatutos del SEU, les ayuda Julio Ruiz de Alda. Estos estatutos son injustamente rechazados por el Ministerio de la Gobernación el 10 de noviembre de 1933.

A tan diversas tareas se suma la del reclutamiento de nuevos militantes, labor en la que Matías colabora con el estudiante vizcaíno Manuel Valdés Larrañaga, del SEU de Arquitectura. Y entre sus responsabilidades tampoco se excluye, por supuesto, la venta cotidiana en las calles del semanario “FE”.

Con motivo de la aparición del semanario “FE”, se desencadenó una tremenda ofensiva contra la publicación, negándose los quioscos públicos y los vendedores profesionales a su difusión, por lo cual tuvieron que realizar la venta los propios militantes del partido. Ahí tenían los rojos su ocasión semanal para organizar en las calles la persecución y violencia contra los falangistas.

La situación tanto de los dirigentes como de los afiliados era verdaderamente preocupante, al ser los destinatarios de esa violencia desatada por los rojos, sin que ellos pudiesen tomar medidas reparadoras y eficaces.

Estas feroces agresiones y atropellos contra Falange Española –con resultado en ocasiones de muerte– procedían del campo socialista, siendo incubadas y preparadas en sus Juventudes, que de este modo, diez meses antes de la tristemente famosa revolución de octubre, comenzaron a presumir de capacidad para la lucha armada. De todas formas no se podía achacar la intervención directa de las Juventudes socialistas como ejecutoras de esas brutalidades, ya que se limitaban a sostener una banda -cuyos componentes no eran generalmente miembros de ellas- sino gentes extremistas que percibían sueldo por sus intervenciones.

Como respuesta a una agresión de la izquierda contra un camarada de Medicina (carrera en la que Matías ya estudia quinto curso), y junto con Agustín Aznar, Montero encabeza el 25 de enero de 1934 el asalto del SEU madrileño al local de la FUE en la Facultad de Medicina de San Carlos, antes citado. Por esta razón, los socialistas deciden poner en su “punto de mira” al joven seuista.
José Antonio en el entierro de Matías Montero
José Antonio en el entierro de Matías Montero

Asesinato de Matías Montero


El 9 de febrero de 1934, por la tarde, la noche ya se echa sobre Madrid. Tras participar en la venta del número 6 de “FE”, Matías regresa a su casa, en la calle Marqués de Urquijo, 21 - 3º, en el barrio de Argüelles.

En la calle Juan Álvarez de Mendizábal le esperan dos izquierdistas. Uno de ellos es Francisco Tello Tortajada, obrero afiliado al PSOE y a las Juventudes Socialistas e integrante de “Vindicación”, grupo formado por miembros del sindicato socialista UGT.

Matías Montero no tiene tiempo de ver a sus agresores. Dos disparos se ensañan con él, a traición, por la espalda.

Ambos tiros alcanzan a Matías en el corazón, provocándole rápidamente la muerte. No obstante, su asesino aún se acerca a rematarle, ya en el suelo, con otros tres disparos en el estómago, tras lo cual huye, dejando a Matías tendido en el suelo, rodeado de un charco de sangre.

Gracias a la rápida actuación policial el criminal es apresado. El 19 del mismo mes, Francisco Tello será juzgado por procedimiento de urgencia, actuando José Antonio Primo de Rivera de abogado de la acusación particular. Tello será condenado a 23 años y 3 meses de prisión, que no cumplirá al verse beneficiado por la amnistía general promulgada por los izquierdistas del Frente Popular, en 1936.

En el momento de este asesinato, José Antonio participa en Toledo en una cacería. Al enterarse de la noticia, afirma estremecido: “Este es el último acto frívolo de mi vida”. Desde entonces abandonará la vida de joven aristócrata que lleva y se entregará en cuerpo y alma a la empresa revolucionaria iniciada el 29 de octubre de 1933 por Falange Española.

Como una de las primeras aportaciones a esa Revolución aparece, entre las ropas del cadáver de Matías, un artículo titulado “Las flechas de Isabel y Fernando”, que había escrito el joven falangista para la revista “FE”. En él traza, de manera clara, las líneas de una nueva “Universidad limpia de pasiones, bloque compacto de profesores y estudiantes, que marche entusiasta en pos de la cultura al servicio de la Patria”.

Este artículo es copiado de los mismos folios sumariales de la causa abierta por el asesinato de Matías, para trasladarlo a las columnas del nº 7 de “FE”, que saldrá a la calle el 22 de febrero. En sus páginas también será publicado otro artículo póstumo de Matías, titulado “Universidad e Imperio”, en el que el joven asesinado hace una dura crítica a la FUE, al liberalismo y a una Universidad que “no concibe la idea de sacrificio”.

No obstante, antes de que estos preciosos textos salgan a la luz pública, el 10 de febrero, por la tarde, varios centenares de falangistas, y casi un millar de amigos y simpatizantes de “FE”, acuden al entierro de Matías Montero, en el cementerio de la Sacramental de Santa María de la Almudena (también llamado del Este), en Madrid. Hasta allí se desplazan muchos falangistas en formación marcial, entonando la hermosa canción de procedencia germana titulada “Yo tenía un camarada”, escoltando el féretro de Matías hasta el Cementerio.

José Antonio, ante la tumba abierta que recoge los restos de Matías, pronuncia estas breves palabras:
“Aquí tenemos, ya en tierra, a uno de nuestros mejores camaradas. Nos da la lección magnífica de su silencio. Otros, cómodamente, nos aconsejarían desde sus casas ser más animosos, más combativos, más duros en las represalias. Es muy fácil aconsejar. Pero Matías Montero no aconsejó ni habló: se limitó a salir a la calle a cumplir con su deber, aun sabiendo que probablemente en la calle le aguardaba la muerte. Lo sabía porque se lo tenían anunciado. Poco antes de morir dijo: "Sé que estoy amenazado de muerte, pero no me importa si es para bien de España y de la causa". No pasó mucho tiempo sin que una bala le diera cabalmente en el corazón, donde se acrisolaba su amor a España y su amor a la Falange”.
“¡Hermano y camarada Matías Montero y Rodríguez de Trujillo! Gracias por tu ejemplo”.
José Antonio termina su intervención con la que se consagrará como oración fúnebre para cada falangista muerto:
“Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos niegue el descanso hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte”.
“Por última vez: Matías Montero y Rodríguez de Trujillo”.¡¡¡PRESENTE!!!
Al asesinato de Matías no le suceden represalias de ningún tipo. Las derechas, empezando por su habitual portavoz, el diario ABC, vuelven a reprochar a la Falange, y esta vez concretamente a José Antonio, su falta de iniciativa a la hora de devolver los ataques a los izquierdistas. José Antonio escribe una breve nota al periódico, a modo de respuesta: “Falange Española aceptará y presentará siempre combate en el terreno que le convenga, no en el terreno que convenga a los adversarios. Entre los adversarios hay que incluir a los que, fingiendo acucioso afecto, la apremian para que tome las iniciativas que a ellos les parecen mejores. Por otra parte, Falange Española no se parece en nada a una organización de delincuentes, ni piensa copiar los métodos de tales organizaciones, por muchos estímulos oficiosos que reciba”.

No obstante, a este descontento frente a la falta de represalias también se unen no pocos falangistas, empezando por Julio Ruíz de Alda, uno de los Triunviros. Pese a todo, José Antonio, consciente de su razón en este aspecto, se mantiene en su actitud, reclamando a los falangistas respeto a la autoridad de sus Jefes.

Y así lo pide, además, por respeto de la memoria de Matías, el camarada que no llegará a conocer, como emblemas de la Falange, el yugo y las flechas y la bandera roja y negra, que no logrará a vestir la camisa azul ni a cantar el “Cara al sol”, pero que deja, con su sangre joven, una fértil muestra de lucha y de muerte, un sacrificio que se convierte en un firme y generoso ejemplo. Un ejemplo de valor y de servicio. Un ejemplo de fe y de abnegación.

El Ministerio de Educación Nacional, por orden de 5 de febrero de 1938, declaró festivo, en todos los centros docentes del Estado español, el 9 de febrero de cada año, día del Estudiante Caído, aniversario de la muerte de Matías Montero, falangista asesinado en las calles de Madrid cuando vendía el semanario “FE”, con el fin de perpetuar “este ejemplo entre las jóvenes generaciones que en el estudio asiduo y apasionado, o en la lucha viril y sangrienta, labran los sillares de la España Imperial” Día del Estudiante Caído.
Eduardo Palomar Baró

No hay comentarios:

Publicar un comentario

No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia o a actos contrarios a la legislación española y a la moral católica. Los comentarios no reflejan la opinión de H en L, sino la de los comentaristas. H en L se reserva el derecho a modificar o eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas. Los comentarios aparecerán tras una validación manual previa, lo que puede demorar su aparición.